El homo sovieticus y el sentido de la vida. La experiencia de Václav Havel

Por Arturo Michel








Introducción a la descomposición de Checoslovaquia

En el número anterior de Cada frontera expuse las dificultades que encontró Franz Kafka en el Imperio Austro-Húngaro y en Checoslovaquia, para determinar el sentido de su vida. El trabajo que él realizó nos ayuda a resolver los problemas semejantes que nosotros enfrentamos. Aquí retomo, en el mismo lugar en que vivió Kafka, los esfuerzos que realizó el escritor Václav Havel (1936 -) para encontrar un sentido a la vida, pero ahora durante la dominación de Checoslovaquia por la URSS (1945 – 1989) y, de manera particular, después de la invasión soviética en el año de 1968.
Esto puede enriquecer la percepción de la lucha por la vida en un espacio político que ha sido objeto de varias dominaciones. Checoslovaquia fue creada el 28 de octubre de 1918 de una manera muy artificial después del desmoronamiento del Imperio Austro-Húngaro como resultado de la Primera Guerra Mundial. Fue un país compuesto principalmente por checos (51%), alemanes (22%) y eslovacos (16%). No resistió las demandas de Hitler y fue ocupada parcialmente por la Alemania nazi en octubre de 1938 y en marzo de 1939 se completó la ocupación, meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Fue liberada por los soviéticos en 1945, pero ellos se convirtieron en los nuevos amos. Con la derrota de los nazis fueron expulsados también los alemanes checoslovacos que fueron el pretexto de Hitler para la invasión. El país se liberó de la URSS en 1989, pero en 1992 checos y eslovacos no pudieron seguir juntos y acordaron su separación pacífica. Checoslovaquia se disolvió para dar lugar, el 1 de enero de 1993, a dos repúblicas: la checa y la eslovaca. La incapacidad que tuvieron los miembros de diferentes nacionalidades para actuar en común en un mismo Estado fue un problema que se prolongó desde los tiempos de Kafka (y antes) hasta la actualidad.
A lo largo de los siguientes 70 años permaneció como válida la observación de Kafka a propósito de sus conciudadanos, en especial, y de los seres humanos en general: “Qué poco inclinados están, comparados con nosotros los perros, a mantenerse unidos, qué callada y forasteramente y con qué curiosa hostilidad pasan uno junto a otro; y cómo sólo los más bajos intereses pueden atarlos y juntarlos en una ostensible unión y con qué frecuencia esos intereses hacen surgir el odio y el conflicto”.
El otro motivo que hay para retomar la experiencia de Václav Havel en el periodo posterior al 68 es que da luz sobre un estilo de vida, la del homo sovieticus, que se impuso con mucha fuerza en un espacio político muy extenso durante una gran parte del siglo XX y que tuvo efectos devastadores en millones de personas, a pesar de que surgió de un movimiento que pretendía establecer condiciones más justas para los seres humanos.

La vida absurda y la significativa

Una de las características más notables de Václav Havel, último presidente de Checoslovaquia (1989 – 1992) y primero de la República Checa (1993 – 2003), fue su voluntad de vivir una vida significativa y responsable.
Como escritor de teatro del absurdo en su juventud quiso hacer sentir y pensar el problema del significado de la vida presentando hechos que manifestaran la ausencia de sentido. Decía que la pista para encontrar un significado genuino sólo podía percibirse desde el fondo del absurdo pues si no se vivía el absurdo no había razón para intentar hacer algo significativo. El absurdo, para él, es la ruptura de la conexión del ser humano con los demás seres del mundo. El absurdo se experimenta en el sentimiento de encontrarse excluido del mundo, con la gana de integrarse a él y sabiendo que ese deseo es irrealizable.
Esta experiencia que rescata el teatro del absurdo, nos recuerda la manera en que estamos viviendo: sin esperanza de integración; nos recuerda también que el tiempo se nos va agotando y que cada quien necesita, cuanto antes, buscar y encontrar su significación personal en el seno del universo.
Es la conexión del ser humano con todos los demás seres del universo la que nos da trascendencia y significación. Esa conexión es la que tiene que reestablecerse, desarrollarse y llevarse a plenitud. En cada ser humano hay este anhelo de integridad de ser, porque cada hombre está incompleto. Sin embargo, cada ser humano puede desatender ese llamado a la plenitud de vínculos vitales con los demás seres y dejar así que su vida se vaya desintegrando en el absurdo.
La vida humana es algo que todos tenemos en común. Esta comunidad vital es una realidad original que no deja de presionarnos hacia su realización y expansión; es una realidad que quiere ir superando sus límites iniciales y en su superación ir creando y recreándose. Havel sabía que su anhelo de integridad de ser y de desarrollo vital tenía que realizarlo a partir del estado en que se encontraba su sociedad y a partir de los hombres tal como eran.

