Una mujer budista, en un país muy pobre, sometido a la dictadura militar
Por
Arturo Michel Pérez
Vivir para Birmania (Myanmar)
Birmania es uno de
los países más pobres del planeta y padece una de las peores dictaduras de la Tierra; es el lugar que
Aung San Suu Kyi eligió para darle un sentido a su vida.
Ella
fue Premio Nobel de la Paz
en 1991 y ha sido la dirigente de la Liga
Nacional para la Democracia (LND), el partido opositor más
sobresaliente en las últimas décadas contra la junta militar que gobierna ese
país, llamado oficialmente Myanmar. Salvo durante pequeños intervalos, la
dictadura la ha mantenido en prisión domiciliaria en Rangún, de 1989 a la fecha, 2010.
El 19 de julio de 1947, cuando Suu
tenía sólo dos años de vida, su padre, el general Aung San, líder de la
independencia de Birmania, fue asesinado por tres paramilitares. En ese momento
estaba reunido con los miembros del gabinete del gobierno de transición. Su
rival político y antiguo primer ministro U Saw, decidió su muerte con el
probable respaldo de altos funcionarios ingleses conservadores que se oponían a
que Aung San gobernara la
Birmania independiente, ya que lo consideraban demasiado
anti-imperialista y traidor a Inglaterra, por haber respaldado inicialmente la
invasión japonesa durante la Segunda Guerra
Mundial pues habían ofrecido la independencia a Birmania.
Aung San fue sustituido por U Nu,
líder del Partido Revolucionario del Pueblo, dirigente al que los ingleses
decidieron entregarle el gobierno de la Unión de la República de Birmania, que nació como nuevo
Estado el 4 de enero de 1948.
Suu no pudo conocer a su padre a
través de la convivencia cotidiana; tuvo que hacerlo a través del relato de su
madre, de sus amigos, de los periódicos y de largas investigaciones que
emprendió como estudiante de grado y postgrado en Oxford, Inglaterra. De esta
manera no sólo heredó la vida biológica que le dieron su padre y su madre, sino
también sus ideales de vida política. Al conocer a su padre, Suu entendió que
debía vivir para Birmania, aunque a veces no supiera cómo concretar esta
decisión.
Al profesor británico Michael Aris,
su esposo, le escribió varias cartas en este sentido antes de casarse:
“Sólo te pido una cosa,
que si mi gente me necesita, tú me ayudarás a cumplir mi deber.”
“¿Te
importaría mucho si esa situación se presenta? No sé cómo pueda suceder, pero
probablemente lo hará.”
“Algunas
veces me invade el miedo de que circunstancias y consideraciones nacionales nos
separen justo cuando estemos muy felices juntos y la separación sea un
tormento. Y sin embargo esos miedos son inútiles e inconsecuentes: si nos
apreciamos y nos queremos el uno al otro como podamos y mientras podamos, estoy
segura que el amor y la compasión triunfarán al fin.”[1]
La decisión de vivir para Birmania
fue una decisión budista, no sólo porque ella entiende que lo que une y ha
unido a Birmania ha sido el budismo, sino también porque la meta vital del nirvana (la unión consciente con todo lo
que existe, la vivencia total de integración), para ella pasa a través de una
lucha no violenta con el objeto de alcanzar la unidad y la libertad de su país.
En este escrito vamos a ocuparnos
del sentido budista de la vida de Aung San Suu Kyi, tal y como lo ha expresado
con palabras, acciones y creencias. Esta tarea requerirá que nos adentremos en
una manera de pensar diferente a la que estamos acostumbrados, porque el
budismo es otro modo de percibir la realidad y de interactuar en ella.
Como Suu no inventó la manera
budista de vivir, pero sí su manera de vivir el budismo, al tratar de entender
su vida y su experiencia tenemos que retomar primero a su modelo.
El sentido budista de la
realidad
El Buda enseñó que
las tres características de todo lo que existe son:[2]
1)
La impermanencia (anicca): nada es, todo está siendo;[3]
cada cosa está en un proceso de cambio, y si quiero atrapar y conservar lo que
existe, es como intentar recoger agua con una red. Nadie es rico o pobre, bello
o feo, poderoso o débil, inteligente o tonto, sino que por el momento vive así.
Si la realidad fuera fija entonces sí el rico no podría empobrecer, ni el
poderoso debilitarse, ni el bello afearse, ni el vivo morir.
2) La
no-entidad (anatta): todo es relación con lo demás, nada es en sí
y por sí. El hijo es relación, vínculo con padre y madre; pero no nada más es
hijo, sus relaciones no se agotan ahí, es hermano, alumno, ciudadano, etc. Cada
existente “es” las múltiples relaciones que mantiene con el resto de los
existentes. El límite de cada realidad es aparente, es sólo el límite que
establezco con mi percepción y acción limitadas. Pero ese límite, esa
separación no corresponde a la realidad que es interconexión de todo,
integración de todo. Nada existe, todo coexiste; nadie vive, todos conviven.[4]
3)
El sufrimiento (dukka) es consecuencia de la ignorancia (avijja) de las dos primeras características. Sufrimos por no vivir
de acuerdo a la transitoriedad de lo que existe (deseamos que no se acabe lo
que nos está dando placer y bienestar; y deseamos que no llegue ningún
displacer o malestar. Esto es un apego y un deseo excesivo); y sufrimos por
vivir el aislamiento y la separación de la realidad, y no la interconexión e
integración. Todo límite nos duele (este deseo exclusivo de placer y bienestar
nos adhiere, nos apega a una parte y nos aísla, rompe la interconexión con la
realidad).
La “religión” que fundó el Buda la
llamó “doctrina y disciplina” (dharma-vinaya),
es el camino que descubrió y enseñó para que la gente se liberara del
sufrimiento. Su enseñanza la refiere más que a una fe, a que cada quien
compruebe que lo que dice es cierto. La disciplina implica que la liberación
del sufrimiento es responsabilidad de cada quien. Nadie nos va a liberar, nadie
hará las cosas por nosotros.
Las “Cuatro Nobles Verdades” del
budismo son: 1) el sufrimiento es una parte inevitable de la existencia. 2) La
raíz de todo sufrimiento está en el deseo excesivo y el apego, productos de la
ignorancia. 3) Para liberarse del sufrimiento es necesario liberarse de esa
raíz. 4) La liberación puede obtenerse a través de la sabiduría, la virtud y la
concentración propuestas en el Noble
Óctuple Camino.
El óctuple camino
que conduce a la liberación del sufrimiento se describe así:
“1) La recta
opinión (modo correcto de ver y comprender las cosas)
2) El recto propósito (modo correcto de
pensar y querer)
que constituyen la sabiduría.
3) La recta palabra
(no mentir, calumniar, injuriar, etc.)
4) La recta conducta
(abstenerse de actos dañinos para el prójimo y para sí mismo), y
5) El recto
sustentamiento (no ganarse con actividades inmorales o ilícitas)
que constituyen la virtud o moralidad.
6) El recto
esfuerzo (perseverancia y empeño en el cultivo de la atención y la
concentración),
7) La recta
atención (observación atenta de los fenómenos para percibirlos y vivirlos tal
como son en realidad, sin distorsiones
emotivas o intelectuales)
8) Recta
concentración (la concentración mental imprescindible para serenar la mente y
agudizar la percepción) que constituyen la
concentración meditativa”.[5]
Sabiduría, virtud y
concentración meditativa se implican mutuamente. No puedo meditar bien si no
tengo virtud y sabiduría. No puedo actuar virtuosamente si no tengo sabiduría y
medito. No soy sabio si no actúo virtuosamente y medito. Y estas tres cosas
están en función de la liberación del sufrimiento, del acceso al nirvana.
El nirvana es vivir en unidad, no en
dualidad. Si hay unidad ya no hay un otro a quien temer, ni algo que desear. En
el nirvana una forma de vida es más vida que forma, por así decirlo. Si hay
unidad, no hay nada que quede fuera o dentro; no hay ser ni nada. Al
reflexionar sobre esto Raimon Panikkar nos dice: si “su esencia es el agua y no
su limitación en la gota, entonces, cuando la gota vuelve al mar, no se puede
decir de ella que haya dejado de ser agua ni que se haya, por lo tanto,
perdido. ¿Qué somos pues: la gota de
agua o el agua de la gota? La mística
habla del vaciamiento de sí mismo, de la desaparición del propio ego, como condición esencial para
alcanzar el Absoluto, Dios, la otra orilla, el nirvana”.[6]
Se podría decir, entonces, que el
que no reconoce el sentido del sufrimiento (su existencia, su origen, su
caducidad y la manera de acabar con él) no es budista. Aunque el mismo Buda vio
sus enseñanzas y su disciplina como algo transitorio, como algo que hay que
recorrer y dejar pasar.
Suu Kyi es budista y decidió vivir
para Birmania, así que para encaminarnos a la comprensión del sentido de su
vida examinaremos primero a Birmania, que es el objeto de amor de Suu, la
realidad a la que le está dedicando su vida. Posteriormente nos ocuparemos de
sus actos, palabras y creencias.
