Sentía una gran ausencia de Dios y la aceptaba como Su voluntad
Extractos de las cartas privadas de la Madre Teresa (1910-1997).[1]
Ingreso al convento de Loreto
“Desde los cinco
años y medio, cuando Le recibí [a Jesús] por primera vez, el amor por las almas
ha estado en mí. Creció con los años[2]
“Al
principio, entre los doce y los dieciocho años yo no quería ser religiosa.
Éramos una familia muy feliz. Pero cuando tuve dieciocho años, decidí dejar mi
hogar para hacerme religiosa, y desde entonces, en estos cuarenta años, nunca
he dudado ni siquiera un segundo de haber hecho lo correcto; era la voluntad de
Dios. Era Su elección”.[3]
Los términos en los que solicitó su admisión al Instituto
de la Bienaventurada
Virgen María (las Hermanas de Loreto) fueron los siguientes:
Reverenda Madre
Superiora:
Sea tan amable de escuchar mi
sincero deseo. Quisiera entrar en su Congregación, con el fin de llegar a ser
un día una hermana misionera y trabajar por Jesús que murió por todos nosotros.
He terminado el quinto curso de la
escuela secundaria; hablo albanés, que es mi lengua materna y serbio; conozco
un poco el francés, no sé nada de inglés, pero espero que Dios me ayude a
aprender lo poco que necesito y entonces empezaré inmediatamente en estos días
a practicarlo.
No tengo otro requisito especial,
sólo quiero estar en las misiones y todo lo demás lo dejo completamente a la
disposición del buen Dios.
En
Skopje, 28-VI-1928
Gonda
Bojadjievic[4]
A menudo tengo a la oscuridad
como compañera
Nueve años después la Madre Teresa le escribió una
carta al padre jesuita Franjo Jambrekovic, al que conoció en Skopje, Macedonia,
antes de entrar al convento:
“Acabo de recibir
la carta de la Reverenda Madre
General en la cual me da el permiso para hacer mis votos perpetuos. Será el 24
de mayo de 1937. ¡Qué gran gracia! Realmente no puedo agradecer lo suficiente a
Dios todo lo que ha hecho por mí. ¡Suya para el resto de la eternidad! Ahora me
alegra de todo corazón haber llevado con alegría mi cruz con Jesús. Hubo
sufrimientos –momentos cuando mis ojos estaban llenos de lágrimas- pero Le doy
gracias a Dios por todo. Jesús y yo hemos sido amigos hasta ahora. Rece para
que me dé la gracia de la perseverancia. Este mes empiezo mis tres meses de
tercera probación. Habrá más que suficiente [para ofrecer] por Jesús y por las
almas, pero estoy tan feliz. Antes las cruces me daban miedo, se me ponía la
carne de gallina sólo de pensar en el sufrimiento, pero ahora lo abrazo incluso
antes de que llegue y así Jesús y yo vivimos en el amor.
No piense que mi vida espiritual
está sembrada de rosas, esa es la flor que casi nunca encuentro en mi camino.
Todo lo contrario, más a menudo, tengo a la por compañera. Y
cuando la noche se hace más espesa y me parece que voy a terminar en el
infierno, entonces simplemente me entrego a Jesús. Si Él quiere que yo vaya,
estoy preparada, peo sólo con la condición de que de verdad Le haga feliz.
Necesito mucha gracia, mucha fuerza de Cristo para perseverar en la confianza,
en ese amor ciego que conduce sólo hacia Jesús Crucificado. Pero soy feliz, sí,
más feliz que nunca. Y no desearía por nada en el mundo deshacerme de mis
sufrimientos. Pero no piense que sólo sufro. Ah no, río más de lo que sufro, de
modo que algunos han concluido que soy la esposa mimada de Jesús, que vive con
Jesús en Nazaret, lejos del Calvario.”[5]
Nueve meses después se comunicó de nuevo con el padre
Franjo y le dijo:
“Seguramente sabe
que hice mis votos perpetuos. También pensé en usted ese día; si supera lo
feliz que fui de poder, por mi propia voluntad, encender mi propio sacrificio.
¡Ahora soy Suya y para toda la eternidad! Seguro que no se puede imaginar a la Gonda de antes, ahora como
esposa de Jesús. Pero Él ha sido siempre tan infinitamente bueno conmigo, como
si hubiera querido asegurarse la posesión de mi corazón para Sí. De nuevo le
agradezco sinceramente todo lo que ha hecho por mí.
[...]
Si queremos que Bengala sea para Cristo tenemos que pagar con muchos
sacrificios. Ahora realmente me alegro cuando algo no va como yo deseo, porque
veo que Él quiere nuestra confianza, por eso, ante la pérdida, alabemos a Dios
como si lo tuviéramos todo.
Quizá mamá le haya escrito. Está
ahora con mi hermano. Son muy felices. Sólo echan de menos algo: su Gonda. Pero
gracias a Dios, mamá tiene cerca la iglesia de nuevo y puede hablar albanés.
Qué feliz le hace. Mi hermana ha sido nombrada presidenta de la cofradía de
nuestra Señora para las jóvenes de la escuela secundaria. Espero que haga mucho
por Jesús.
Seguro que quiere alguna noticia
sobre mí. Le pido una cosa, rece mucho por mí, necesito oraciones, ahora más
que nunca. Quiero ser sólo toda de Jesús, de verdad y no sólo de nombre y
hábito. Muchas veces esto sale al revés y así mi reverendísimo ocupa
el lugar más importante. Siempre la misma Gonda orgullosa. Sólo una cosa es
diferente: mi amor a Jesús. Yo daría todo, incluso mi propia vida, por Él.
Suena bonito pero en realidad no es tan fácil. Recuerde que una vez usted me
dijo en Skopje: . No
sé si en aquel tiempo pensaba como lo hago ahora, pero ahora sí, alegremente e
incluso sin una lágrima”.[6]
El mes de abril del año 1942 la Madre Teresa quiso darle “a Dios
algo muy hermoso” y se comprometió ante Él “obligándome bajo [pena de] pecado
mortal, a dar a Dios todo lo que me pidiera, a no negarle nada”.[7]
“El día de la inspiración”
El mes de
septiembre de 1946, la Madre Teresa,
fue a un retiro a Darjeeling, un pueblo ubicado a los pies del Himalaya.
Durante el viaje en el tren, el martes 10 de septiembre: “Dios me hizo para saciar la sed de Jesús sirviéndole en
los más pobres de los pobres”.[8]
A partir de ese día y hasta la mitad del año siguiente recibió muchas
locuciones interiores procedentes de Jesucristo, según lo identificó ella
misma. A continuación se extractan algunas locuciones significativas que se
dieron durante esos meses de 1946-1947 y que reorientaron el trabajo religioso
de la madre.
Las locuciones interiores con Jesucristo:
“Quiero religiosas
indias, víctimas de Mi amor, quienes serían María y Marta, quienes estarían tan
unidas a Mí como para irradiar Mi amor sobre las almas. Quiero religiosas
libres revestidas con Mi pobreza de la Cruz.
Quiero religiosas obedientes revestidas con Mi obediencia de la Cruz. Quiero religiosas llenas
de amor revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te negarás a hacer esto por Mí?”
“Te has hecho mi
esposa por amor a Mí, has venido a la
India por Mí. La sed que tenías de almas te trajo tan lejos.
¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por Mí, por las almas? ¿Se ha
enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú no moriste por las almas,
por eso no te importa lo que suceda. Tu corazón nunca estuvo ahogado en el
dolor como lo estuvo el de Mi Madre. Ambos nos dimos totalmente por las almas.
¿Y tú? Tienes miedo de perder tu vocación, de convertirte en seglar, de faltar
a la perseverancia.
