Entrevista con Sofía Valera
Primer desencuentro y reconciliación con Dios
Nací en un pueblo, Ayutla, Jalisco, soy la séptima de un total de ocho hermanos. Viví la idea de Dios como algo heredado que no se cuestiona. En la casa había ritos, sobre todo de mi abuela paterna que era muy religiosa. Se rezaba el rosario en familia. A mí me gustaba el rosario porque era el momento de estar todos juntos y porque los más chicos teníamos el derecho de dormirnos o de hacernos los dormidos, que era la mayoría de las veces. Al terminar nos llevaban en brazos a dormir, porque lo rezábamos con pijama.
Mi primer desencuentro con Dios, aunque no razonado, fue cuando tenía 5 años con la muerte de mi abuelo. Yo tenía un tata y una nana que eran los abuelos postizos, no tuvieron hijos, pero criaron a mi mamá, hija única.
Mi abuelo, mi tata, era una persona con mucho sentido común y analfabeto. Era un señor que nos adoraba y lo queríamos más que a nadie. Nunca nos pegó. Decía que ¿para qué azotar?, ¿para qué casarse?, que primero había que vivir juntos y si todo funcionaba te casabas. Por esas opiniones, en el pueblo, era tratado como loquito.
Cuando murió mi tata yo me senté en un banquito al lado de mi nana, que tenía un nivel cultural muy diferente a mi tata pues era la maestra del pueblo. Cuando la gente la saludaba en el velorio, yo lloraba y lloraba mucho. Y me dijo: "No te preocupes, yo te doy tus domingos" y le contesté: "No me importan los domingos, yo quiero a mi tata". Vi que mi nana no me entendía. Desde ahí empecé a ser muy rebelde, porque aunque quería a mi nana no me pareció lo que dijo. También le reclamé a Dios que se lo llevara.
Mi mamá me pidió que la acompañara a la misa del funeral. Fue a las cuatro de la tarde en octubre, había mucha luz, mucho calor y el templo estaba lleno. Yo no paraba de llorar y todos los que estaban alrededor de nosotros también estaban llorando mucho. Después supe que mi llanto es el que hacía llorar a los demás.
Un año después murió mi nana. Por las tardes en vez de ir a la escuela iba al cementerio a visitar a los dos y ahí, viendo a las plantas, pensé que Dios existía y que debían estar juntos. Decidí que Dios se había llevado a mi nana para que acompañara a mi tata y ahí me reconcilié con El.
El alejamiento de las prácticas religiosas oficiales
Pero duró poco, porque ya en Guadalajara hice la secundaria en un colegio de monjas y fui terrible con ellas, muy crítica, muy fea. Yo me sentía una líder que pensaba y cuestionaba y mis compañeras me daban un lugar especial. Más que nada por eso lo hacía y porque siempre he sido rebelde a la autoridad.
En alguna ocasión me expulsaron del colegio porque yo defendía siempre a los más débiles. ¿Y quiénes eran débiles? pues las compañeras que estaban becadas. Ellas eran las que suplían a la maestra que se enfermaba y las que tenían la obligación de dar el chocolate y recoger las cosas en los retiros. Una de las becadas era muy amiga mía y cuando estábamos platicando rico tenía que levantarse para cumplir con sus obligaciones, pero yo le dije que no se fuera y una monja me llamó la atención, entonces le contesté: "Usted predica la caridad pero no la practica" y me expulsó. A partir de ahí dejé de comulgar.
Yo no soy practicante pero sí muy creyente en Dios. En funerales sí he ido a misas y también en muy contadas y diversas ocasiones. Sí escucho las homilías y a veces salgo adorando al padre y a veces no.
¿Cómo es tu experiencia como creyente y no como practicante?
Como creyente puedo ver la mano de Dios en muchísimas cosas. A veces reniego, le discuto y le digo: "No es cierto, eres un malvado", pero siempre le doy su carácter de existente, no lo niego.