Las
preguntas pertinentes para entender a Suu Kyi y a Birmania dentro del sentido
budista de realidad, serían dos: ¿qué sentido tiene el sufrimiento de Suu? y
¿qué sentido tiene el sufrimiento de los birmanos? En los dos casos se trata de
determinar el sufrimiento, sus causas y
la manera en que se está actuando para acabar con él.
Los cambios en la dominación del
territorio birmano
Se podría decir que
Birmania comenzó a existir como tal con el rey Anawratha (1044-1077) que
extendió su reino a mucho de lo que hoy es el territorio de Birmania y adoptó
como religión el budismo theravada[7]
que es el que se practica hasta le fecha (actualmente 89% de la población es
budista).
Pero la mayor parte del tiempo el
territorio de Birmania estuvo controlado por pequeños reinos.[8]
Los otros dos períodos de unificación, aparte de la realizada por Anawratha,
fueron de 1540-1581, con el rey Tabinshwehti (1531-1551) y con el rey
Bayinnaung (1551-1581); y la tercera unificación de Birmania se dio con el rey
Alaungpaya (1752-1760).
Dentro de la fragmentación de
poderes regionales hay que señalar que porciones de Birmania han estado también
bajo dominio de potencias extranjeras. Mongoles y Chinos en diferentes momentos
controlaron territorios birmanos. También lo hicieron los portugueses, pero
fueron los ingleses los que lograron apropiarse de todo el territorio y
convertirlo en su colonia.
La primera adquisición británica fue
al terminar triunfante la primera guerra anglo-birmana (1824-1826); la segunda
con la guerra de 1852; y la tercera en 1885. Con esta última guerra los
ingleses adquirieron el control de toda Birmania. Ese año fue arrestado el
último de los reyes y enviado a la India.
Desde entonces Birmania fue administrada como provincia de la India Británica, hasta el año
de 1937 en que se le concedió un gobierno colonial propio.
La invasión japonesa (1942-1945)
interrumpió la dominación británica y la sustituyó con una todavía menos
deseable, impulsando así los anhelos de independencia birmanos tanto de los
japoneses como de los británicos.
Desde su fundación hasta la fecha
actual, Birmania ha sido un país predominantemente agrícola, así que todas las
conquistas y dominaciones han sido por la apropiación de recursos humanos,
agrícolas y naturales.
Se podría decir que el territorio de
Birmania no es, ni ha sido, una unidad política sólida; más bien ha subsistido
como tierra y gente con poderes fragmentados. Incluso con los sesenta años de
dominación británica ha quedado claro que el poder con dominio territorial
amplio ha sido el más precario de todos. Una Birmania unificada bajo un
gobierno, históricamente ha tendido ha ser una formalidad impuesta con
violencia.
Esta unificación territorial
impuesta de manera violenta, ha mantenido un agudo y doloroso conflicto entre
gobernantes y gobernados. Esto ha sido así durante más de cien años, aunque los
gobernantes se llamen: ingleses, japoneses o militares birmanos.
La independencia de Birmania y
sus problemas
En un fragmento de
su discurso el día de la independencia (4 de enero de 1947), el primer
ministro, U Nu, proclamaba:
“Desde los días
oscuros y distantes envueltos en la niebla de la antigüedad, nacidos de la
misma madre: los shan, kachin, karen, chin, mon y los hermanos birmanos han
vivido en amorosa amistad, en una unidad que no puede ser destrozada y en una
libertad que no puede ser constreñida. La libertad que hemos ganado no es la
libertad para unos cuantos privilegiados. Esta libertad es para toda la
población autóctona, para que la disfruten todos los hijos e hijas de nuestro
sagrado suelo. Ninguna comunidad, ninguna lengua, ningún credo, ninguna secta
nos divide, somos uno. La Unión
de la República
de Birmania se ha convertido en un Estado independiente y soberano.”[9]
Dos meses después
de que se formulara esta situación ideal y estos buenos deseos, se dividió la
gobernante Liga Antifascista por la
Libertad del Pueblo (AFPFL por sus siglas en inglés), que
había encabezado Aung San y que “agrupaba a 200 mil miembros y 10 partidos que
iban desde la extrema izquierda a la extrema derecha”[10] El Partido Comunista Bandera Blanca incitó a
la rebelión contra el gobierno y el primer ministro, U Nu ordenó el arresto de
sus líderes. Varios regimientos del ejército que habían sido infiltrados por
los comunistas se amotinaron. Durante los meses siguientes, se aceleró la
dinámica de oposición al gobierno.
Las minorías étnicas: karen, mon,
Pa-O y rakhine, también se levantaron en armas. Durante 1948 y 49, casi la
mitad del ejército birmano, con todo su equipo militar, se pasó al lado de los
diferentes grupos que se habían rebelado contra el gobierno. Todas las ciudades
de Birmania fueron quedando en manos de diferentes grupos rebeldes. El gobierno
de U Nu no llegaba más allá de la ciudad de Rangún, la capital, y sólo contaba
con doce mil hombres
Para complicar más las cosas,
algunos residuos del derrotado ejército nacionalista de Chiang Kai Sek,
invadieron el estado de Shan en 1950 y
se mantuvieron ahí por décadas, incluso con el apoyo de Estados Unidos, con el
objetivo de regresar a China y derrotar a los comunistas.
A
principios de 1950 el gobierno de Estados Unidos veía a Birmania como algo que
había llegado a su fin casi acabando de nacer. El ex primer ministro de Gran
Bretaña, Sir Winston Churchill, estaba enojado porque creía que la
independencia había sido un error: Inglaterra había perdido su colonia y lo
único que se había logrado era que Birmania cayera en un estado de anarquía y
corriera el peligro de pasar al bloque soviético.[11]
Sin
embargo los grupos rebeldes no sólo fueron incapaces de unirse en un frente
común sino que se dividieron ellos mismos. Esto le dio al gobierno y al general
Ne Win la oportunidad para reconstituir las fuerzas armadas y prevalecer contra
los opositores.
El
fortalecimiento militar del gobierno, sin embargo, no fue suficiente para
acabar con la oposición armada y durante los últimos 62 años han continuado los
enfrentamientos armados con periodos de más y menos intensidad. Los grupos
aparecen, se transforman o desaparecen, pero siempre están ahí, presentando
combate. El Ejército Unido del Estado de Wa, por ejemplo, se ha transformado
notablemente. Actualmente cuenta con veinte mil hombres (UWSA por sus siglas en
inglés). Anteriormente apoyaba al Partido Comunista Birmano, pero desde que
este decidió dejar de enfrentar al gobierno, los Wa decidieron mantener
independiente a su ejército, para seguir controlando la producción y el tráfico
de drogas. Ahora, en esta tarea, provisionalmente cuentan con la complicidad de
los militares birmanos.[12]
Se
calcula que la guerra contra los grupos armados de las etnias minoritarias ha
causado que más de dos millones de personas abandonen sus hogares y huyan de
Birmania a través de Tailandia. En el año 2004 la BBC calculó que en estas
décadas de conflicto 200 mil personas de la etnia karen han abandonado sus
casas y 120 mil se han refugiado en Tailandia, en la frontera.[13]
Todos
los gobernantes birmanos, civiles o militares, han mantenido dos objetivos
políticos muy claros:
1) Conservar la independencia no sometiéndose
a ningún gobierno extranjero (ni comunista, ni capitalista, ni de ningún tipo);
y
2)
evitar la secesión o la independencia de los territorios habitados por las
minorías étnicas y que constituyen más de la mitad del territorio birmano.
La
lucha por cumplir con estos dos objetivos se ha traducido en 48 años de
dictadura militar y en una oposición gubernamental a la industrialización de
país (Birmania tiene como principal actividad económica a la agricultura que
ocupa 2/3 de la población económicamente activa y contribuye en un 40% al
producto interno bruto).
La
lucha por mantener la independencia llevó a los gobiernos civiles y militares a
combatir a los aliados internos de las potencias extranjeras.
Para
evitar caer en manos de los comunistas de la Unión Soviética o los de China,
peleó contra los comunistas birmanos que buscaban hacerse del poder por la vía
armada y contra los que querían conquistarlo por la vía electoral. El hecho de
que el izquierdista Frente Unido Nacional (liderado por un hermano del héroe de
la independencia Aung San) obtuviera 37% de los votos en las elecciones de
abril de 1956 fue un momento decisivo[14]
para que los gobernantes en turno devaluaran la viabilidad de la democracia
como sistema de gobierno y revaloraran el papel de los militares en la vida
política.
Por
otro lado, para evitar caer en manos de Estados Unidos o de nuevo en manos de Inglaterra,
se bloqueó el desarrollo del capitalismo. A este sistema económico se le vio
siempre como un medio que tenían los extranjeros para dominar al país.
El
primer gobierno independiente nacionalizó la industria, fomentó las
cooperativas y repartió la tierra. El gobierno militar, después del golpe de
Estado en 1962, continuó por la misma línea en lo que llamó: “El camino birmano
hacia el socialismo”.