No, tu vocación es amar y sufrir y salvar
almas y dando este paso cumplirás el deseo de Mi Corazón para ti. Esa es tu
vocación. Vestirás con sencillas ropas indias o más bien como vistió Mi Madre,
sencilla y pobre. Tu hábito actual es santo porque es Mi símbolo, tu sari
llegará a ser santo porque será Mi símbolo.”
“Quiero hermanas
indias Misioneras de la
Caridad que serían Mi fuego de amor entre los más pobres, los
enfermos, los moribundos, los niños pequeños de la calle. Quiero que Me traigas
a los pobres y las hermanas que ofrecerían sus vidas como víctimas de Mi amor,
me traerían estas almas a Mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y
pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para Mi Gloria. ¿Te
negarás?”.[9]
“Has dicho
siempre:. Ahora quiero actuar, déjame
hacerlo, mi pequeña esposa, mi pequeñita. No tengas miedo, estaré siempre
contigo. Sufrirás y sufres ahora, pero si eres mi pequeña esposa, la esposa de
Jesús Crucificado, tendrás que soportar estos tormentos en tu corazón. Déjame
actuar, no me rechaces. Confía en Mí amorosamente, confía en Mí ciegamente.
Pequeñita, dame almas, dame las almas de los pobres niñitos de la calle. Cómo
duele, si tú sólo supieras, ver a estos niños pobres manchados de pecado.
Anhelo la pureza de su amor. Si sólo respondieras a Mi llamada y Me trajeras a
estas almas, apartándolas de las manos del maligno. Si sólo supieras cuántos
pequeños caen en pecado cada día.
Hay conventos con numerosas
religiosas cuidando a los ricos y a los que pueden valerse por sí mismos, pero
para Mis muy pobres no hay absolutamente ninguna. Es a ellos a quien anhelo,
les amo. ¿Te negarás? Pide a su Excelencia que me conceda esto como
agradecimiento por los 25 años de gracias que le he dado”.[10]
“Pequeña mía, ven,
ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé Mi luz. No puedo ir solo, no
Me conocen, por eso no Me quieren. Tú ven, ve hacia ellos, llévame hasta ellos.
Cuánto anhelo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares. Ven,
sé su víctima. En tu inmolación, en tu amor por Mí, ellos Me verán, Me
conocerán, Me querrán. Ofrece más sacrificios, sonríe más tiernamente, reza más
fervientemente desaparecerán todas las
dificultades.
Tienes miedo. Cómo Me duele tu
temor. No temas. Soy Yo quien te está pidiendo que hagas esto por Mí. No temas.
Aunque el mundo entero esté en contra de ti, se ría de ti, aunque tus
compañeras y Superioras te desprecien, no temas. Yo estoy en ti, contigo, por
ti.
Sufrirás, sufrirás muchísimo, pero
recuerda que Yo estoy contigo. Incluso si el mundo entero te rechaza, recuerda
que tú eres Mía y Yo soy sólo tuyo. No temas. Soy Yo. Sólo obedece, obedece muy
alegre y prontamente y sin ninguna pregunta, tan sólo obedece. Nunca te dejaré
si obedeces”.[11]
Las tres visiones sobre su nueva misión religiosa
1. “Vi una gran
muchedumbre, todo tipo de personas muy pobres y también había niños. Todos
ellos tenían sus manos alzadas hacia mí, yo estaba de pie y ellos alrededor.
Gritaban:
2. De nuevo esa
gran muchedumbre, pude ver gran dolor y sufrimiento en sus rostros, yo estaba
arrodillada cerca de Nuestra Señora que estaba frente a ellos. No vi su cara,
pero oí que decía:
3. La misma gran
muchedumbre, estaban cubiertos en oscuridad. Sin embargo los podía ver. Nuestro
Señor en la Cruz. Nuestra
Señora, a poca distancia de la
Cruz y yo como una niña pequeña enfrente de ella. Su mano
izquierda estaba sobre mi hombro izquierdo y su mano derecha sostenía mi brazo
derecho. Ambas estábamos frente a la Cruz.
Nuestro Señor dijo: [12]
Exclaustración de Loreto y
fundación de las Misioneras de la
Caridad
Después de un
tiempo de discernimiento de espíritus con su director espiritual, el padre
jesuita Celeste Van Exem y de un largo procedimiento burocrático eclesial,
respaldado por el arzobispo de Calcuta, Ferdinad Périer, S.J., logró primero la
exclaustración, el inicio del trabajo con los más pobres de los pobres en
Calcuta y la aprobación de su congregación religiosa denominada Misioneras de la Caridad.
El 8 de agosto de 1948 le llegó la
autorización de Roma para que la Madre
Teresa dejara el convento de Loreto por un año y comenzara su
nueva misión. Después de prepararse como enfermera y hacer un retiro
espiritual, el 21 de diciembre de ese mismo año fue por primera vez a los
barrios marginados como una Misionera de la Caridad. El 19 de marzo de 1949
se le unió en el trabajo, Shubashini Das, la futura hermana Agnes y al año
siguiente, en marzo de 1950 pidió al Papa Pío XII se aprobación para la nueva
Congregación Religiosa como Instituto Diocesano y el 7 de octubre de 1950, con
el permiso de la Santa Sede,
monseñor Périer estableció oficialmente la Congregación de las
Hermanas Misioneras de la
Caridad.
El objetivo de la nueva Congregación
fue formulado de la siguiente manera: “Saciar la sed de Nuestro Señor
Jesucristo para la salvación de las almas, mediante la observancia de los tres
votos de Pobreza, Castidad y Obediencia, y de un cuarto voto adicional de
dedicarse con abnegación al cuidado de los pobres y los necesitado que,
destrozados por la miseria y la indigencia, viven en condiciones impropias de la
dignidad humana. En consecuencia, las que entran en este Instituto se
comprometen a darse incansablemente en la búsqueda, en ciudades y pueblos,
incluso entre los alrededores sórdidos, los más pobres, los abandonados, los
enfermos, los inválidos, los moribundos; cuidándoles, ayudándoles, visitándoles
asiduamente e instruyéndoles en la Doctrina Cristiana,
esforzándose al máximo en su conversión y su santificación [...] Y llevando a
cabo cualquier otro trabajo o servicio apostólico similar, por muy humilde y
miserable que parezca”.[13]
Veinticinco años después de su
fundación las Misioneras de la
Caridad eran ya más de mil hermanas en ochenta y cinco
fundaciones repartidas en quince países.[14]
Y antes de su muerte en 1997, la Madre
Teresa expuso a la agencia Zenit el crecimiento impresionante
de su Congregación: “Tenemos 3,604 hermanas que han pronunciado los votos
religiosos, 411 novicias y 260 aspirantes a religiosas. Estamos esparcidas en
119 países. Hoy disponemos de 560 tabernáculos o casas”.[15]
En su explicación de las
Constituciones, la Madre Teresa
describió a sus hermanas lo que le parecía que era el espíritu de la Congregación:
“El amor verdadero
es entrega. Cuanto más amamos, más nos entregamos. Si verdaderamente amamos a
las almas, debemos estar dispuestas a ocupar su lugar, a tomar sobre nosotros
sus pecados y afrontar la ira de Dios. Sólo así nos convertimos en instrumentos
suyos y hacemos de ellas nuestro fin. Debemos ser holocaustos vivientes, ya que
el mundo nos necesita como tales. Ya que al dar lo poco que poseemos, lo damos
todo y no hay límite al amor que nos impulsa dar. Darse completamente a Dios es
ser Su Víctima, la víctima de Su amor rechazado, el amor por el que el Corazón
de Dios ame tanto a los hombres. Éste [es] el Espíritu de nuestra Congregación,
el don total a Dios. No podemos contentar con lo común. Lo que es bueno para
otros religiosos no es suficiente para nosotras. Tenemos que saciar la sed de
un Dios infinito, que muere de amor. Sólo una entrega total puede satisfacer el
ardiente deseo de una verdadera Misionera de la Caridad. Ser Su Víctima, estar
a su disposición”. [16]
“¿Por qué nos
debemos dar totalmente a Dios? Porque Dios se ha dado a Sí mismo a nosotros. Si
Dios, que no nos debe nada, está dispuesto a darnos nada menos que a Sí mismo,
¿responderemos sólo con una fracción de nosotros mismos? Darnos totalmente a
Dios es un medio para recibir a Dios mismo. Yo para Dios y Dios para mí. Yo
vivo para Dios y renuncio a mi propio yo y de este modo induzco a Dios a vivir
para mí. Por lo tanto, para poseer a Dios debemos dejar que Él posea nuestra
alma”.[17]
Una oscuridad terrible dentro de
mí, como si todo estuviera muerto
Aunque antes de
hacer sus votos perpetuos frecuentemente se sentía en la oscuridad interior, no
fue sino hasta después de haber fundado la Congregación de las
Hermanas Misioneras de la
Caridad que empezó a sentir la ausencia de Dios, su abandono
e incluso su desprecio. Esto se convirtió en una situación permanente hasta el
día de su muerte. Sin embargo ese vacío, esa soledad y esa ausencia la vivía
como una manera de relacionarse con Dios, querida por Dios y aceptada por ella.