La vida normalizada

En los primeros años de la "normalización", ejecutada por el presidente checoslovaco Gustav Husak (1975 – 1989) y vista como necesaria después de la invasión soviética de 1968, Havel, como todos, cayó en la apatía y la desmoralización. En ese tiempo pudo ver claramente que la sociedad era un "animal misterioso" con muchas caras y potencialidades ocultas; que la cara que la sociedad presenta en un momento dado no es su única fachada verdadera. Pudo probar el comportamiento corrosivo de la nación en tiempos del presidente Antonin Novotny (1957 – 1968), y después, en el 68, vio a la misma sociedad mostrar una genuina preocupación cívica; posteriormente, un gran valor e inteligencia frente a un poder extranjero y, finalmente, una recaída en un estado de apatía y desmoralización más profunda que la primera. Supo que de la sociedad no se podían sacar conclusiones apresuradas de su manera de ser, ni de lo que se podía esperar de ella.
En 1975 abandonó su pasividad, dejó de esperar que el mundo se mejorara por sí mismo y quiso ejercer su derecho a intervenir en ese mundo, así que le dirigió una carta abierta al Presidente Husak en la que exponía la profunda crisis espiritual, moral y social del país. Le decía que la "normalización" había sido un éxito desde el punto de vista del funcionamiento disciplinado de la sociedad: "En nuestras oficinas y fábricas el trabajo continúa, la disciplina prevalece. Los esfuerzos de nuestros ciudadanos están produciendo resultados visibles en el lento crecimiento del nivel de vida: la gente construye casas, compra carros, tiene niños, se divierte, vive su vida". La regla que siguen es: "Cállate, haz tu trabajo, preocúpate de ti y todo estará bien". Pero ¿qué efecto tiene en la gente un sistema basado en el miedo, la obediencia general y la adaptación externa? Una pérdida de fe en el futuro por la imposibilidad de corregir los asuntos públicos, una desesperación que lleva a la apatía, una apatía que lleva a la conformidad, una conformidad que lleva a la actuación mecánica y rutinaria. Lo que prevalece es un orden sin vida. La supresión de la libertad de expresión y de la competencia por el poder ha hecho que la vida de la gente tenga que adaptarse a la autoridad en vez de que la autoridad tenga que adaptarse a la vida. Al tratar de paralizar la vida la autoridad se paraliza a sí misma, pero como la vida no puede ser paralizada, uniformada y mecanizada de manera indefinida, el régimen va a sucumbir por su propia rigidez.

El poder de los sin poder

Su sentido de responsabilidad frente a su destino y el de los demás lo llevó al movimiento disidente a partir de la defensa que promovió del derecho que tenía de existir un grupo de rock desconocido. Al grupo se le encerró en prisión por tocar la música que disfrutaba, por cantar canciones que eran relevantes para sus vidas y porque ese tipo de música no era permitido por el gobierno. Havel organizó la solidaridad con el grupo. La gente respondió porque entendió que la libertad de tocar música rock era una libertad humana como la de pensar y expresar temas de política o filosofía. La gente comprendió que no defender la libertad de los otros implicaba entregar la propia libertad.
Desde la disidencia Havel se vio obligado a entender el poder que lo hostilizaba, quería entenderlo para resistir de manera efectiva y significativa. En su ensayo El poder de los sin poder expuso claramente las bases sobre las que se mantenía el gobierno de Checoslovaquia y la manera en que la sociedad podría destruirlas. Describió claramente cómo todos los miembros de la sociedad colaboraban en el mantenimiento de un sistema que establecía su dominación a base de rituales vacíos de contenido real, meras formas que subordinaban y conformaban cualquier aspecto de la vida real. Cada elemento de la vida estaba regulado con formas de comportamiento y estas formas eran la medida que el gobierno utilizaba para evaluar, premiar y castigar los comportamientos de los gobernados. Esos rituales, esas formas, eran: la asistencia masiva a votaciones y a mítines, repetición de consignas, información a la policía... La adaptación de la gente a esos rituales producía un comportamiento general que obligaba a la obediencia general. Si todo el mundo se adaptaba por miedo y conveniencia cada uno presionaba al otro a ser obediente. Cada uno era víctima e instrumento del sistema.