Por
esta orientación anticapitalista, primero atacó a los empresarios privados, que
prácticamente eran chinos, hindúes o pakistaníes que habían llegado a Birmania
con el apoyo de los ingleses, para impulsar la economía, ya que se consideraba
a los birmanos como poco afines al nuevo sistema económico. Por la campaña de
persecución contra “residentes extranjeros” y la nacionalización de las
empresas privadas: 300 mil birmanos-hindúes huyeron del país. Lo mismo sucedió
con los chinos, pero desconozco el número de los que emigraron en estas
circunstancias.[15]
“El
camino birmano al socialismo” fue el sistema ideal que encontraron los
militares para desaparecer cualquier institución o poder ciudadano
independiente que pudiera desafiar exitosamente al gobierno. Se trataba de
crear una situación muy desventajosa, en la que el individuo enfrentara al
Estado en la soledad y el aislamiento. Nadie estaría ahí para apoyarlo o
reforzarlo en sus derechos y obligaciones. Se quiso reducir cualquier oposición
a la impotencia, para asegurar la continuidad del gobierno militar. En los
últimos 48 años, esta estrategia ha dado el resultado esperado.
Hasta
hoy, no hay empresa nacional que no pertenezca también a los militares en
co-propiedad; hasta hace poco no había escuela de cualquier grado que no
perteneciera al gobierno; no hay medio de comunicación que pueda difundir sus
mensajes sin previa censura; no ha habido partidos políticos de oposición que
puedan funcionar en la legalidad y la normalidad; no hay ni siquiera organismos
asistenciales extranjeros cuyo personal no haya sido aprobado por los
gobernantes. Cualquier ascenso o descenso en la escala social depende de los
militares. El control es tal que incluso está prohibido, bajo pena de cárcel,
que los birmanos hablen de política con los turistas extranjeros. El Consejo
para la Promoción
del Turismo en Myanmar ordenó a los funcionarios locales en 2001, limitar el
“contacto innecesario” entre extranjeros y la gente común.[16]
Esta
soledad y aislamiento del gobernado permite que el gobernante pueda hacer
cualquier cosa con arbitrariedad e impunidad. La víctima de este poder puede ser
cualquiera: un rico o un pobre, un general o un soldado, un monje o un laico,
un funcionario gubernamental o un ciudadano. Cualquiera está desamparado frente
al oficial superior. El desamparo, la desprotección y el miedo son los
diferentes uniformes que se le imponen a la gente para salir a la calle o
entrar a sus casas.
Incluso
el general Ne Win, el hombre que tuvo más tiempo el poder en Birmania y que fue
el creador o promotor de todos los gobiernos que han existido desde la
independencia del país hasta hoy; incluso él, fue víctima de la dictadura
militar que instauró en el país desde 1962: murió a los 91 años, cuando estaba
bajo arresto domiciliario y a su funeral (en el año 2002) sólo acudieron 30
personas. No hubo honores ni reconocimientos, sólo silencio e indiferencia. Era
un hombre en desgracia, mal visto por el mando militar en turno. Ya no
significaba nada.
La
dictadura militar, a pesar de todos sus esfuerzos y propósitos, no ha podido
acabar con el poder independiente de la comunidad de monjes budistas (sangha),
ni con el de las etnias minoritarias. Son los únicos espacios en que no hay
tanta soledad, aislamiento o dependencia completa del gobierno. Son espacios de
identidad, desafío y oposición a la dictadura. Son fuentes de renovación y reorganización
que han estado más allá del poder destructivo y uniformador de los militares.
El proyecto realizado de
convertir a Birmania en una prisión
Si se examinan las
condiciones económicas, políticas y jurídicas en que viven los Birmanos se
puede llegar a la conclusión que el proyecto de nación que ha ejecutado la
dictadura militar fue el de convertir a Birmania en una prisión: afuera dejaron
al resto del mundo y adentro están los prisioneros: muy vigilados, maltratados
y castigados. Esa fue la manera que los militares encontraron para mantener
“unido” al país y conservarse en el poder.
La percepción de Birmania como una
prisión no es una metáfora extravagante sino sentido común. Por eso, Aung San
Suu Kyi, al cancelar la manifestación planeada para el 19 de julio de 1989, es
decir, un día antes de su arresto domiciliario y después de muchas limitaciones
a sus actividades, escribió: “dejemos que el mundo sepa que, bajo esta
administración militar, somos prisioneros en nuestro propio país”.[17]
El antropólogo Gustaaf Houtman
señala que la palabra más usada en Birmania para referirse a la prisión es htaung y significa poner una trampa o
estar atrapado o enjaulado, pero también significa erigir o construir bardas
que encierren o agrupen. Se utiliza para el concepto de casamiento que
literalmente significa “caer en una casa erigida”. El viejo concepto de prisión
tiene así un significado de unir y vincular, “la casa que ata o vincula”.[18]
Pero una prisión aísla al individuo
para que pueda estar controlado día y noche. Eso es lo que ha hecho la
dictadura militar con los birmanos. La unidad o vínculo de los prisioneros se
ha impuesto contra la voluntad de éstos. El prisionero aspira a salirse del
control y a unirse de nuevo con sus seres queridos. Por eso mismo los opositores
piensan que Birmania es como un volcán que puede hacer erupción en cualquier
momento.
El volcán ya ha hecho erupción de
manera intempestiva en varias ocasiones, pero ninguna ha sido efectiva y
liberadora. Después de cada una de las explosiones, las condiciones de vida han
empeorado.
Una memorable, pero muy focalizada,
fue en diciembre de 1974 y se desató en los funerales del ex secretario de la ONU, U Thant. Fue un conflicto
de valores, esencialmente simbólico: estudiantes y militares se disputaron el
ataúd. Los primeros se apoderaron del féretro y lo llevaron, para honrarlo, al
lugar donde había sido dinamitado el edificio de la Unión de Estudiantes después
del golpe de Estado de 1962. Los militares irrumpieron en el campus el 11 de
diciembre, mataron algunos estudiantes, recuperaron el ataúd y lo enterraron al
pie de la pagoda Shwedagon. U Than había pertenecido al grupo gobernante que
había sido desalojado del poder por el general Ne Win.
Este incidente reforzó la carga de
resentimiento entre los estudiantes, pues meses antes, la dictadura había
“solucionado” una huelga de trabajadores en cien fábricas disparando contra
trabajadores y estudiantes el 6 de junio de 1974.[19]
Otra erupción, la más importante, se
dio en 1988. Empezó como una protesta contra la policía que había maltratado y
asesinado a unos estudiantes, pero después se transformó en una lucha por
instaurar un gobierno democrático. En esta ocasión, la movilización se dio a
escala nacional e involucró a toda la población.
La última erupción, muy
significativa, fue la que encabezaron los monjes budistas en 2007, también se
dio a nivel nacional, y prendió a partir de lo que se consideró como un
excesivo aumento del precio de los combustibles y alimentos.
En ninguno de estos casos los birmanos
lograron salir de la prisión, porque el alto mando del ejército enfrentó
suficientemente unido a una población apabullantemente mayoritaria, pero
desarmada. Se enfrentaron balas contra propuestas, torturas contra diálogo,
cárcel contra asambleas. Provisionalmente ganaron las balas, las torturas y la
cárcel.
Los generales han coincidido en que
las protestas y las demandas de la población deben ser respondidas con
represión violenta, cárcel y torturas. Cualquier diálogo o satisfacción mínima
a las demandas de los opositores ha quedado descartada. No han visto la
necesidad de tomar en cuenta lo que la gente quiere. Al contrario, la dictadura
ha aprovechado estas oportunidades para repetir el mensaje de que allá abajo,
en el lugar de los gobernados, nada es significativo, nada puede hacer la
diferencia, todo vale nada.
El cambio va a llegar a Birmania,
otra vez, con un fuerte empujón de fuera. El poder de otros países va a
irrumpir progresivamente para conseguir lo que este país tiene y a ellos les
hace falta. Los militares ya no cuentan con tanto tiempo como antes para
detener este proceso. Hasta finales de los años 80 lograron mantenerse aislados
de la comunidad internacional porque su anticomunismo les permitió que Estados
Unidos los considerara como una garantía en una época en el que el sudeste
asiático se había convulsionado: la guerra de corea, la de Vietnam, la de
Camboya, etc. No había preocupación de que el comunismo se extendiera a
Birmania, los militares estaban ahí para evitarlo.
Con el derrumbe de la URSS, a principios de los
años 90 y el desarrollo del capitalismo en China desde los 80, el anticomunismo
de los militares birmanos dejó de ser significativo y se convirtió en algo
irrelevante. Perdieron su importancia y empezaron a ser considerados como un
obstáculo para la expansión de la economía de mercado. Las potencias
extranjeras consideran deben participar en la economía de Birmania, en la
transformación adecuada de sus enormes recursos naturales en mercancías
(petróleo, gas, madera, piedras preciosas, etc.).
El viejo sueño que tenían los
militares de mantener a Birmania independiente de cualquier poder extranjero,
sea comunista o capitalista, está a punto de terminar, aunque este final es
totalmente imprevisible en cuanto al tiempo y al modo, sobre todo porque no se
sabe qué es lo que está pasando al interior del ejército. Sólo se conocen
algunas purgas periódicas, promovidas por el general en jefe que de esa manera
se protege de sus rivales y se prolonga en el poder.