Aunque eso mismo no dejó de desconcertarla y aunque nunca buscó terminar con la
situación, sí trató de entender lo que le estaba pasando y esperó que fuera
algo pasajero.
El primero con el que trató de
entender lo que le sucedía fue con el arzobispo de Calcuta, el jesuita Ferdinad
Périer, que era su superior inmediato. A él le dijo: “Por favor, rece
especialmente por mí para que no estropee Su obra y para que Nuestro Señor se
muestre a Sí mismo –ya que hay una oscuridad tan terrible dentro de mí, como si
todo estuviera muerto. Esto es así, más o menos, desde el tiempo en que comencé
. Pídale a Nuestro Señor que me dé ánimo”.[18]
A lo largo de su vida fue teniendo
diferentes directores espirituales, todos le ayudaron algo a interpretar su
experiencia de Dios y todos se quedaron, a final de cuentas, sin saber qué
decir.
Hay varios escritos que dan una
visión de conjunto de la experiencia interior de la Madre Teresa y otros breves que
comunican detalles. Vamos a retomar primero esos escritos que dan una visión de
conjunto de su interioridad (en orden cronológico) y después presentaremos
algunos extractos que muestran algunos detalles significativos.
Llamo, me aferro, y no hay Nadie
que conteste
“Asunto de
confesión.
En las tinieblas
[...]
Señor,
Dios mío, ¿quién soy yo para que Tú me abandones? La niña de Tu amor –y ahora
convertida en la más odiada, la que Tú has desechado como despreciada, no
amada. Llamo, me aferro, y quiero, y no hay Nadie que conteste, no hay Nadie a
Quien yo me pueda aferrar, no, Nadie. Sola. La oscuridad es tan oscura, y yo
estoy sola, despreciada, abandonada. La soledad del corazón que quiere el amor
es insoportable. ¿Dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo, todo dentro, no
han nada sino vacío y oscuridad. Dios mío, qué doloroso es este dolor desconocido.
Duele sin cesar. No tengo fe. No me atrevo a pronunciar las palabras y
pensamientos que se agolpan en mi corazón y me hacen sufrir una agonía
indecible.
Tantas
preguntas sin respuesta viven dentro de mí, me da miedo descubrirlas, a causa
de la blasfemia. Si Dios existe, por favor perdóname. Confío en que todo esto
terminará en el Cielo con Jesús. Cuando intento elevar mis pensamientos al
Cielo, hay un vacío tan acusador que esos mismos pensamientos regresan como
cuchillos afilados y hieren mi alma. Amor, la palabra, no trae nada. Se me dice
que Dios me ama y sin embargo la realidad de la oscuridad y de la frialdad y
del vacío es tan grande que nada mueve mi alma.
Antes
de que comenzara la obra, había tanta unión, amor, fe, confianza, oración,
sacrificio. ¿Me equivoqué al entregarme ciegamente a la llamada del Sagrado
Corazón? La obra no es una duda, porque estoy convencida de que es Suya y no
mía. No siento, en mi corazón no hay el más mínimo pensamiento o tentación de
atribuirme algo de la obra.
Todo
el tiempo sonriendo. Las Hermanas y la gente hacen comentarios de este tipo.
Ellos piensan que mi fe, mi confianza y mi amor llenan todo mi ser y que la
intimidad con Dios y la unión a su Voluntad impregnan mi corazón. Si supiesen
cómo mi alegría es el manto bajo el que cubro el vacío y la miseria.
A
pesar de todo, esta oscuridad y este vacío no son tan dolorosos como el anhelo
de Dios Esta contradicción, o temo, va a desequilibrarme. ¿Qué estás haciendo
Dios mío con una tan pequeña? ¿Cuándo pediste imprimir Tu Pasión en mi corazón
¿ésta es la respuesta?
Si
esto Te trae gloria, si Tú obtienes de esto una gota de alegría, si esto Te
lleva almas, si mi sufrimiento sacia Tu Sed, aquí estoy Señor, con alegría
acepto todo hasta el final de la vida y sonreiré a Tu Rostro Oculto, siempre”.[19]
En mi corazón no hay fe, ni
amor, ni confianza
El siguiente texto
está adjunto a una carta que le escribió al padre Picachy el 3 de septiembre de
1959, y la Madre Teresa
lo pone como parte de su confesión:
Jesús mío:
Desde mi infancia Tú me has llamado
y me has guardado para Ti y ahora cuando ambos hemos tomado el mismo camino,
ahora Jesús, yo voy por el camino equivocado.
Dicen que la gente en el infierno
sufre un dolor eterno por la pérdida de Dios. Resistirían todo ese sufrimiento
si solamente tuviesen un poco de esperanza de poseer a Dios. En mi alma siento
precisamente ese dolor terrible de pérdida, de que Dios no me quiere, de que
Dios no es Dios, de que Dios realmente no existe (Jesús, por favor, perdona mis
blasfemias, se me ha dicho que lo escriba todo). Esa oscuridad que me rodea por
todas partes –no puedo elevar mi alma a Dios- no entra luz alguna ni
inspiración en mi alma.
Hablo del amor a las almas, del amor
tierno a Dios, las palabras pasan a través de mis [labios] y anhelo con un
profundo deseo creer en ellas. ¿Para qué trabajo tanto? Si no hay Dios, no
puede haber alma. Si no hay alma entonces, Jesús, Tú tampoco eres verdadero.
Cielo, qué vacío, ni un solo pensamiento del Cielo entra en mi mente, pues no
hay esperanza. Tengo miedo de escribir todas las cosas terribles que pasan en
mi alma. Te deben herir.
En mi corazón no hay fe, ni amor, ni
confianza, hay tantísimo dolor, el dolor del anhelo, el dolor de no ser
querida. Quiero a Dios con todas las fuerzas de mi alma y sin embargo allí,
entre nosotros, hay una terrible separación. Ya no rezo más, pronuncio palabras
de las oraciones comunitarias y hago todo lo posible por sacar de cada palabra
la dulzura que tiene que dar. Pero mi oración de unión ya no está ahí. Ya no
rezo. Mi alma no es una Contigo y sin embargo cuando estoy sola en las calles,
Te hablo durante horas, de mi anhelo por Ti. Qué intimas son aquellas palabras
y sin embargo tan vacías, porque me dejan lejos de Ti.
La obra no contiene alegría, ni
atracción, ni celo. Recuerdo que le dije a la Madre Provincial, que dejaba
Loreto, por las almas, por una sola alma, y ella no podía entender mis
palabras. Hago todo lo que puedo. Me desvivo, pero estoy más que convencida que
la obra, no es mía. No dudo que fuiste Tú quien me llamó, con muchísimo amor y
fuerza. Fuiste Tú, lo sé. Es por esto que la obra es Tuya y eres Tú incluso
ahora, pero no tengo fe, no creo. Jesús, no permitas que mi alma sea engañada,
ni me dejes engañar a nadie.