Lo negué alguna vez, porque el medio ambiente involucra. Fue cuando estuve en investigación genética, cinco años después de terminar la carrera de medicina. Negábamos la existencia de Dios porque el principio era lo que ves crees y sólo existe lo que ves. Si veo correr una proteína, creo en esa proteína y en sus efectos. Era una comunidad atea y en ese tiempo yo formaba parte de eso. Aunque el jefe de la unidad fue el primero que se convirtió al budismo zen. Y pensé: ¿No que eras tan ateo?
Yo en ese tiempo ni me cuestioné ni me interesó comprobar la existencia de Dios.
Salí de ese medio y me casé. Me quedé dos años sin trabajar porque me embaracé de Rodrigo y después de Sofía. Se me hizo muy fácil renunciar, pero cuando quise regresar ya no pude porque el país estaba en otras condiciones y la investigación estaba en cero. Además había que esperar a que alguno de los investigadores se jubilara y se muriera, y eran cinco o seis años mayores que yo así que eso no iba a ocurrir pronto.
La homeopatía y un conocimiento diferente de Dios
Cuando mis niños estudiaban en el Colegio Ideo me encontré con personas que se curaban con medicina alternativa y conocí a una persona realmente asmática, con una problemática muy constante, que se curó y entonces quise buscar algo de eso y encontré una escuela de homeopatía para médicos.
Al empezar a estudiarla yo rechazaba la homeopatía porque era totalmente otra formación y yo estaba acostumbrada a investigar la pura materia y aquí se manejan mucho las energías. Y yo le pedía a Dios que me mostrara si estaba siguiendo el camino adecuado y si decidía que por ahí iba la cosa me ayudara a no ser tan crítica y negativa, que me ayudara a tener más paciencia y tolerancia para conocer. En aquel tiempo concluí que Dios tenía que ser una energía.
Ha habido muchas peleas con Dios y renegadas, pero finalmente le doy su lugar, ahí está. Me peleo y no pasa nada. Como que a veces necesita que le hable uno más feo para que haga caso.
Un hermano mío murió de cáncer y yo le había pedido a Dios que me mandara mensajitos para ver si lo que estaba estudiando era cierto. Mi hermano era esquizofrénico con temporadas buenas y malas, pero cuando empezó con el cáncer su mente se curó, nunca volvió a tener una crisis. Comprobé así una de las leyes de la homeopatía: una enfermedad más severa anula a otras que no lo son. Una enfermedad física como el cáncer te lleva a la muerte, la esquizofrenia no. El cáncer es entonces la enfermedad más severa y anula a la otra, a la esquizofrenia.
¿Qué mensaje fue la cura de la esquizofrenia de tu hermano?
El mensaje es que como había decidido que Dios era energía y estaba estudiando la energía y yo todavía dudaba muchísimo, requería que me ayudara a reconocerlo. Una de las cosas que me parecían más difíciles de aceptar era eso que le sucedió a mi hermano y se evidenció en algo muy cercano que no podía dejarlo de ver.
¿Por qué la enfermedad de tu hermano te muestra que estabas siguiendo el camino adecuado?
Porque me confirma la ley que te dije. Mi hermano murió de cáncer en el pulmón habiendo tenido una buena calidad de vida previa al deceso. Estábamos preparados para una muerte fea de asfixia. Yo quería tenerlo dormido para cuando llegara ese momento, pero no fue necesario, él murió plácidamente.
Una prima mía que tenía tuberculosis cerebral, que estaba en su cama, maltrecha, me llamó al consultorio para darme las condolencias por la muerte de mi hermano y me dijo: "Va a ser tu ángel". Y yo le pregunté: "¿Por qué?", y me contestó: "Porque murió en el año jubilar y además acabando de comulgar. Y ese sí fue un ateo". Y miré entonces la puerta entreabierta del closet y vi a mi hermano ahí. Y le dije: "Ahora sí me vas a ayudar a trabajar, te vas a quitar la flojera y me vas a ayudar a trabajar" (porque yo antes lo vacilaba diciéndole que era un flojonazo). Y oí que me preguntó: "¿Cómo?". Y le dije: "Pues con que no me equivoque".