Nadie sabe cuándo llegará el fin, ni
cómo será, pero todo mundo está seguro de que será. Por lo pronto el alto mando
corre el peligro de dividirse en torno a la elección del aliado que quiere para
desarrollar su economía y su mercado interno: pueden elegir a los chinos (que han
sido hasta hoy sus aliados más importantes), a los japoneses o a los
estadounidenses y europeos. Ese proceso puede dividirlos y con ello pueden
perder el control del país.
La decisión que tomen afectará a su
sistema de gobierno, a la economía y alterará la relación entre gobernantes y
gobernados. El cambio, por supuesto, no vendrá sólo del movimiento popular o de
los militares o de las potencias extranjeras. Cada uno tendrá su papel. Lo
cierto es que los militares ya no podrán aislarse del mundo y, por eso mismo,
ya no podrán aislar fácilmente a sus gobernados para tenerlos controlados.
Ya caducó el proyecto de convertir y
mantener a Birmania como una prisión. Esa forma de sufrimiento será sustituida
por otra. El paso siguiente no puede ser la liberación del sufrimiento, porque
eso significaría que toda la población accedería al nirvana. Lo que sí se puede
esperar es la concreción de otra forma política y social, condicionada,
limitada y, por tanto, dolorosa.
Los años de formación de Suu Kyi
Suu vivió los
primeros dieciséis años de vida en Birmania, con su madre, en una casa grande
de dos pisos que regaló el gobierno de U Nu. Está ubicada en la avenida
Universidad, a la orilla del lago Inya en una zona de Rangún habitada por la
clase alta. Ahí murió ahogado, a los ocho años de edad, el hermano menor, Aung
San Lin, y ahí es donde ha vivido incomunicada, en sus quince años de
intermitente arresto domiciliario.
Su madre, Daw Khin Kyi, después de
estudiar la preparatoria, se graduó como enfermera y partera, y se convirtió en
jefa de enfermeras del Hospital General de Rangún durante la
II Guerra Mundial. En esa época conoció y
cuidó brevemente a Aung San. Ambos se casaron en septiembre de 1942 después de
un breve noviazgo.[20]
Suu escribió en la biografía de su
padre: “Aung san se casó con una mujer que no sólo tuvo la valentía y la
calidez que necesitaba de una compañera de vida sino también la firmeza y la
dignidad para sostener sus ideales después de su muerte (…) Al tener a su lado
una compañera que fue capaz de compartir una vida dura y peligrosa
indudablemente lo reforzó en la tarea trascendental que tenía por delante”.[21]
Daw Khin Kyi era de inteligencia y
decisión rápidas, tenía grandes poderes de persuasión y un tacto diplomático
que le permitieron salvar situaciones o evitar desastres. Era muy discreta y
poseía un juicio refinado. Las historias que contaba de las experiencias en que
ponía en juego sus cualidades sirvieron también como modelo de comportamiento a
su hija.[22]
También
transmitió los ideales del padre y educó a sus hijos en el budismo y en los
valores morales y sociales de los birmanos. Suu aprendió los usos y costumbres
apropiados a su cultura: vestía el longyi
(una falda larga), untaba su cara con thanakha
para proteger su piel del sol, preparaba el arroz con “curry” y otros
alimentos, se reunía con familia y amigos para ofrecer comida a los monjes (en
lo que se llama el hsoongway) y a oír
los sermones y a cantar las oraciones en común; aprendió los gestos adecuados,
la pequeña inclinación del cuerpo cuando se pasa frente a los mayores, el tono
de voz y el lenguaje que implican respeto. Los rasgos distintivos de los
birmanos no los perdió a pesar de los 27 años que vivió fuera de su país (de 1961 a 1988).[23]
En 1961 Daw Khin Kyi fue nombrada embajadora
de Birmania en la India
y Suu ingresó en el Lady Sri Ram College
de Nueva Delhi. Suu aprendió la manera de hacer arreglos florales japoneses,
tuvo lecciones particulares de piano en su casa y tomó clases de equitación
donde conoció a Rajiv y Sanjay, nietos del primer ministro Nerhu e hijos de
Indira Gandhi. Además era una apasionada lectora.[24]
Estudió su licenciatura en
filosofía, política y economía en el St.
Hugh's College de la
Universidad de Oxford de los años 1964 a 1967. Esta
institución, en esa época era exclusiva para mujeres. Suu se convirtió en parte
de la familia del diplomático británico, Sir Paul Gore-Booth y de su esposa
Patricia, con los que su madre había hecho amistad cuando el primero fue
embajador en Birmania y cuando estuvo en Delhi como alto comisionado. En las
reuniones de la familia Gore, Suu conoció a Michael Aris, con el que se casaría
después, y también tuvo la oportunidad de conocer a políticos y funcionarios
del gobierno inglés y aprender de su conducta, lenguaje y apariencia.[25]
Pero sus amistades en la escuela eran más que nada hindúes y africanas.[26]
Ann Pasternak, amiga de Suu, la
recuerda como una mujer bella, delgada, limpia, justa, determinada, curiosa y
de una pureza feroz. Además la señala moralmente como una tradicionalista
oriental pura. Cuenta que una vez una compañera le preguntó: “Pero ¿no quieres
acostarte con alguien?”. Y Suu contestó indignada: “No, yo nunca iré a la cama
con nadie, excepto con mi marido. ¿Ahora? Voy a la cama y abrazo mi almohada”.
La respuesta provocó la risa burlona de las amigas que estaban ahí.[27]
Sobre bases religiosas tampoco
tomaba alcohol ni fumaba. Aunque una vez por curiosidad, para saber qué se
sentía, compró una botella de alcohol y la bebió. Las nauseas, los vómitos y la
desagradable experiencia confirmaron su rechazo.[28]
Al terminar su licenciatura se fue a
estudiar un postgrado en asuntos internacionales en la Universidad de Nueva
York, con el profesor Frank Trager que recién había publicado su libro:
“Birmania: del reino a la república”. Su tía adoptiva, Ma Than E, con la que
vivía en Manhattan, la convenció de que suspendiera sus estudios de postgrado y
trabajara, como ella, en la ONU. Así se
evitaría los largos trayectos de autobús a la universidad que la mareaban, y
los peligros de cruzar sola el parque hasta Washingon
Square y adquiriría experiencia en un trabajo que estaba a seis minutos de
su casa. Suu aceptó la propuesta y logró entrar al equipo que apoyaba al
Consejo Asesor de Cuestiones Administrativas y Presupuestales de la
ONU. Ahí estuvo laborando de 1969 a 1971. Para su ingreso
en el trabajo ayudó el que en ese tiempo fuera secretario general de la ONU, U Thant, un birmano amigo
de la familia.[29]
A finales de su tercer año de
servicio, en 1971, Suu “decidió que tener un marido e hijos era preferible a
una carrera en Naciones Unidas, por muy prometedora que fuera”.[30]
Regresó a Inglaterra y se casó el 1 de enero de 1972 con Michael Laris, con el
que había llevado, en los últimos años, una especie de noviazgo por
correspondencia. Después de la boda se fueron a vivir al reino de Bután donde
su esposo había sido contratado desde el año anterior como tutor de la familia
real y traductor del gobierno. Regresaron al año siguiente a Inglaterra para
que Michael iniciara su doctorado en la Universidad de Londres y naciera su hijo
Alexander.
De enero de 1972 a principios de 1988,
Suu los dedicó a la vida familiar, a leer mucho, a aprender japonés y a
escribir sobre su padre y Birmania; y, a mediados de los 80, a hacer su doctorado en
literatura Birmana en la
Universidad de Londres.
Durante esa época la pequeña casa de
la familia constantemente se llenaba de invitados y visitas de amigos,
parientes birmanos y conocidos de Bután. A Suu se le veía pedaleando por las
calles, con la canasta de su bicicleta llena de vegetales y frutas. También se
le podía ver en su casa cocinando platillos japoneses de pescado barato o en su
máquina de cocer con una ondulante sábana de algodón color amarillo o haciendo
cortinas o ropa para sí misma.
Se le pudo ver tensa y preocupada
porque a Kim, su segundo hijo, nacido en 1977, no pudo darle pecho sino biberón
o relajada al darle a su hijo un masaje con aceite.[31]
Pero todo ese tiempo tuvo en mente
la necesidad de hacer algo por su país. Esa convicción le dio orientación a su
vida. Tal vez en base a esa experiencia después escribió en uno de sus
artículos académicos:
“Acciones sin ideas
pierden su potencia tan pronto como la situación que la convocó deja de ser
válida. Un movimiento a largo plazo no puede sostenerse con una serie de
movimientos pragmáticos desconectados por falta de una visión que les dé
continuidad”.[32]
Por
esa razón, las labores domésticas y familiares incluyeron siempre el estudio y
conocimiento de Birmania con libros, conversaciones, visitas y reflexiones. Suu
explica esta pasión de la siguiente manera:
“Mucha gente me
pregunta cómo me involucré en este movimiento nacional por la democracia. Como
la hija del hombre que es considerado como el padre de la Birmania moderna fue
inevitable que me compenetrara de las corrientes políticas que hay en mi país.