En la llamada Tú dijiste que tendría
que sufrir mucho. Diez años, Jesús mío, Tú has hecho conmigo según Tu voluntad
y, Jesús, oye mi oración, si esto Te complace, si mi dolor y sufrimiento, mi
oscuridad y mi separación Te da una gota de consuelo, Jesús mío, haz conmigo lo
que Tú desees, el tiempo que Tú desees, sin una sola mirada a mis sentimientos
y dolor. Te pertenezco. Imprime en mi alma y mi vida los sufrimientos de Tu
Corazón. No Te preocupes por mis sentimientos. No Te preocupes ni siquiera, por
mi dolor. Si mi separación de Ti, lleva a otros a Ti y en su amor y su compañía
encuentras alegría y placer, entonces Jesús, estoy dispuesta con todo mi
corazón a sufrir lo que sufro, no sólo ahora sino por toda la eternidad, si
esto fuera posible. Tu felicidad es lo único que quiero. Por lo demás, por
favor no Te molestes, incluso si me ves desmayar de dolor.
Es mi voluntad, quiero saciar Tu sed
con cada gota de sangre que Tú puedas encontrar en mí. No me permitas que Te
haga daño de ninguna manera, quítame el poder herirte. De corazón y con toda el
alma, trabajaré para las Hermanas, porque son Tuyas. Todas y cada una, son
Tuyas.
Te suplico sólo una cosa, por favor
no te preocupes por volver pronto. Estoy dispuesta a esperarte toda la
eternidad.
Tu pequeña”.[20]
Él ha tirado, como despreciada,
a la hija de Su Amor
A solicitud del
padre jesuita Joseph Neuner, la
Madre Teresa describió su itinerario espiritual en abril de
1961:
En Loreto, Padre,
yo era muy feliz. Creo que era la religiosa más feliz. Luego vino la llamada.
Nuestro Señor me pidió directamente, la voz era clara y llena de convicción.
Una y otra vez Él pidió en 1946. Yo sabía que era Él. Miedo y terribles
sentimientos, miedo de ser engañada. Pero como yo siempre he vivido en
obediencia, presenté todo a mi padre espiritual, esperando todo el tiempo que
diría que todo era un engaño del demonio, pero no, como la voz, el dijo, es
Jesús quien le está pidiendo y entonces usted sabe cómo se desenvolvió todo.
Mis superioras me enviaron a Asansol en 1947 y allí fue como si nuestro Señor
se me diera Él mismo totalmente. La dulzura, la consolación y la unión de
aquellos 6 meses pasaron demasiado rápido.
Después empezó la obra en diciembre
de 1948. Hacia 1950, a
medida que creció el número de Hermanas, creció la obra.
Ahora, Padre, desde 1949 o 1950 este
terrible sentido de pérdida, esta indecible oscuridad, esta soledad, este
continuo deseo de Dios que me produce
ese dolor tan profundo en mi corazón. Las tinieblas son tan profundas que
realmente no veo, ni con mi mente ni con mi razón. El lugar de Dios en mi alma
está vacío. No hay Dios en mí. Cuando el dolor de esta ansia es tan grande, yo
simplemente deseo y deseo a Dios y entonces es cuando siento: Él no me quiere,
no está allí. El Cielo, las almas, son sólo palabras que no significan nada
para mí. Mi propia vida parece tan contradictoria. Ayudo a las almas, ¿para ir
adónde? ¿Por qué todo esto? ¿Dónde está mi alma en mi ser? Dios no me quiere. A
veces sólo escucho mi corazón gritar: y no viene nada más. No
puedo explicar la tortura y el dolor. Desde mi infancia he tenido el amor más
tierno a Jesús en el Santísimo Sacramento, pero esto también se ha ido. No
siento nada ante Jesús y, sin embargo, por nada del mundo perdería una Santa
Comunión.
Ve usted, Padre, la contradicción en
mi vida. Anhelo a Dios, quiero amarle, amarle mucho, vivir sólo por amor a Él
–sólo amar- y sin embargo sólo hay dolor; anhelo y no amor. Años atrás –hace
ahora unos 17 años- yo quería darle a Dios algo muy hermoso. Me comprometí,
bajo pena de pecado mortal, a no negarle nada. Desde entonces he mantenido esta
promesa y cuando a veces la oscuridad es muy oscura y estoy a punto de decir
a Dios, el pensamiento de aquella promesa me anima.
Quiero sólo a Dios en mi vida.
es sólo Suya realmente. El pidió, Él me dijo qué hacer. Él
siguió cada paso, dirige cada movimiento que tomo, pone las palabras en mi
boca, hace que enseñe el camino a las Hermanas. Todo esto y todo en mí es Él.
Por este motivo, cuando el mundo me alaba, en realidad no me toca, ni siquiera
la superficie, de mi alma. Sobre la obra, estoy convencida, de que es toda
Suya.
Antes podía pasar horas ante Nuestro
Señor, amándole, hablándole, y ahora, ni siquiera la meditación discurre
adecuadamente. Nada sino: , incluso eso a veces no viene. Sin
embargo, en algún lugar de mi corazón, ese anhelo de Dios sigue abriéndose paso
en la oscuridad. Cuando estoy fuera, en el trabajo, o estoy ocupada en
encontrar a la gente, hay una presencia, de alguien viviendo muy cerca en mí.
No sé lo que es, pero muy a menudo, incluso diario, ese amor en mí hacia Dios
se hace más real. Me encuentro a mí misma haciéndole inconscientemente a Jesús
las más extrañas declaraciones de amor.
Padre, le he abierto mi corazón a
usted. Enséñeme a amar a Dios, enséñeme a amarle mucho. No soy instruida, no sé
muchas cosas sobre las cosas de Dios. Quiero amar a Dios como y para lo que Él
es para mí, .
Muy a menudo deseo alimentarme con
lo que doy a mis Hermanas, pero nunca lo puedo hacer, lo mismo sobre los libros
espirituales.
Todo esto era tan natural para mí
antes, hasta que Nuestro Señor vino totalmente a mi vida. Amaba a Dios con
todas las fuerzas del corazón de una hija. Él era el centro de todo lo que yo
hacía y decía. Ahora, Padre, es tan oscuro, tan diferente y sin embargo todo en
mí es suyo, a pesar de que Él no me quiera, como si no cuidara de mí.
Cuando empezó la obra, sabía todo lo
que significaría. Pero con todo mi corazón acepté todo entonces. Sólo hice una
oración: que me concediera la gracia de dar santos a la Iglesia.
Mis Hermanas, Padre, son el regalo
de Dios para mí, son sagradas para mí, cada una de ellas. Por eso las amo más
que a mí misma. Son una grandísima parte de mi vida.
Mi corazón, mi alma y mi cuerpo sólo
pertenecen a Dios. Él ha tirado, como despreciada, a la hija de Su Amor. Y para
esto, Padre, he hecho este propósito en este retiro:
Estar a Su disposición.
Dejar que haga conmigo todo lo que
Él quiera, como quiera, tanto tiempo como quiera. Si mi oscuridad es luz para
alguna alma, incluso si no es nada para nadie, soy perfectamente feliz de ser
una flor del campo de Dios.[21]
No me quejo, que haga conmigo lo
que quiera
Los escritos
anteriores pertenecen a las cartas donde
la Madre Teresa
da una descripción más completa de la oscuridad interior en la que vive y llega
hasta el año de 1961. En seguida se presentarán, en orden cronológico,
extractos de las cartas en las que hace una breve referencia a la forma en que
está percibiendo su relación con Dios. El período que cubrirá es desde los años
cincuenta hasta el final de su vida en 1997. Se incluyen también algunas cartas
en las que trata la situación de otras personas, pero que dan indicaciones de
cómo está entendiendo ella su propia situación.