Han sido sucesos que yo los he vivido o hecho así, o los he formado así, donde Dios tiene muchísimo que ver.
Félix, un sufrimiento prolongado e incomprensible
El último suceso es muy feo y es de un amigo. Desde los 15 años yo tuve tres amigos. Éramos un grupo: una se hizo ortopedista, otro cardiólogo y otro internista. Félix, el internista, era el más humano de nosotros.
El tuvo cáncer de próstata a los 48 años, pero no dio un signo. El primer signo fue un dolor en la pierna después de jugar futbol. Se tomaba aspirina y se le quitaba. Luego siguió y empezó a buscarse por riñones, pero no había nada ahí. En una de las radiografías que alcanzó a tomar su cadera vio una lesión, el cáncer estaba en todas partes. El decidió no hacerse nada y además decidió que sus amigos no lo supiéramos, pero al cardiólogo sí le dijo. Este le ofreció que se fuera a Houston pero no aceptó hacerse algo. Siguió calladito y trabajando. Un año después empezó a estar amarillo y le dije (yo ya sabía lo que tenía porque el cardiólogo nos lo dijo pero nos pidió que lo mantuviéramos en silencio): "Estás muy amarillo, vamos viendo cómo está tu hígado. ¡Pero qué te digo a ti!" (porque era un excelente médico).
A partir de ahí empecé a vivir con él su enfermedad. Dejó de trabajar en julio del año pasado (celebramos sus 50 años). Tenía mucho dolor y empezó a aceptar radiaciones en su terapia, para bajar su dolor.
Para mí él era la imagen misma del estoicismo. El nos consolaba. Yo le llevaba libros y películas. Los amigos nos lo repartimos: yo iba los viernes e iba viendo el avance de su enfermedad y no había cosa que le hiciera algo, ni los medicamentos más ultramodernos y carísimos (su hermano le compraba un medicamento de 22 mil pesos), ni las radiaciones, ni la homeopatía. No había absolutamente nada y cada vez se consumía más.
En diciembre ya no caminaba. Le dije: "yo te muevo", él no quería y llegó su esposa a moverlo, le ayudaba, él iba desplazándose a brinquitos. Fue impactante todo el dolor que tenía por el contacto con la piel. Yo no entendía cómo alguien que era un verdadero ejemplo a seguir, dentro de la humanidad, podía estar sufriendo tanto, tanto.
A pesar de tener todos esos dolores no había nada de miedo en él. Cuando ya no podía ni tocarse empezó a renegar, a decir que le falló la medicina por la que había apostado tanto, que le falló Dios y que ya quería terminar. Pero nunca pidió ayuda. Quería morirse pero no lo pidió.
Después de diciembre tuvo parálisis del nervio hipoglosa que es con el que tragas; parálisis de los oculares, así que un ojo se le botó; la mandíbula se le desvió. Parecía un monstruo. No podía hablar, arrastraba la lengua.
Aun así firmó títulos con todo el trabajo del mundo, para complacer a unos residentes egresados del hospital que él había dirigido, pues querían que llevara su firma.
El fin de semana antes de morir ya no había nada digno, estaba en una inquietud y una desazón porque ya no podía más. Quedó ciego, no podía comer, no más jadeaba.
Frente a eso dices: "¡Híjole Dios, cómo te ensañaste con él!". Yo nunca he entendido eso, ni lo entiendo.
Luego en el velorio y en la misa me di cuenta de todos los que valoraban a mi amigo. Era un mundo de gente. Me impresionó el estoicismo de la mamá. No la vi derramar una lágrima.