Desde la infancia me interesé profundamente en la historia del movimiento de
independencia y en el desarrollo político y social de la Unión de Birmania. Como mi padre murió cuando yo tenía dos años,
no se puede decir que lo conociera. Se me enseñó a pensarlo como un padre
amoroso e indulgente y como un hombre recto y honorable que puso el bienestar
de su país por encima de sus propios intereses. Sólo hasta que crecí y empecé a
colectar material sobre su vida y sus logros fue cuando empecé a comprender
cómo había sido realmente y cuánto había logrado en sus 32 años de vida. No
sólo concebí entonces una gran admiración por él como patriota y estadista,
sino que desarrollé un fuerte sentido de empatía al descubrir muchas semejanzas
en nuestras actitudes. Es quizás por este vínculo tan fuerte que llegué a
sentir un profundo sentido de responsabilidad hacia el bienestar de mi país”.[33]
El momento de hacer algo por
Birmania le llegó de la manera más inesperada, por una simple coincidencia. En
marzo de 1988, por un lado, los estudiantes iniciaron una serie de protestas de
largo aliento contra la dictadura; por el otro, a la madre de Suu, diabética,
le dio un infarto. Inmediatamente dejó su casa y sus estudios en Oxford,
Inglaterra, y se fue a cuidar a su madre a Rangún, ciudad que era el escenario
de continuas manifestaciones a favor de la democracia.
La incorporación de Suu al
movimiento popular del 8-8-88
Una de las
múltiples causas del movimiento popular de 1988 contra la dictadura fue que el
general Ne Win le dio un significado astrológico a los kyats (nombre de los
billetes de banco) que circulaban en las transacciones económicas. Creyó que si
retiraba unos billetes que no podían dividirse entre 9 y quedar enteros, como
los de 75 y 25 que recientemente había introducido, podría vivir 90 años; y así
lo hizo en septiembre de 1987 aunque con sus medidas entorpeciera el
funcionamiento de la economía. La decisión provocó violentas protestas
estudiantiles en Rangún y de trabajadores y monjes en Mandalay (la segunda
ciudad más importante de Birmania).[34]
Para empeorar más las cosas a
finales de 1987 y principios de 1988 obligó a los campesinos a venderle arroz al
gobierno por debajo de los precios del mercado. Con esta medida el gobierno
quería adquirir más recursos y provocó violentas protestas rurales.
La devaluación arbitraria del arroz
y la eliminación de papel moneda útil crearon un gran malestar en la mayoría de
la población. Si a esto se le agrega el descontento profundo por 26 años de
políticas económicas equivocadas, se tiene un ambiente propicio para la gran
movilización antigubernamental de 1988.
La chispa desde la que se
incendiaron todos los ánimos opositores brotó el 12 de marzo de 1988. Ese día,
estudiantes del Instituto Tecnológico de Rangún (RIT, por sus siglas en inglés)
discutieron con otros jóvenes por la música que debía tocarse mientras bebían
en el Sanda Win. Cuando se desató la
pelea entre ellos, el hijo de un funcionario del partido oficial hirió a uno de
los estudiantes y fue detenido por la policía, pero rápidamente fue dejado en
libertad. Esto indignó a muchos y al día siguiente hubo una nueva protesta. La
policía antimotines llegó rápidamente para enfrentar a los estudiantes. Fue una
lucha de piedras contra balas. Uno de los disparos mató al estudiante Phone Maw
y a partir de ahí se desataron más protestas y más violencia.
En
la siguientes semanas murieron 200 más, incluidos 40 estudiantes asfixiados por
haber sido amontonados en una camioneta de la policía Los arrestados fueron
golpeados y torturados y algunas mujeres violadas.
Cuando
el 9 de mayo se dio a conocer los resultados de una investigación gubernamental
que informó que sólo tres estudiantes habían sido asesinados y se omitió
cualquier referencia a los detenidos, se desató una nueva ola de
manifestaciones en todo el país. Los estudiantes y monjes budistas desfilaron por toda Birmania
exigiendo el fin de la dictadura y la instauración de una democracia
pluripartidista. En sus pancartas decían: “26 años fueron suficientes”. En
muchas manifestaciones era frecuente ver que la gente portaba los retratos de
Aung San, el héroe de la independencia birmana.
Los
meses de abril, mayo y junio, Suu Kyi había estado cuidando a su madre en el
hospital. Como vio que el estado de salud de su madre no mostraba signos de una
buena recuperación y que los cuidados del hospital no aportaban nada
significativo, decidió cuidarla en casa.
El
23 de julio, dadas las imparables manifestaciones de protesta en todo el país,
el Partido del Programa Socialista de Birmania (BSPP por sus siglas en inglés)
celebró una sesión extraordinaria. Ahí el general Ne Win declaró:
“Creo que los
disturbios y la sangre derramada en marzo y junio fueron maniobras de aquellos
que participaron en los disturbios y de aquellos que están detrás de estos,
ambos con la intención de mostrar su falta de confianza en el gobierno y en el
partido que lo sostiene. Es necesario evaluar si detrás de los que no confían
en el gobierno está una mayoría o una minoría del país. Creo que un referéndum
sobre lo que quiere la gente –un sistema uni partidista o pluripartidista-
podrá darnos la respuesta, así que le pido al Congreso del Partido que haga el
referéndum”.[35]
Al mismo tiempo advirtió que si los
“disturbios” continuaban se tendría que llamar al ejército: “Me gustaría
declarar aquí que si el ejército dispara no tiene la tradición de hacerlo al
aire, dispara a dar en el blanco”. De manera congruente con esta idea, designó
para “sucederlo” en la jefatura del gobierno, al general Sein Lwin conocido
como el “carnicero de Rangún”.
Después
de que Ne Win se retirara al fondo de la escena, para seguir maniobrando desde
ahí, la casa de Suu Kyi se convirtió en el centro de reunión de toda clase de
activistas y políticos de diversas tendencias y generaciones. La familia y el
nombre de Aung San seguían simbolizando las más altas aspiraciones de los
birmanos.
Michael
Leris escribió sus impresiones sobre lo que hizo su mujer esos meses:
“Yo nunca entenderé completamente
cómo ella se las arregló para dividir sus esfuerzos equitativamente entre el
devoto cuidado a su incapacitada y moribunda madre y toda la actividad que
trajo su liderazgo en la lucha por los derechos humanos y la democracia en su
país. Eso tiene que ver con su inflexible sentido del deber y su seguridad
sobre lo que está bien y está mal, cualidades que para algunos hombros caen
como peso muerto, pero que ella las lleva con mucha gracia”.[36]
El
3 de agosto las autoridades impusieron la ley marcial de 8 am a 4 pm y
prohibieron las reuniones de más de cinco personas, pero la gente no la
respetó. De hecho se convocó a una huelga general y a grandes manifestaciones
en todo el país para el día 8 de agosto (8-8-88). Ese día los manifestantes de
Rangún se congregaron en el centro de la ciudad, acudieron desde todos los
barrios. Muchos campesinos fueron a protestar a la capital porque estaban
enojados contra las políticas económicas. Por su parte el general Sein Lwin
también vio la necesidad de contar con más apoyo y mandó traer a Rangún tropas
que estaban en el combate de rutina contra las guerrillas de las minorías
étnicas.
Aunque en la manifestación del 8 de
agosto en Rangún sólo hubo un muerto durante el día, por el disparo que realizó
un nervioso policía de tránsito que huyó; desde la noche y en los siguientes
cinco días, el ejército se movió a lo largo de todo el país para aplastar las
manifestaciones arrestando y disparando contra la gente. Se pudieron contar
entre dos mil y tres mil muertos. Las protestas iniciaban pacíficamente y
terminaban violentamente. La policía anti-motines agredía, los manifestantes
respondían con piedras, dardos venenosos, bombas molotov y con lo que tenían a
mano; la policía disparaba a matar.
La violencia no fue exclusiva de la
capital, se extendió a más de cuarenta lugares en todo el país y en la mayoría
de ellos hubo muchos muertos, pero nunca se dio a conocer el número de
fallecidos.
El 10 de agosto, soldados dispararon,
en el Hospital General de Rangún, contra enfermeras y doctores que estaban
atendiendo a manifestantes heridos. La radio oficial, por su parte, reportó que
se había arrestado a 1,451 “saqueadores y promotores de disturbios”.
Ese mismo 10 de agosto, el comité de
sayadaws (abades de monasterios
budistas) hizo el siguiente llamado:
“La gente del país, la
comunidad de monjes (sangha) y los
laicos, deben vivir pacíficamente dentro del marco de la ley y presentar sus
justas aspiraciones por medios pacíficos … se le ha hecho una petición especial
al gobierno para que cumpla en lo posible con las aspiraciones legales de la
gente”.[37]
El 12 de agosto, quizá como
consecuencia del llamado de los sayadaws
a solucionar de manera pacífica el conflicto, renunció el general Sein Lwin
como jefe de gobierno.