“Mi alma permanece
en profundas tinieblas y desolación. No, no me quejo –que haga conmigo lo que
quiera”.[22]
“Rece por mí –pues
en mi interior hay un frío glacial- Sólo la fe ciega me sostiene, ya que en
realidad para mí todo está en tinieblas. Mientras Nuestro Señor reciba todo el
deleite- la verdad es que yo no cuento”.[23]
“Anhelo, con dolor,
ser toda para Dios, ser santa de tal modo que Jesús pueda vivir plenamente Su
vida en mí. Cuanto más Le quiero, menos me quiere. Quiero amarle como nunca ha
sido amado y sin embargo hay esa separación, ese terrible vacío, ese
sentimiento de ausencia de Dios”.[24]
“Por favor rece por
mí para que Dios quiera levantar estas tinieblas de mi alma sólo durante unos
días. Pues a veces la agonía de la desolación es tan grande y al mismo tiempo
el anhelo por el “Ausente” es tan profundo, que la única oración que puedo
decir es: Sagrado Corazón de Jesús en vos confío, saciaré Tu sed de almas”.[25]
“Hay tanta
contradicción en mi alma, un deseo tan profundo de Dios –tan profundo que es
doloroso- un sufrimiento continuo y sin embargo no soy querida por Dios,
rechazada, vacía, ni fe, ni amor, ni fervor. Las almas no me atraen, el Cielo
no significa nada, me parece un lugar vacío, la idea del Cielo no significa
nada para mí y sin embargo este atormentador anhelo de Dios. Rece por mí por
favor para que continúe sonriéndole a pesar de todo. Pues soy sólo Suya, de
modo que Él tiene todo el derecho sobre mí. Soy perfectamente feliz de no ser
nadie, ni siquiera para Dios”.[26]
“Quiero ser santa
según Su Corazón manso y humilde, por eso me esforzaré todo lo posible en estas
dos virtudes de Jesús.
Mi
segundo propósito es llegar a ser un apóstol de la Alegría, para consolar al
Sagrado Corazón de Jesús mediante la alegría.
Por
favor, pídale a Nuestra Señora que me dé su corazón de modo que pueda cumplir
más fácilmente su deseo para mí. Quiero sonreír incluso a Jesús y así, si es
posible, esconderle incluso a Él el dolor y la oscuridad de mi alma”.[27]
“Rece por mí para
que pueda tener el valor de seguir sonriendo a Jesús. Entiendo un poco las
torturas del infierno, sin Dios. No tengo ninguna palabra para expresar lo que
quiero decir y sin embargo el pasado Primer Viernes, consciente y
voluntariamente ofrecí al Sagrado Corazón incluso pasar la eternidad en este
terrible sufrimiento, si esto Le daba ahora un poco más de felicidad o el amor
de una sola alma. Quiero hablar, sin embargo no sale nada, no encuentro ninguna
palabra para expresar este abismo de tinieblas. Pero, a pesar de todo, soy Su pequeña,
y Le amo, no por lo que da sino por lo que toma”.[28]
Un mes sin tinieblas, con una
alegría indecible
“Le alegrará saber
que el día que usted ofreció su Santa Misa en la Catedral por el alma de
nuestro Santo Padre [Pío XII], le pedí a él una prueba de que Dios está
contento con la Congregación. Allí,
en ese momento desaparecieron las largas
tinieblas, ese dolor de pérdida, de soledad, ese extraño sufrimiento de diez
años. Hoy mi alma está llena de amor, con una alegría indecible, con una unión
de amor inquebrantable o intacto. Por favor dé las gracias a Dios conmigo y
por mí”.[29]
“Nuestro Señor
pensó que era mejor para mí estar en el túnel, así, Él se fue de nuevo,
dejándome sola. Le estoy agradecida por el mes de amor que me dio. Por favor,
pídale a Nuestra Señora que me mantenga cerca de Ella para que no pierda el
camino en la oscuridad”.[30]
“Leí algo muy
hermoso en la vida del hermano Benito [de Goes] S.J.: ”.[31]
Yo puedo aliviar los sufrimientos
de Jesús
“El retiro que el
Reverendo P.T. Picachy está predicando a las Hermanas como preparación para los
votos perpetuos es el más práctico que nunca he oído en los 30 años de mi vida
religiosa, y sin embargo sigue estrictamente los ejercicios espirituales de San
Ignacio”.[32]
Notas del octavo día de ejercicios espirituales con el
padre Picachy, dados del 29 de marzo al 13 de abril de 1959:
Regla número uno de
las Misioneras de la Caridad:
<La finalidad General de la Congregación es
saciar la sed de Jesucristo en la
Cruz, sed de amor a las almas, a través de la observancia por
parte de las Hermanas de los cuatro Votos de Pobreza absoluta, de Castidad, de
Obediencia y de sacrificarse a trabajar entre los pobres según las
Constituciones>
Regla número 86:
<Cada Hermana de esta Congregación tiene que
convertirse en una colaboradora de Cristo en los barrios más miserables, debe
entender lo que Dios y la
Congregación esperan de ella. Que Cristo irradie y viva Su
Vida en ella y a través de ella en los barrios más miserables. Que los pobres,
viéndola, sean atraídos a Cristo y Le inviten a entrar en sus hogares y en sus
vidas. Que los enfermos y los que sufren encuentren en ella a un verdadero
ángel de alivio y consuelo; que los pequeños de las calles se aferren a ella
por que ella les recuerda a Él, el Amigo de los pequeños>.
Las reglas 1 y 86
eran las Reglas que yo más amaba. Mi corazón y mi alma estaban en ellas. Pero
ahora, nada.
Antes había tanto amor y verdadera
ternura para las Hermanas y la gente. Ahora siento que tengo un corazón de
piedra. A veces incluso soy hasta dura”.[33]
“Yo puedo [aliviar]
los sufrimientos de Jesús”, “Yo puedo tomar una parte de Su sufrimiento”.
Gracias por decírmelo, esto fue una tremenda gracia para mí”.[34]
“Rece para que me
olvide completamente de mí en esta entrega absoluta a la Santa Voluntad de Dios. Utilizo
el propósito del retiro como una oración. No sé hasta dónde llegará esta
prueba, cuánto dolor y sufrimiento me traerá. Esto ya no me importa más. Lo
dejo a la voluntad de Él como dejo todo lo demás. Quiero llegar a ser una santa
según el Corazón de Jesús, mansa y humilde. Esto es todo lo que realmente me
importa”.
[...] Las Hermanas hicieron un
retiro fervoroso, ahora está llegando el fruto. Una virtud que se desarrolla
mucho, desde el retiro, es la humildad. Gracias Padre, por todo lo que usted ha
hecho. El único medio que tengo para mostrarle mi gratitud es ofrecer todo lo
que hay en mí por sus intenciones. La oscuridad, la soledad y el dolor, la
pérdida y el vacío: de fe, de amor, de confianza, es todo lo que tengo y con
toda sencillez lo ofrezco a Dios por su intención como señal de mi gratitud.
Rece por mí, para que no , que acepte todo, sea lo que sea, en absoluta entrega a la Santa Voluntad de Dios, ahora y
de por vida”.[35]
Llega hasta el punto de ruptura,
y sin embargo no se rompe
“Dígame Padre, ¿por
qué hay tanto dolor y oscuridad en mi alma? A veces me encuentro diciendo:
y con el mismo aliento digo: ”.[36]
“Rece por mí para
que no rechace a Dios. Llega hasta el punto de ruptura y sin embargo no se
rompe. Me gustaría poder decir o escribir lo que ansío decir, pero no encuentro
palabras”.[37]
“He pasado y
todavía estoy pasando duras pruebas espirituales, pero en este punto, nunca ha
habido una duda en mi alma, puesto que siempre las he puesto ante usted y ante
el P.C.Van Exem, y cada vez su o su me ha satisfecho como
la voluntad de Dios.