El sacerdote, en la homilía, dijo que no nos podíamos responder por qué al doctor Félix, siendo una de las personas más justas que podemos haber conocido le pasara eso, cómo Dios le dio ese camino. Dijo que Dios elegía a algunos para redención de los demás, para salvar a quienes están cerca. En eso la mamá, con una ira del tamaño del mundo, dijo: "pero él sufrió ocho días desde que lo aprendieron hasta que lo mataron y mi hijo dos años". La mamá se derrumbó y en el templo hubo mucho llanto y sollozo. El sacerdote había sido paciente de Félix y lo conocía perfectamente. Con su homilía generó tranquilidad, a pesar de que la mamá hubiera dicho eso. Cuando terminó de hablar hubo un aplauso. No es normal que después de la homilía haya aplauso. Se aplaude al final, cuando sale el féretro.
Yo sentí mucho a Dios. Como si no se pudiera dejar ir a toda esa gente con el corazón verdaderamente apretado, con esa congoja. Y la mamá también quedó en paz. Sigo sin entenderlo, pero quedó en paz.
Esas desgracias son las cosas que me enojan mucho con Dios y a las que no les encuentro respuesta, pero nunca dudo de su existencia.
La presencia de Dios
Por todo lo que dices veo que para ti Dios es el que está gobernando todas las cosas, que todo lo que está sucediendo, está sucediendo porque él lo quiere y por eso dialogas con El y le reclamas
Es muy normal que cuando alguien está en una necesidad se acuerde de Dios y cuando vas aumentando la edad viene la reflexión.
También los casos que llegan a mi consultorio me hacen preguntarme: ¿Cómo le voy a hacer? Pongo toda mi capacidad, pero finalmente pongo la obra en manos de Dios. Cada vez es más frecuente que ponga esto en manos de Dios. Pero le pido señales.
¿Cómo las captas y las interpretas?
Si el paciente se siente bien y sabe que puede estar mejor es una señal de que vamos bien. Si no, es una señal de que hay que estudiar mejor el asunto.
Por lo que dijiste anteriormente, la homeopatía cura con energía, Dios es energía, Dios está interviniendo, entonces ¿tú estarías colaborando así con El?
Un medio, soy un verdadero medio. De hecho le pido que sólo me haga llegar a la gente que puedo ayudar.
Entonces, en pocas palabras, ¿tú estás en el mundo que está gobernado por Dios, interactúas y dialogas con él acerca de lo que va pasando y ahí te puedes enojar, pero también confiar. Vives en un mundo que tiene esa presencia con la que interactúas?
Sí, incluso cuando hago jardinería en mi casa. No hay día que no me maraville con todo ese crecimiento. Además, yo no soy rezandera, pero una amiga me dio una lectura: "Sagrado Corazón de Jesús en ti confío" y ya parece mi amuleto de la suerte. Hago algo y pienso: "Sagrado Corazón de Jesús en ti confío". Cada vez lo tengo más presente. Nada más que no me vaya a convertir en una viejita rezandera.
La esperanza
Ese es un lugar que Dios tiene en tu vida ¿tiene, además, otro lugar? ¿Qué más te gustaría decir de esos encuentros y desencuentros?
Que a veces son más los desencuentros, pero aún así me encanta pensar a Dios como esperanza: en el género humano, con mis hijos e incluso con el marido. Eso significaría: esperanza. Mientras tengas la paciencia y la tenacidad de estar haciendo, eso representaría.
¿Aunque cosas como las de Félix te muevan el piso?
Sí, pero la esperanza fue lo que se generó después de la homilía, fue lo que dio la paz y la tranquilidad. Le di a Dios la posibilidad de que todo ese dolor y sufrimiento de Félix va a tener una ganancia tremenda allá donde esté, que no pudo equivocarse. O creo que casi se lo impongo a Dios como obligación. Tiene que haber una recompensa, porque si no, no sería el Dios en el que uno cree.
¿La recompensa sería por justicia con todo ese sufrimiento?
Sí, tiene que haber un motivo por el que sufrió tanto. Porque sí se hizo la lucha, tal vez tarde, pero se hizo toda la lucha. Y si fue tarde fue porque no hubo signos y si no hubo signos fue porque Dios no se los dio o porque no los supo ver Félix, pero no lo creo, porque era un médico excelente.
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