Tres días después, el 15 de agosto,
como fruto de las constantes reuniones en su casa, Aung San Suu Kyi intervino
públicamente presentando una iniciativa suya y de un grupo de personajes
notables de Birmania, para que se formara un Comité Consultivo del Pueblo con
gente no partidista pero de conocida reputación en los campos de la política,
la economía y los asuntos civiles. El objetivo que tendría sería el
instrumentar de manera pacífica los cambios que estaba pidiendo la mayoría de
la gente.
El 19 de agosto, en sintonía con lo
que parecía ser el nuevo ambiente de conciliación y de búsqueda de salidas al
conflicto, se designó como cabeza de gobierno a un civil, al Dr. Maung Maung,
biógrafo del general Ne Win. Pero como no se veía que el gobierno diera un paso
decisivo en una dirección de cambio, el 22 de agosto se reanudaron las
manifestaciones en todo el país. En Mandalay hubo una de 100 mil participantes
y en Sittwe de 50 mil.
El inicio de su liderazgo
El 26 de agosto Suu
Kyi se habló por primera vez en un mitin. Fue en la explanada de la Pagoda Shwedagon, en Rangún,
frente a 500 mil personas. Ahí dijo:
“Yo creo que le gente que se ha reunido
aquí, vino, sin excepción, con el firme deseo de luchar por y ganar un sistema
democrático pluri-partidista. Con el fin de llegar a este objetivo, toda la
gente debe marchar unida y disciplinadamente a la meta de la democracia.
(…)
la crisis actual es asunto de toda la nación. Y yo, como hija de mi padre no
puedo permanecer indiferente a lo que está sucediendo. Esta crisis nacional de
hecho podría llamarse la segunda lucha por la independencia.
(…)
Para lograr la democracia, la gente debe permanecer unida. Está muy claro, es
un hecho obvio, que si no hay unidad de propósito no seremos capaces de lograr
nada. Si la gente se divide, ninguna ideología ni forma de gobierno podrá traer
beneficio al país. Sin disciplina, ningún sistema tiene éxito. Por lo tanto, la
gente debe permanecer unida y disciplinada.
(…)
No me gustaría ver una división y luchas entre el ejército que mi padre construyó
y la gente que ama tanto a mi padre. ¿Se me permitiría pedir, desde esta
plataforma, al personal de las fuerzas armadas que tenga reciprocidad con esta
clase de entendimiento y simpatía? ¿Se me permitiría llamar a las fuerzas
armadas a convertirse en aquello en que la gente pueda poner su confianza? ¿Las
fuerzas armadas podrían convertirse en las que sostienen el honor y la dignidad
de nuestro país?
(…)
No necesitamos un referéndum. Necesitamos un sistema pluripartidista. Debe
introducirse lo más rápidamente posible por medio de elecciones libres y
justas. Para celebrarlas se deben crear las condiciones necesarias en todo el
país. La gente perdió la confianza en el gobierno actual. Si la preparación de
elecciones libres y justas requiere un gobierno interino, entonces debe crearse
ese gobierno”.[38]
El
partido gobernante (BSPP por sus siglas en inglés) celebró un congreso en
septiembre y 75% de los delegados de todo el país (968 de 1080) votaron, ahora
sí, por un sistema pluripartidista de gobierno. Se anunció entonces que se
organizaría una elección nacional.
Los
partidos de oposición demandaron la renuncia inmediata del gobierno y la
formación de un gobierno provisional para organizar las elecciones.
El
BSPP rechazó las dos peticiones y entonces se reanudaron las protestas diarias
en las calles el 12 de septiembre. Para entonces ya se había dado un
acercamiento y mayor convivencia entre manifestantes, policías y soldados. Pero
rápidamente el gobierno instrumentó un mayor distanciamiento, montó
provocaciones y las manifestaciones se tornaron violentas de nuevo.
Sobre esta situación de
provocaciones, Suu Kyi declaró en esos días:
“Se ha dado mucha
publicidad a los saqueos, a los incendios provocados y a otros actos de
vandalismo. Ha sido evidente que los peores incidentes han sido y son
instigados por la facción gubernamental. Es una situación extraña y horrorosa
que la gente esté intentando conservar el orden y la unidad mientras que la
facción del gobierno hace su mejor esfuerzo por promover la anarquía. Tiene
mucho crédito el movimiento popular democrático de que las cosas no sean peores
de lo que son. Algunos miembros del presente régimen están obviamente
determinados, por razones que están más allá de la comprensión de una persona
responsable, a resistir la voluntad del pueblo. Sus acciones parecen estar
dirigidas solamente a la creación del caos y de un máximo de sufrimiento a la
gente que los ha rechazado con una unanimidad pocas veces vista en el curso de
la historia nacional”.[39]
La represión contra el
movimiento democrático
Pocos días después
Suu Kyi pudo entender el sentido del caos que había estado promoviendo el
gobierno en las manifestaciones. Era el ambiente que preparaba y servía de
“justificación” para acabar con las ilusiones de la gente acerca de un cambio
hacia la democracia. El 18 de septiembre asumió el poder el Consejo para la Restauración del
Estado, el Orden y la Ley
(SLORC por sus siglas en inglés). El gobierno anunció la creación de este nuevo
órgano de poder en interés del pueblo:
“con el fin de detener oportunamente el deterioro de las condiciones en todas
partes a lo largo del país”.[40]
El Consejo, encabezado por el
general Saw Maung, abolió todos los órganos de poder estatal formados bajo la
constitución de 1974, pero se sabía que el general Ne Win seguía al mando de
todo el proceso de reorganización gubernamental. Básicamente los militares
hicieron ajustes en sus aparatos de gobierno, control y represión. Dentro de
los ajustes efectuados, el partido oficial perdió relevancia como instrumento
de poder y los comandantes regionales del ejército incrementaron su importancia
política. Se abolieron todas las instituciones judiciales existentes, se
prohibieron las reuniones de más de cuatro personas y se estimularon los
arrestos sin orden de detención ni juicios posteriores.
El general Saw Maung, en su primer
discurso, dijo que debido a las condiciones de ingobernabilidad, el ejército
era incapaz de actuar con buena voluntad (cettana)[41]
hacia la gente, pero señaló que el SLORC no tenía interés por conservar el
poder por mucho tiempo y que pronto establecería una democracia
pluripartidista, para lo cual el Estado había acordado la realización de
elecciones pluripartidistas en conformidad con la petición hecha el 10 de
agosto pasado por el comité de sayadaws (abades de los monasterios budistas).
Prometió, además que las elecciones serían libres y justas y que los militares
no usarían ni su autoridad ni su rango para influenciar las elecciones.[42]
Para el SLORC la promesa de
elecciones pluripartidistas estaba ligada a la desarticulación de la
movilización nacional para la democracia, así que se propuso acabar rápidamente
con las manifestaciones por medio de la ley marcial y una represión despiadada.
Se dio a la tarea de matar, herir, perseguir, encarcelar, torturar, amenazar y
crear una situación de miedo paralizante.
En
la primera semana, las instrucciones del SLORC se tradujeron en la muerte de
1,500 personas, principalmente estudiantes y monjes. A finales de septiembre el
número de muertos en Rangún había llegado ya a los tres mil. El número de
heridos y detenidos fue también de varios miles, aunque de esto no se tienen
cifras confiables. Había mucha confusión y ninguno de los grupos opositores
tenía en esos momentos la capacidad y el tiempo de llevar un registro. Después,
con la información de la que pudo allegarse, Amnistía Internacional calculó que
entre el 18 de septiembre y el 1 de julio de 1989 se detuvo a tres mil personas
que se convirtieron así en prisioneros políticos.[43]
Como respuesta a la reorganización
represiva del gobierno y a la promesa de elecciones, el 24 de septiembre de
1988, Aung San Suu Kyi, los ex generales Tin U, Aung Gyi, el ex coronel U Kyi
Maung y con el apoyo de miles de birmanos,
fundaron un nuevo partido: la Liga Nacional para la Democracia. Los
tres ex oficiales del ejército habían roto con Ne Win y habían sido
encarcelados en varias ocasiones por disentir del régimen.
Suu explicó que el objetivo del
partido no era luchar por un gobierno interino, ni participar en las elecciones
sino lograr la vigencia de los derechos humanos básicos “lo más pronto
posible”, pues si se logra esto, “uno de los derechos –elecciones libres y
justas- se materializará”.[44]
Su campaña de desobediencia
civil en defensa de los derechos humanos
A lo largo de seis
meses los birmanos habían sido capaces de romper el aislamiento que les había
impuesto el gobierno del general Ne Win durante 26 años. La mayoría de la
población se unió para repudiar a un gobierno autoritario e ineficiente y
demandar la formación de uno democrático. Casi cualquier gobierno de cualquier
país habría sido incapaz de sobrevivir sin el sostén activo o pasivo de los de
abajo, y menos aún si lo sacuden de manera casi unánime para deshacerse de él.
Pero un gobierno, como el de Birmania, que había eliminado cualquier poder
independiente, cualquier alternativa, podía mantenerse con la pura fuerza de
las armas.