[...] Para mí y
pienso, para cada Hermana en la congregación, Su Excelencia sigue siendo la
cabeza –[el] padre de la
Congregación- como lo ha sido desde el 10 de septiembre de
1946. Todos estos años he querido sólo una cosa: conocer y hacer la Voluntad de Dios. Y ahora
incluso en esta penosa y profunda oscuridad sigo queriendo sólo eso. Todo lo
demás lo ha tomado Él y pienso que Él ha destruido todo en mí. La única cosa
que me mantiene en la superficie es la obediencia”.[38]
“Usted me ha pedido
que escriba, simplemente no puedo expresar nada. No sé por qué es así. Quiero
contar y sin embargo no encuentro palabras para expresar mi dolor. No me deje
que le engañe. Déjeme sola, Dios debe querer esta para mí. Rece
por mí. A pesar de todo, quiero amar a Dios por lo que Él se lleva. Ha destruido
todo en mí. Rece por mí. Trataré de hablar en confesión o después si usted no
teme ser engañado”.[39]
“Mi oración, aunque
miserablemente seca y helada, es ofrecida a menudo por usted y su trabajo por
las almas. El conflicto en mi alma está creciendo. Qué indecible dolor. Rece
por mí”.[40]
“Rece por mí Padre,
dentro de mí hay muchísimo sufrimiento. Rece por mí para que no niegue nada a
Dios en esta hora. No quiero hacerlo, pero temo que lo pueda hacer”.[41]
“Qué feliz es usted
de estar tanto con Jesús y tan cerca de Él. He estado a punto de decir: No. Ha
sido realmente muy duro. Ese terrible anhelo continúa creciendo y siento que un
día algo se romperá dentro de mí y además esas tinieblas, esa soledad, ese
sentimiento de terrible aislamiento. El Cielo está cerrado por todos sus lados.
Incluso las almas que me atrajeron desde casa, desde Loreto, es como si ya no
existieran, ha desparecido el amor por todo y por todos, y sin embargo anhelo a
Dios. Anhelo amarle con cada gota de mi vida, quiero amarle con un amor
profundo y personal. No puedo decir que estoy distraída, mi mente y mi corazón
están habitualmente con Dios. Esto le debe parecer ridículo, ya que parece una
contradicción. Para mi meditación medito la Pasión de Jesús. Me temo que no hago meditación, sólo
contemplo a Jesús sufrir y sigo repitiendo: [Virgen María] <¡Déjame
compartir contigo Su dolor!>”.[42]
Mi oscuridad es parte de la
oscuridad y del dolor de Jesús en la tierra
“Querido Padre
[Joseph Neuner, S.J.]:
No puedo expresar con palabras la
gratitud que le debo por su amabilidad conmigo. Por primera vez en estos once
años, he llegado a amar la oscuridad. Pues ahora creo que es una parte, una
muy, muy pequeña parte de la oscuridad y del dolor de Jesús en la tierra. Usted
me ha enseñado a aceptarla como un como
usted escribió. Hoy sentí realmente una profunda alegría, porque Jesús ya no
puede sufrir de nuevo la agonía sino que Él quiere sufrirla en mí. Más que
nunca me entrego a Él. Sí, más que nunca estaré a Su disposición.
Sus instrucciones y sus meditaciones
han sido una gran fuerza para mí. Porque aunque mis instrucciones a las
Hermanas no sean tan hermosas y completas como las suyas, es sin embargo el
mismo alimento, el del amor y la confianza, el del amor personal a Cristo.
Ahora siento que es Él y no yo el que ayuda a esas Hermanas. Sí, son mi tesoro,
mi fortaleza y el regalo de Dios para mí. Son Suyas.
Gracias una vez más por su
disponibilidad para ayudarme. No creo, Padre, en ese continuo indagar en la
propia vida espiritual, mediante largas y frecuentes visitas y conversaciones.
La ayuda que usted me ha prestado, me sostendrá durante un largo tiempo.
Nuestra vida espiritual debe permanecer simple, de tal modo que podamos entender
la mente de nuestros pobres”.[43]
El padre Neuer explicó de la siguiente manera su ayuda
espiritual a la Madre Teresa
en ese retiro de abril de 1961:
[No hay remedio
humano contra la noche oscura] Puede ser soportada sólo con la seguridad de la
presencia oculta de Dios y en unión con Jesús, quien, en su Pasión, tuvo que
soportar la carga y oscuridad de un mundo pecador por nuestra salvación. El
signo seguro de la presencia oculta de Dios en esta oscuridad es la sed de
Dios, el ansia de al menos un rayo de Su luz. Nadie puede anhelar a Dios a
menos que Dios esté presente en su corazón. En consecuencia, la única respuesta
a esta prueba es la entrega total a Dios y la aceptación de la oscuridad en
unión con Jesús”.[44]
“Fue la experiencia
redentora de su vida cuando se dio cuenta de que la noche de su corazón era su
participación especial en la
Pasión de Jesús [...] Por eso vemos que la oscuridad era
verdaderamente el vínculo misterioso que le unía a Jesús. Es el contacto del
deseo íntimo de Dios. Ninguna otra cosa puede llenar su mente. Semejante deseo
es posible sólo mediante la presencia oculta del mismo Dios. No podemos anhelar
algo que no esté íntimamente cercano a nosotros. La sed es algo más que
ausencia de agua. No la experimentan las piedras, sino sólo los seres vivos que
dependen del agua. ¿Quién conoce más sobre el agua viva, la persona que abre la
llave del agua diariamente sin pensarlo o el viajante torturado por al sed en
el desierto y en busca de una fuente?”.[45]
Querido Reverendo
P. Neuner:
Gracias por su oración. No tengo que
esforzarme en ser feliz o mantener una cara sonriente para los demás. Soy muy
feliz pues el buen Dios me ha dado una gran gracia, me he entregado
completamente, estoy a su disposición.
“No, Padre, no
estoy sola, tengo Su oscuridad, tengo Su dolor, tengo el terrible anhelo de
Dios, amar y no ser amada. Sé que tengo a Jesús en esa unión inquebrantable, ya
que en mi voluntad, mi mente está fija en Él y sólo en Él”.[47]
“El pasado enero
tuvimos 13 nuevas postulantes y ya todas parecen llenas de la alegría de sufrir
por los pobres de Dios. Tendremos un grupo bonito para mayo, si Dios quiere. Me
limito a mirar y a maravillarme. No entra nada. Me di cuenta de algo estos
días. Puesto que Dios quiere que me abstenga de la alegría de las riquezas de
la vida espiritual, doy todo mi corazón y mi alma para ayudar a mis Hermanas a
que hagan pleno uso de ello. Las veo crecer día a día en santidad, las veo
crecer en el amor a Dios y esta visión me hace feliz.
En lo que a mí respecta, sólo tengo
la alegría de no tener nada, ni siquiera la realidad de la Presencia de Dios. No
oración, ni amor, ni fe, nada, sino un
continuo dolor de deseo ardiente de Dios”.[48]
“Esperaba de usted
no que me consolara sino que me ayudara, y estoy muy contenta de saber que
realmente usted no tiene [nada] qué decir. El día que escribí sentía que ya no
podía resistir más. Pero San Pablo me ha dado la respuesta en su epístola del
segundo domingo antes de Cuaresma y también su carta, pero soy feliz de sufrir
todavía más y también con una gran sonrisa. Si alguna vez llego a ser santa,
seguramente seré una santa de la . Estaré continuamente ausente
del Cielo, para encender la luz de aquellos que en la tierra están en la
oscuridad”.[49]
“He estado leyendo The Nun de Margaret Trouncer sobre Santa
Margarita María y el Sagrado Corazón. Su amor a Jesús me dio un deseo muy
doloroso, de amar como ella Le amaba. Qué frío, qué vacío, qué dolorido está mi
corazón. La Santa Comunión,
la Santa Misa,
todas las cosas sanas de la vida espiritual, de la vida de Cristo en mí están
todas vacías, tan frías, tan despreciadas. La situación física de mis pobres
dejados en la calle despreciados, no amados, desamparados, es la verdadera
imagen de mi vida espiritual, de mi amor a Jesús, y sin embargo, nunca he
deseado que este terrible dolor fuese diverso. Al contrario, quiero que esto
sea así tanto tiempo como Él quiera”.[50]
“A menudo me
pregunto qué es lo que Dios saca de mí realmente en esta situación: no fe, no
amor, ni siquiera en los sentimientos. No puede imaginarse lo mal que me sentí
el otro día. Hubo un momento en el que casi dije que no. Tomé el rosario
deliberadamente y muy despacio, casi sin meditar o pensar, lo dije lenta y
calmadamente. El momento pasó, pero la oscuridad es tan oscura y el dolor tan
doloroso. Sin embargo acepto todo lo que Él me dé y le doy todo lo que Él tome.
