Entrevista con Luis Gerardo Pérez Figueroa
¿Podrías hablar de los inicios de tu relación con Dios?
Los primeros conocimientos de Dios fueron a través de mi familia, la escuela y los maestros. En la primaria estuve en un colegio marista y te acercan a María. Mi mamá también lo hizo. Los maestros te invitan a prácticas y el ambiente te acerca a las misas.
¿Tu relación con Dios, inicialmente, fue más a través de los ritos o más personal?
Más a través de los ritos. Yo no podría hablar de una experiencia sensorial, de Dios que ha estado ahí conmigo, como San Pablo que tuvo una iluminación. Mi manera ha sido diferente. Estando chico el contacto era más el ritual, el estar en la iglesia, a través de una plática, cuando la maestra no iba y el director la suplía y nos contaba historias. Eso hacía que de alguna manera ubicara a Dios. En mi caso, en los rituales, tenía la confianza de que Dios estaba ahí presente. Yo he tenido la certeza, desde entonces, de que Dios está ahí. No lo veo, no lo siento físicamente, pero sé que está. Nunca he sentido esa falta de confianza.
Hay experiencias rituales que se te quedan grabadas en tu mente, en tu alma y las disfrutas después. Como la peregrinación del 12 de diciembre. El ver a todos los compañeros y compañeras, papás y mamás, con velas, cantando; muchas personas haciendo una misma oración, lo experimento y me llena de alegría. Son cosas que tienes grabadas desde niño y las recuerdas con mucho gusto. Es una unidad especial.
Nunca me he cuestionado esa presencia de Dios y nunca me he acostumbrado a pedirle que me diera esto o aquello. Mi acercamiento a Dios ha sido de agradecimiento, pero no digo que pedir esté mal.
Ya en la secundaria aprendí a tocar guitarra y me metí a un coro. Fue una experiencia muy bonita porque ensayábamos canciones e íbamos a cantar a la iglesia los domingos. También teníamos círculos bíblicos los martes en la noche. Eso me dio mayor conocimiento de Dios. Si simplemente vas a misa no alcanzas a tener mayor conocimiento de Dios. Pero si le dedicas más tiempo te das cuenta. Lees la palabra de Dios y platicas sobre ella. Es el tipo de cosas que hacen que te acerques a Dios.
Mencionabas que no has tenido experiencias sensoriales de Dios pero sí de otro tipo. ¿Podrías describirlas?
Donde yo he experimentado mucho a Dios es a través de los encuentros matrimoniales de los carmelitas. Mi esposa Silvia y yo llevamos diez años ahí. Vamos al menos a un encuentro cada año. Ves cómo los matrimonios llegan con unas broncas terribles y ves lo distinto que son a la salida. Normalmente hay una reunión del equipo para ver cómo nos fue, le hacemos a las parejas una encuesta al final y una de las preguntas que hacemos es: "¿Qué encontraste? E invariablemente dicen: "Encontré a Dios". Con los cambios que se dan tú ves: aquí está Dios.
Como humanos que somos queremos que Dios actúe y piense como humano, queremos buscarlo como algo físico, pero cuando tú te das a otra persona y la otra persona se da, Dios se hace presente. Esa ha sido mi experiencia.
Una persona trae una bronca tremenda, abre su corazón y deja salir lo bueno. Como aquél que recibió la carta de su hijo que le decía: "Papá, a veces quisiera que no regresaras". Eso te cimbra. El más duro de los duros que reciba eso no puede responder de otra manera. Esos son signos y ves el cambio y ves que la labor que se hizo fue buena y entonces algo dentro de ti se llena y se desborda.
Después de varios años de hacer eso no puedo negar que ahí está Dios. Para mí el percibir eso es una de las mayores experiencias. Por definición, para mí, Dios es amor y lo experimentas en el amor. Hay otras formas de amor que te pueden hacer sentir eso, en la misma familia y en otros lados, pero para mí esa es de las experiencias más importantes.
Para entender mejor el contexto de tu experiencia, ¿podrías describir un poco lo que se hace en los encuentros matrimoniales?
El encuentro es una serie de reflexiones y ejercicios que hacen las parejas. Son charlas y vivencias sobre un tema. Compartes sobre todo una vivencia relacionada con la charla y al final reflexionan sobre lo que están haciendo.
Hay ciertos momentos donde se hacen ejercicios de comunicación de pareja. Hay un proceso de autorreflexión, análisis y proyección (lo que se va a hacer al respecto).
Parece terapia, pero el resultado es un encuentro con Dios...
Es una especie de terapia, pero hay reflexiones sobre la boda de Caná, charlas, experiencias compartidas e identificación de unos con otros. El resultado tiene que ver con la presencia de Dios que todos generamos al estar unidos. También encuentran a un esposo o a una esposa maravillosa que tenían perdida hace diez años. Con lo que compartimos todos llegan a la conclusión del encuentro con Dios.
El amor siempre está dentro de la persona, pero muchas veces está muy oculto. Qué milagro el que lo podamos descubrir y, en ocasiones, con cosas muy fuertes. El hecho de que alguien lo viva y lo comparta es un regalo muy grande y es cuando dices que Dios está ahí, es donde te habla y se hace presente. ¡Qué maravilla!
¿Hacia dónde te gustaría encaminar tu crecimiento espiritual?
Hace un par de años estuve en un taller de oración con el padre Ignacio Larrañaga. Fue algo interesante, distinto. De chico rezaba el Ave María y la letanía, pero no es la verdadera oración. Ignacio va más a la meditación, oración con los ojos cerrados, con una imagen, con palabras. Me gustó, pero no la he practicado.
Me he acercado con Silvia a la yoga. Me gustaría y me ayudaría a tener más paz interior. Cuando no la tienes es cuando tienes inquietud de ausencia de Dios. El conflicto con la esposa o compañeros es momento de inquietud. Me gustaría tener una experiencia más íntima, más meditativa. Sé que puedo encontrar a Dios ahí.
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