Al
gobierno lo sostenía el ejército y sus armas, y mientras no los perdiera, podía
elegir si mantenía la forma de gobierno o la cambiaba. Decidió no cambiarla
sino realizar ajustes, utilizar nuevos instrumentos, y desunir a los que abajo
se habían unido.
La
primera división que trazó, y que dejó muy clara, fue la separación entre vivos
y muertos. Del lado de los muertos quedaron los desobedientes anónimos. El
mensaje de la muerte fue dirigido al azar: “Si no me obedeces, te mato”.
Disparar a matar a los que se unían en la calle era subrayar el desprecio a los
opositores y a los gobernados. No importa quién seas, cómo te llames, qué
hagas, simplemente eres un estorbo que puede ser eliminado. De esta manera
realizó una primera clasificación de los ciudadanos: los eliminados y los
eliminables. Bastaba con existir en Birmania para ser ubicado al azar o
arbitrariamente en cualquiera de las dos clases.
La
segunda gran división fue separar a los vivos en dos clases: los que vivían en
una cárcel estatal y los que no. Esta división se hacía de una manera menos
azarosa, más selectiva y con una clara identificación del encarcelado. El
mensaje aquí era: “Te tengo en mis manos” estás unido a mí y a nadie más; y la
clasificación era sobre la manera de estar en la mano: puedes estar en mi mano
abierta o atrapado en mi mano cerrada.
La
tercera gran división fue separar a los líderes políticos de la oposición y a
sus seguidores. Era una manera de precisar un poco más la división anterior. El
objetivo era evitar la comunicación entre dirigentes y dirigidos de la
oposición o hacerla extremadamente difícil: por vía oral, escrita o por
cualquier medio. Por eso la prohibición de mítines, manifestaciones y reuniones
de más de cuatro. Por eso la prohibición de distribuir impresos con propaganda
política. Por eso la imposibilidad de transmitir sus mensajes por radio, prensa
o televisión.
En
la nueva situación política Suu era eliminable y atrapable, pero su eliminación
y su captura era un asunto que podía complicarse mucho. Era una mujer
opositora, pero también un símbolo de una Birmania diferente y mejor. Al ser
una realidad, pero también la representación de otra cosa, los militares no la
tenían del todo en la punta del fusil, ni en sus manos. La presencia era
eliminable y atrapable, pero no la representación. Y tal vez el aspecto más
importante de Suu era la representación. Al morir, su padre se había convertido
en el símbolo de la Birmania
independiente. Y la hija, al asumir el liderazgo de la oposición a la dictadura
militar, había heredado el simbolismo de su padre. Era ya no sólo la hija
biológica, sino también la hija simbólica. Era la representante de su padre y, por
tanto, la representante de la
Birmania independiente. Era ella la que simbolizaba la unidad
del país y no los militares, o por lo menos había una seria disputa acerca de
quién de los dos simbolizaba al país.
Pero
Suu también simbolizaba la oposición pacífica, el compromiso con la
no-violencia, la lucha por la vigencia de los derechos humanos y la política de
conciliación entre militares y civiles. Proponía un ejército profesional que se
mantuviera neutral, que no tomara partido por un grupo. Todo esto era algo que
los altos mandos del ejército no estaban dispuestos a descartar tan fácilmente.
Ninguno de ellos se atrevía tampoco a cargar con la responsabilidad de su
muerte. Sabían y saben que cargar con la culpa de su muerte sería una carga
fatal también para ellos mismos.
La
muerte de la madre de Suu, después de una prolongada enfermedad de diabetes y
corazón, se dio el 27 de diciembre de 1988 y fue enterrada el 2 de enero de
1989. Esos días fueron una ocasión importante para que más de veinte mil
personas mostraran que estaban con ella en su dolor y en su lucha.
Durante
un año Suu estuvo en manos de los militares, pero éstos no se atrevieron a
cerrar la mano y atraparla, a pesar de que los desobedecía abiertamente
haciendo una campaña a favor de la democracia y congregando en sus mítines a
miles de personas por todo el país. Era la única líder que podía andar
circulando, haciendo política sin respetar las disposiciones de las nuevas
autoridades agrupadas en el SLORC.
Cada
mitin era un desacato a la orden militar que prohibía las reuniones públicas de
más de cuatro personas. Suu desobedecía y en cada ciudad y en cada pueblo,
miles de personas desobedecían a pesar de las advertencias gubernamentales de
no hacerlo o de atenerse a las consecuencias.
Cuando
Suu terminaba su gira política en un pueblo o en una ciudad, había nuevos
arrestos, nuevos presos. Era el precio que pagaban los que querían oírla y
estar con ella. Era el precio que pagaban los que querían manifestar así su
deseo de otro gobierno y otra forma de vivir.
Pero
las giras de Suu no sólo eran una campaña a favor de la democracia; también era
la oportunidad que tenía el gobierno de hacer propaganda con el objetivo de
re-simbolizar a esa mujer. A cada lugar que ella llegaba, era precedida por una
campaña gubernamental en la que se le señalaba con los peores atributos. Se le
acusaba de poco birmana, de estar casada con un extranjero y haber vivido poco
en el país, de ser una pervertida sexual, de ser comunista, de ser blasfema, de
ser agente de gobiernos extranjeros, de querer la división del ejército, de ser
saboteadora de la paz y la tranquilidad, de incitar a la ilegalidad, etc.
Suu
Kyi y el gobierno lucharon por modificar la opinión pública: ella a favor de la
democracia, y el gobierno haciendo todo lo posible por devaluarla, de
convertirla en un símbolo de lo peor, de la anti-patria.
La
agresión gubernamental no se dirigió exclusivamente a transformar su imagen
popular, también se dirigió contra su integridad física, aunque a final de
cuentas sólo se quedara como simple amenaza. El incidente más notable en este
sentido se dio en abril, en una gira por el distrito de Irrawaddy. Cuando
caminaba por la calle con sus compañeros de partido, seis soldados al mando de
un capitán saltaron de su jeep para impedir que llegara a su mitin. Se
arrodillaron y le apuntaron con sus armas, amenazándola con disparar si seguía
caminando. Ella le pidió a sus amigos que la esperaran en la banqueta y siguió
caminando en dirección a los soldados. El disparo de los soldados habría sido
un acto normal, lo habían hecho muchas veces en el último año, pero en ese
momento intervino un mayor que andaba por ahí y le ordenó al capitán que
revocara la orden de disparar. Fue una desobediencia al filo de la muerte. Cada
bando expresó su mensaje. Los soldados le recordaron a ella que la podían matar
y Suu les mostró que no les tenía miedo, que no se dejaba intimidar, pero en
esas tensas demostraciones es fácil que la situación se salga de control y
suceda una desgracia.[45]
Uno
de los aspectos más notables de su campaña de desobediencia civil a favor de
los derechos humanos y por la democracia fue su manera de persuadir a la gente
para que se comprometiera con el cambio político. Para ello desarrolló toda una
serie de interpretaciones en las que mostraba cómo había compatibilidad entre
budismo y la lucha por los derechos humanos y la democracia. Además analizaba
la decadencia de Birmania desde el punto de vista budista. Se esforzaba siempre
en vincular la cultura tradicional y las tareas actuales de la sociedad.
Los militares terminaron por ver que
su campaña contra Suu Kyi no estaba dando resultado, porque entre más la
atacaban, más gente se adhería a su partido. Vieron también que la presencia de
esta mujer a lo largo del país impedía que se cumpliera el objetivo que se
habían propuesto: desarticular a la gente y a los opositores. Decidieron
entonces cerrar su mano y dejarla atrapada e inmóvil.
El momento que consideraron oportuno
para acabar con las actividades políticas de Suu fue el 19 de julio de 1989,
Día de los Mártires. Ella y los opositores habían planeado una ceremonia de
aniversario en homenaje a Aung San asesinado ese día con seis ministros de su
gabinete. El gobierno mandó un mensaje muy claro de que no estaba dispuesto a
tolerar un nuevo desacato. El 16 de julio había emitido una nueva disposición
en la que autorizaba a oficiales militares de menor rango a arrestar a
políticos que protestaran y a “administrar inmediatamente una de las siguientes
tres sentencias: tres años de trabajo forzado, prisión de por vida o
ejecución”.[46]
El gobierno además trasladó a Rangún
a doce batallones de infantería ligera y ordenó toque de queda para el 19 de
julio desde las 6 de la mañana a las 6 de la tarde.
Suu decidió entonces cancelar el
acto argumentando que su partido no tenía la intención de “conducir a la gente
a un campo de muerte”. Pero cuando ese día se disponía asistir de manera
privada al mausoleo de su padre, catorce camiones llenos de militares le impidieron
seguir adelante. La casa fue rodeada y custodiada. Al día siguiente se le hizo
saber que estaba bajo arresto domiciliario y que sólo podría tener acceso a los
miembros inmediatos de la familia. Se cortaron los teléfonos y otros medios de
comunicación.