Las personas dicen que al ver mi gran fe, se sienten más cerca de Dios. ¿No es
esto engañar a la gente? Cada vez que he querido decir la verdad, , las palabras simplemente no me vienen, mi boca permanece cerrada.
Y sin embargo continúo sonriendo siempre a Dios y a todos
Ahora que usted es Obispo, debo
mantenerme alejada, porque tiene otros muchos trabajos más importantes que
hacer. Le agradezco querido Padre, por toda la ayuda que me ha dado durante
todos estos años y rece por mí, incluso aunque deba mantenerme alejada.[51]
Dios se está tomando mucho
tiempo en vaciarme
“He debido estar
muy llena de mí misma todos estos años, ya que Dios se está tomando tanto
tiempo en vaciarme. Espero que un día, cuando esté completamente vacía, Él
venga”.[52]
“Rece para que [Él
pueda] vaciar mi vacío. Él sigue jugando Su juego y yo sigo sonriendo mientras
juega”.[53]
“Desde hace un mes
hay en mi corazón una unión muy profunda con la voluntad de Dios. Acepto, no en
mis sentimientos sino con mi voluntad, la Voluntad de Dios. Acepto su Voluntad no sólo temporalmente
sino para siempre. En mi alma no tengo palabras, qué oscura está, qué dolor,
qué terrible. Mis sentimientos son tan traicioneros. Me siento como
y, al mismo tiempo, lo más grande y más duro de
soportar es este terrible anhelo de Dios. Rece por mí, para que en esta
dolorosa oscuridad no me convierta en un Judas para Jesús”.[54]
“La vida interior
es más dura de vivir. Estar enamorada y sin embargo no amar, vivir de la fe y
sin embargo no creer. Consumirme y estar, sin embargo, en las tinieblas
absolutas”.[55]
“En cuanto a mí
¿qué decir? No tengo nada, puesto que no le tengo a Él a quien mi corazón y mi
alma anhelan poseer. La soledad es inmensa. Dentro y fuera no encuentra a quién
dirigirme. Él no sólo me ha quitado la ayuda espiritual sino también la humana.
No puedo hablar con nadie e incluso, si lo hago, nada entra en mi alma. Estaba
deseando hablar con usted en Bombay, pero ni siquiera lo intenté.
Si
existe el infierno éste debe ser uno. Qué terrible es estar sin Dios, ni
oración, ni fe, ni amor. La única cosa que queda es la convicción de que la
obra es Suya, de que las Hermanas y Hermanos son suyos. Y yo me aferro a esto
como el que no teniendo nada, se aferra a una paja, antes de ahogarse. Sin
embargo, Padre, a pesar de todo esto, quiero serle fiel, consumirme por Él,
amarle no por lo que Él da, sino por lo que toma, estar a Su disposición”.[56]
“Sé que Él nunca
romperá Su promesa si me mantengo fiel a la palabra que Le he dado. Quiero
amarle como nunca antes ha sido amado, con un amor tierno, personal, íntimo”.[57]
“Querido Colaborador
de Cristo [padre Don Kribs]:
Usted ha dicho a Jesús y
Él le ha tomado la palabra. La
Palabra de Dios se hizo Hombre –Pobre-. Su palabra dada a
Dios se hizo Jesús, pobre, y de ahí este terrible vacío que experimenta usted.
Dios no puede llenar lo que está lleno. Puede llenar sólo el vacío –pobreza
profunda- y su es el comienzo de estar o llegar a estar vacío. Lo
importante no es cuánto realmente para dar sino lo vacío que
estamos para recibirle plenamente en nuestra vida y dejar que Él viva Su vida
en nosotros.
En usted hoy, Él quiere revivir Su
completa sumisión a Su Padre, permítale que lo haga. No importa lo que usted
sienta, si Él se siente bien en usted. Aparte sus ojos de usted mismo y
alégrese de no tener nada, de no ser nada, de no poder hacer nada. Déle a Jesús
una gran sonrisa, cada vez que su nada le asuste.
Ésta es la pobreza de Jesús. Usted y
yo tenemos que dejarle que viva en nosotros, y a través de nosotros, en el mundo.
Aférrese a Nuestra Señora, pues ella
también antes de que pudiera estar llena de gracia, llena de Jesús, tuvo que
pasar por esa oscuridad. <¿Cómo pudo ser esto?> Pero en el momento en que
dijo , ella sintió la necesidad de ir inmediatamente a llevar a Jesús
a Juan y a su familia.
Continúe llevando a
Jesús a sus hermanos, no con palabras, sino con su ejemplo, estando enamorado
de Jesús, irradiando Su santidad y esparciendo Su fragancia de amor dondequiera
que vaya”.[58]
[El padre Michael Van der Peet conoció a la madre Teresa
en Roma en octubre de 1975 y relata la impresión que le dejaba estar con ella]
“Cada vez que me
encontraba con Madre me olvidaba completamente de mí mismo. Me sentía
inmediatamente a gusto: ella irradiaba paz y alegría, aunque compartiera
conmigo las tinieblas de su vida espiritual. A menudo me sorprendía de que
alguien que vivía cara a cara con la gente que sufre, y que atravesaba
personalmente una noche tan oscura, pudiera sonreír y hacerte sentir feliz
[...] Creo que puedo decir que realmente me sentía en la presencia de Dios, en
la presencia de la verdad y del amor.
No podía dejar de pensar: he aquí
una persona con la que Dios sueña en el Paraíso, verdaderamente una obra de
Dios. Pero tengo que decir que era una de las personas que más tenía los pies
en la tierra que jamás he conocido”.[59]
“Hago mi hora santa [de adoración eucarística]
con Jesús inmediatamente después de la
Misa, de modo que puedo tener dos horas con Jesús antes de
que la gente y las Hermanas empiecen a ocuparme. Dejo que Él me ocupe primero.