La vida en la mentira

Lo que unificaba todos esos rituales, esas reglas y esas formas era la ideología que lo permeaba todo con hipocresía y mentiras: el gobierno de burócratas era llamado gobierno popular; la clase trabajadora era esclavizada en nombre de la clase trabajadora; la completa degradación del individuo se presentaba como su liberación final; la farsa de las elecciones se exponía como la más alta forma de la democracia... Los individuos no necesitaban creer en todas esas mentiras, bastaba con comportarse como si lo hicieran. Por eso se tenía que vivir dentro de una mentira. No necesitaban aceptar la mentira, debían aceptar su vida con ella y en ella, pero al hacerlo los individuos confirmaban el sistema, hacían el sistema, eran el sistema.
Para que la vida en la mentira pueda convertirse en sistema es necesario que este tipo de vida sea universal, abarque a todos y a todo. Si el pilar del sistema era vivir en mentira no era sorprendente que su amenaza fundamental fuera vivir en verdad, pues sólo la apariencia que no se confronta con la realidad no parece apariencia, pero cuando se confronta con la realidad se inicia la disolución de la apariencia. Se presionaría pues para que la norma se adaptara a la vida y no la vida a la norma arbitraria. Al orden mecánico y sin vida se le opondría esa vida que no tenía cabida en el funcionamiento automático y mecánico del sistema.
En esta línea de oposición Havel contribuyó a formar el Comité de Defensa de los Injustamente Perseguidos, fue también uno de los fundadores del movimiento Carta 77 (1977) y líder del grupo opositor Foro Cívico (1989). Por su trabajo en el movimiento Carta 77, fue acusado de subversión y sufrió varias condenas de cárcel. Una de ellas de octubre de 1979 a marzo de 1983. Havel no vivió su prisión como un acto glorioso y de gran prestigio. Como todo condenado sintió el peso del castigo día a día.
Al evaluar los efectos de su condena Havel dijo: "Soy menos capaz de un deleite espontáneo, mis períodos de desaliento son más frecuentes y necesito una determinación más terca para realizar las tareas que me pongo. Mi esposa Olga dice que me endurecí en prisión. Yo no lo sé. Si empeoré entonces, eso sólo tocó mi yo interior... En mi trabajo yo estoy genuinamente más balanceado, más tranquilo y quizás también con más entendimiento y tolerancia. Quizás he logrado una perspectiva mejor... pero obviamente esto lo he pagado con un declive en mi capacidad de ser sencillamente feliz como un ser físico".
La oposición al régimen en este terreno de defensa de los derechos humanos, de legalidad y de promoción de intereses verdaderamente vitales no parecía tener ninguna perspectiva de éxito. Parecía que el régimen se prolongaría indefinidamente y que, por tanto, estas acciones que estaban llenas de sentido podrían ser absurdas. Existía el enorme riesgo de que la resistencia fuera un fracaso. Pero precisamente por esto sus acciones estaban fundadas en la esperanza. Esa esperanza Havel la entendía como la capacidad de trabajar por algo, porque era bueno y no porque tuviera probabilidad de éxito. No era un optimismo de que las cosas terminaran bien sino la certeza de que lo que se estaba haciendo tenía sentido. Si de manera inmediata no se expandía mucho una comunidad vital por lo menos se frenaba la expansión de ese orden mecánico y sin vida que los estaba desintegrando.

La derrota soviética y el acceso a la presidencia de la República

Su esperanza, su trabajo y el de los demás, finalmente tuvo éxito. En noviembre y diciembre de 1989 los checoslovacos pudieron acabar con el régimen que había sido impuesto por los tanques soviéticos.
Havel dejó de ser un famoso disidente político perseguido y se convirtió en el presidente de la República. Eso le planteó nuevos problemas de integración personal y nuevos riesgos.
El primer problema que tuvo que resolver fue el que se le presenta a todo dirigente de la oposición que llega al poder. Se desarrolla personalmente como opositor y lo llega a hacer muy bien. Pero una vez que está en el poder todos esos recursos sociales que aprendió a manejar ya no son utilizables completamente, porque su tarea es nueva y tiene otros requisitos. Otra vez, como al principio de su carrera, se ve obligado a aprender sobre la marcha y, como antes, no tiene garantías de que su aprendizaje será exitoso.
El segundo problema que tiene es que en el tiempo de la lucha como opositor se pensó desde la perspectiva de los dominados. Al llegar arriba lo que necesita es defender su posición gobernante, y si quiere responder a los que le llevaron al poder, integrar la perspectiva de los de abajo.
El tercer problema que tuvo que resolver fue la tensión entre el intelectual y el político. Él ya la había descrito en el 68. En ese tiempo había dicho: "La cultura está al servicio de la verdad, es el indicador real de lo que pasa tal como pasa. La política aspira a intervenir en la realidad, a transformarla mediante su acción, lo que necesariamente supone poder. Así pues se encuentra, ante todo, al servicio del poder... El hecho de que los intelectuales no sean precisamente los más aptos para ejercer esa actividad, se debe a la costumbre de servir a la verdad incondicionalmente y sin tratar de sacar consecuencias en términos de poder".
Después de que su país logró liberarse de la dominación soviética en 1989, Havel fue elegido presidente de Checoslovaquia en diciembre de ese mismo año. Él dijo en aquel momento que hubiera querido trabajar en el ámbito político sólo para lograr una situación en la que ya no fuera necesario dedicarse a la política y pudiera ocuparse de escribir, pero vio la necesidad de continuar y se propuso asumir su tarea de acuerdo a lo que le dijo alguna vez el filósofo Jean Patocka: "La verdadera prueba del hombre no es qué tan bien juega el papel que él se inventó para sí, sino qué tan bien juega el papel que el destino le ha asignado".

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