“Usted ha escrito
cosas muy bonitas sobre la nada, nosotros y la plenitud de Dios. Y pensar que
esas dos [realidades] están tan separadas y sin embargo la humildad de Dios las
ha hecho una: Jesús”.[60]
“Mi amor por Jesús
es cada vez más sencillo y creo que más personal. Como nuestros pobres, trato
de aceptar mi pobreza, el hecho de ser pequeña, indefensa, incapaz de gran
amor. Pero quiero amar a Jesús con el amor de María, y a Su Padre, con el amor
de Jesús. Sé que está rezando por mí. Quiero que Él se sienta a gusto conmigo,
que Él no se preocupe de mis sentimientos, que se sienta bien, que no se
preocupe siquiera de la oscuridad que Le rodea en mí, pues a pesar de todo,
Jesús lo es todo para mí, y yo no amo a nadie más que a Jesús”.[61]
“No sé cómo actúa Él con usted, pero conmigo
siempre lo hace así, solamente para que me dé cuenta de Su tierna solicitud por
mí y mi nada. Su plenitud y mi vacío. Su infinito amor y mi amor de niña. No
deje que su infidelidad [a los ejercicios espirituales y a los deberes
religiosos diarios] y su indecisión, como usted dice, le preocupen, acepte todo
lo que Él da, y dé todo lo que Él tome con una gran sonrisa. Porque esto es la
santidad: hacer Su voluntad con una gran sonrisa”.[62]
[...] Más y más empiezo
a aprender porqué Jesús quiere que aprendamos de Él a ser mansos y humildes de
corazón. Pues sin mansedumbre nunca podremos aceptar y amar a los demás como Él
nos ama. Y así, antes de que aprendamos la humildad, sin la cual no podemos
amar a Dios, tenemos que aprender a amarnos mutuamente. Necesitamos la
mansedumbre y la humildad para poder comer el Pan de vida. Necesitamos la
mansedumbre y la humildad si queremos darle de comer en la persona del
Hambriento. Me alegraría si usted escribiera sobre el hambre del hombre y el
Pan de vida, el hambre de Dios y el Hambriento en el angustioso disfraz de los
Pobres”.[63]
“Debe permitir que Jesús le haga pan para que
coman los que entrarán en contacto con usted. Deje que la gente le coma. Por la
palabra y la presencia, usted proclama a Jesús.
[...] Ni siquiera
Dios podría ofrecer un amor más grande que dándose Él mismo como Pan de Vida,
para ser partido, para ser comido a fin de que usted y yo podamos comer y
vivir, podamos comer y satisfacer así nuestra hambre de amor. Y aún así Él no
parecía satisfecho porque Él también estuvo hambriento de amor. Así que Él se
hizo a Sí mismo el Hambriento, el Sediento, el Desnudo, el sin Hogar y no cesó
de decir: tuve hambre, estaba desnudo, sin hogar: a Mí Me lo hicisteis. El pan
de vida y el Hambriento, pero un único amor, sólo Jesús. Su humildad es tan
maravillosa. Puedo entender Su majestad, Su grandeza porque Él es Dios, pero Su
humildad sobrepasa mi comprensión, porque Él Se hace Pan de Vida, de modo que
incluso alguien tan pequeño como yo pude comerle y vivir”.[64]
“El sufrimiento, el
dolor, el fracaso, no son sino un beso de Jesús, un signo de que se ha llegado
tan cerca de Jesús en la Cruz
que Él puede besarla. Así, hija mía, sea feliz [...] No se desanime [...]
sonríale a cambio [...] para usted es una oportunidad muy hermosa de llegar a
ser plena y totalmente toda para Jesús”.[65]
“Sólo cuando nos
damos cuenta de nuestra nada, de nuestro vacío, Dios puede llenarnos consigo
mismo. Cuando lleguemos a estar llenas de Dios, podremos dar a Dios a los
demás, ya que de la plenitud del corazón habla la boca”.[66]
“A menudo me siento
como un pequeño lápiz en manos de Dios. Él se encarga de escribir, Él se
encarga de pensar, Él se encarga de los movimientos, yo sólo tengo que ser el lápiz”.[67]
“En cuanto a mí se
refiere, el silencio y el vacío son tan grandes que miro y no veo, escucho y no
oigo. Mi lengua se mueve pero no habla. Impotente y sin embargo audaz. Quiero
que rece por mí, para que yo Le deje las manos libres e incluso si Él elige
cortarme en trocitos, que cada trozo, por muy pequeño que sea, sea solamente
Suyo”.[68]
“[Jesús] Se convierte en el hambriento, el
desnudo, el sin hogar, el enfermo, el prisionero, el solitario, el despreciado,
y dice: Está hambriento de nuestro amor; y ésta es
el hambre de nuestros pobres. Ésta es el hambre que ustedes y yo debemos
encontrar”.[69]
“La tuberculosis y
el cáncer no son las peores enfermedades. Yo creo que una enfermedad mucho
mayor es sentirse despreciado, no amado. El sufrimiento de esas personas es muy
difícil de entender, de penetrar. Pienso que es esto lo que nuestros pobres de
todo el mundo están viviendo, en cada familia, en cada hogar”.[70]
(359)
Instrucción
a las Misioneras de la Caridad,
15 febrero de 1983
“La Voluntad del Padre era
esa terrible soledad en el Huerto [de Getsemaní], en la Cruz. Él estaba
completamente solo. Si somos verdaderas discípulas de Jesús, también nosotras
debemos experimentar la soledad de Cristo. Él sudó sangre. Para Él fue muy
difícil sufrir la humillación de su Pasión”.[71]
[El padre jesuita Albert Huart cuenta que la Madre Teresa fue a verlo en un
retiro que les dio previo al Capítulo General de 1985 de la Congregación y le
dijo]:
“. Estas palabras me sonaron como puro Juan de la Cruz”.[72]
A las Misioneras de la Caridad, 13 de enero de 1980
El fruto del
silencio es la oración.
El fruto de la
oración es la fe.
El fruto de la fe
es el amor.
El fruto del amor
es el servicio.
El fruto del
servicio es la paz”.[73]
Testimonios sobre el final de la
vida de la Madre Teresa
“En diciembre de
1996 el deterioro de su salud llegó a su punto álgido y el mundo entero estaba
nervioso y preocupado por su estado crítico. Madre Teresa sufría mucho, no sólo
físicamente, sino también en espíritu. Parecía triste y abatida. Estaba claro,
para quienes la habían conocido durante años que densas nubes poblaban su
espíritu y que el demonio intentaba aprovechar este momento. Tanto que una
mañana de diciembre, después de la Santa Misa en su habitación, cuando me despedía
de ella, me dijo en voz muy baja: ”[74]
Testimonio de la Hermana Margaret Mary M.C.
acerca de la Madre Teresa
pocos días antes de su fallecimiento en septiembre de 1997:
“Vi a Madre sola,
frente [...] a un cuadro de la Santa Faz
[...] y estaba diciendo. . Pensé que estaba
hablando con alguien. Entré otra vez. De nuevo oí lo mismo: ”.[75]
[1] Los extractos están tomados del libro de Brian Kolodiejchuk, M.C., Madre Teresa. Ven, sé mi luz. Las cartas privadas de ,
Planeta Testimonio, México, 2008
[2] Ibid., p.31
[4] Su nombre completo era
Agnes Gonxha Bojaxhiu o Gonda Bojadjievic, como ella lo escribía. Ibid, p.31
[10] Ibid., p.72
[11] Ibid., pp. 128-129
[12] Ibid., pp. 120-130
[13] Ibid., p.175
[14] Ibid., p. 325
[17] Ibid., p. 48
[19] Este texto lo escribió
entre mayo y junio de 1959 y se lo adjuntó a su director espiritual de
entonces, el padre jesuita Lawrence Trevor Picachy, en la carta del 3 de julio de 1959. Ibid., pp. 231-232
[22] Carta al arzobispo Périer, 26 de febrero de 1954, Ibid., p.193
[23] Carta al arzobispo Périer, 15 de diciembre de 1955, Ibid., p. 203
[24] Carta al arzobispo Périer, 8 de febrero de 1956, Ibid., p. 204
[30] Carta al arzobispo Périer, 16 de noviembre de 1958, Ibid., p. 220
[38] Al arzobispo Périer, carta del 1 de septiembre de 1959, Ibid., p.237
[39] Al padre Picachy, carta del 3 de septiembre de 1959, Ibid., p. 237
[43] Al padre Joseph Neuner, carta del 11 de abril de 1961 (probablemente),
Ibid., p. 264
[55] Al padre Neuner, carta del 17 de mayo de 1964, Ibid., p.303
[59] Ibid., p.327
[63] Al padre Michael Van der Peet, carta del 26 de noviembre de 1976, p.
338
[64] Al padre Michael Van der Peet, carta del 17 de febrero de 1978, Ibid.,
p. 344
[65] A una hermana Misionera de la Caridad, 8 de abril de 1977, Ibid., p. 342
[73] Ibid., p. 381
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