Como Suu se enteró de que se había
apresado a muchos más activistas (el Times
de Londres calculó que fueron arrestados dos mil miembros de la LND) inició una huelga de
hambre el 20 de julio por la tarde, para exigir que se la trasladara al Insein
(la cárcel estatal) donde estaban sus compañeros de lucha y para pedir también
que se respetara la integridad física de los encarcelados y se les llevara un
proceso legal, pues se sabía que la tortura se usaba rutinariamente con los
presos políticos. El 1 de agosto suspendió la huelga cuando se le prometió
solemnemente que sus demandas serían satisfechas (aunque no estaba en
condiciones de poder comprobar si eso era cierto).
El día de su arresto estaban
viviendo con ella sus hijos Alexander y Kim. Su marido llegó tres días después,
pero se le permitió ver a su mujer hasta 22 días después, cuando prometió que
no se relacionaría con la embajada británica. El marido y los hijos regresaron
a Inglaterra el 2 de septiembre para proseguir con sus actividades académicas.
Días después de su llegada, la embajada de Birmania en Londres le informó a
Michael Aris que a sus hijos se les había cancelado el pasaporte birmano porque
el gobierno les había retirado la ciudadanía.
El arresto de Suu Kyi y de los
dirigentes de la Liga Nacional
para la Democracia
(LND) no evitó que casi un año después, el día de las elecciones prometidas y
convocadas por el SLORC, el 27 de mayo de 1990, la LND ganara 392 de 485 asientos
en el parlamento.
Para sorpresa de todos, los
militares permitieron una votación libre, no se realizó un fraude, no hubo un
solo incidente de violencia o mal trato y se contaron justamente los votos. El
partido de los militares que en el momento de las elecciones se llamaba el
Partido de la Unidad Nacional
(PUN) no ganó nada en Rangún y perdió incluso en los distritos donde los
votantes militares rebasaban con mucho a los civiles, y también perdieron donde
era candidato el líder del partido.
Los militares se decepcionaron con
los resultados. Habían esperado que con 200 partidos en las listas electorales,
el voto se dispersara y ellos siguieran controlando la situación. Como les
falló su cálculo se negaron a entregar el poder al partido victorioso: la LND cuya dirigente era Suu
Kyi.
El premio Nóbel de la Paz y los primeros años de
prisión y reflexión
Aunque su partido
ganó las elecciones de 1990 gracias a su campaña política por los derechos
humanos a lo largo del país, desde finales de 1988 y los primeros seis meses y
medio de 1989, a
ella no se le permitió ser candidata. Vivió las elecciones desde el aislamiento
que le había sido impuesto.
Los
años posteriores a su arresto domiciliario fueron de soledad y meditación. Se
acostaba a las 9 de la noche y se levantaba a las 4:30 de la mañana para hacer
meditación durante una hora. Tenía un estricto régimen de ejercicio, estudio de
piano, lecturas y memorización de sutras budistas (es decir, de las enseñanzas
de Buda).
Una
de las reflexiones que hizo durante esa época la publicó tiempo después en un
artículo titulado “En busca de la democracia”. Ahí se preguntaba cómo era
posible que Birmania con toda su riqueza en recursos naturales y en gente no
fuera uno de los países con más energía y desarrollo del sudeste asiático:
“La gente de Birmania,
que no tiene acceso a material académico sofisticado, va al corazón del asunto
acudiendo a las palabras de Buda sobre las cuatro causas del declive y la
decadencia: fracaso al recuperar lo que se ha perdido, la omisión de reparar lo
que ha sido dañado, desprecio a la necesidad de una economía razonable y la
elevación al liderazgo de hombres sin moralidad ni aprendizaje. Trasladado esto
a términos contemporáneos: cuando se perdieron los derechos democráticos bajo
la dictadura militar no se hicieron esfuerzos suficientes para recuperarlos; se
ha permitido que se deterioren los valores morales y políticos sin un intento
concertado para salvar la situación; la economía ha sido mal administrada y el
país ha sido gobernado por hombres sin integridad ni visión”[47]
Ella añadía que en la visión budista
de la historia del mundo, cuando una sociedad cae en el caos moral y social:
“debe elegirse un rey
que restaure la paz y la justicia. El gobernante es conocido por tres títulos: Mahasammata “porque es nombrado con el
consentimiento del pueblo”, Khattiya
“porque tiene el dominio de la tierra agrícola” y Raja “porque se gana el afecto del pueblo con la observancia del dharma (virtud, justicia y ley). El
acuerdo de reciprocidad que se establece en una cosecha de arroz, representa la
versión budista del contrato social”.[48]
Respecto a la propaganda oficial que
enfrentó y que en oposición a ella afirmaba que los derechos humanos era algo
totalmente ajeno a los valores tradicionales de los birmanos, escribió en ese
mismo artículo:
“El budismo, el
fundamento de la cultura birmana tradicional, ubica el valor más grande en el
ser humano, quien es el único de todos los seres que puede lograr el supremo
estado de Buda. Cada hombre tiene el potencial de realizar la verdad a través
de su propia voluntad y esfuerzo y de ayudar a otros a realizarla. La vida
humana es, por tanto, infinitamente preciosa”
(…)
Pero los gobiernos despóticos no reconocen el precioso componente humano del
Estado, ve a los ciudadanos únicamente como una masa de gente sin rostro, sin
mente –y desamparada- lista para ser manipulada a voluntad. Es como si la gente
fuera algo incidental a la nación en vez de su auténtica sangre vital. El
patriotismo, que debería ser el amor vital y el cuidado de la gente de la
propia tierra, es degradado en una histérica pantalla de humo que esconde las
injusticias de los gobernantes autoritarios que definen el interés del Estado
en términos de sus propios limitados intereses. Los gobernantes han requerido
que el credo oficial se acepte con una fe incuestionable de una manera más
acorde con las religiones bíblicas que con la actitud budista más liberal”.[49]
No es casualidad tampoco que el
miedo ocupara el centro de sus reflexiones. En uno de sus ensayos escribió: “En
un sistema que rechaza la existencia de los derechos humanos básicos, el miedo
tiende a estar a la orden del día: miedo a la prisión, miedo a la tortura, a la
muerte, a perder amigos, familia, propiedad y medios de vida; miedo a la
pobreza, al aislamiento y al fracaso”.
En ese mismo ensayo añadía: “No es
el poder el que corrompe sino el miedo. El miedo al azote del poder es el que
corrompe a aquellos que están sujetos a él y es el miedo a perder el poder el
que corrompe a aquellos que lo ejercen”. Para ella, la peor forma de miedo y la
más corruptora es la que se presenta como sentido común o como sabiduría; la
que califica como inútiles o insignificantes los pequeños actos de valor que de
hecho ayudan a conservar el auto-respeto y la dignidad del que los hace.
Suu Kyi tiene su interpretación del
movimiento democrático que cambió su vida:
“Es cierto que años de
políticas incoherentes, medidas oficiales ineptas y descenso en los ingresos
reales hicieron que el país cayera en las ruinas. Pero lo que acabó con la
paciencia de la gente fue también la humillación de un modo de vida desfigurado
por la corrupción y el miedo. Los estudiantes protestaron no nada más contra la
muerte de sus camaradas sino contra un gobierno que les negaba su derecho a
vivir, que los privaba de un presente con sentido y no les daba ninguna
esperanza para el futuro. Las protestas estudiantiles articularon las
frustraciones de todo el pueblo y por eso las manifestaciones rápidamente se
convirtieron en movimiento nacional”.[50]
Alexander, su hijo, en el discurso
de aceptación del Premio Nóbel de la
Paz que se le otorgó a su madre el 10 de diciembre de 1991,
afirmó que Aung San Suu Kyi pensaba que el premio no era sólo para ella sino
para todos los birmanos que se habían unido al movimiento democrático y que,
incluso en ese momento, “continuaban sacrificando su bienestar, su libertad y
sus vidas en busca de una Birmania democrática”. Y señaló además:
“Aunque mi madre
frecuentemente ha sido descrita como disidente política que lucha por un cambio
democrático por medios pacíficos, nosotros debemos recordar que su búsqueda es
básicamente espiritual. Como ella lo ha dicho: “La revolución por excelencia es
la del espíritu” y ella ha escrito acerca de las “metas esencialmente espirituales”
de la lucha. La realización de esto depende exclusivamente de la
responsabilidad humana. En la raíz de esa responsabilidad yace, y la cito: “el concepto de perfección, la urgencia de
realizarla, la inteligencia para encontrar el camino hacia ella, y la voluntad
de seguir por ese camino, si no hasta el fin, por lo menos hasta llegar al
punto elevado en que se va más allá de la limitación individual. “Para vivir una vida plena” dice ella
“uno debe tener la valentía de asumir la responsabilidad por las necesidades de
otros … uno debe querer asumir esa responsabilidad”.[51]
Suu Kyi ha subrayado la revolución
del espíritu por dos razones: primera porque ve que es la garantía para un
auténtico cambio; y, segunda, porque el trabajo en ese campo es el único que el
gobierno no ha podido controlar del todo. Respecto a la primera razón nos dice
ella:
“Una revolución que
tiene como objetivo simplemente cambiar las instituciones y políticas oficiales
con la visión puesta en el mejoramiento de las condiciones materiales tiene
pocas probabilidades de un éxito genuino. Sin
una revolución del espíritu, las fuerzas que produjeron las injusticias del
viejo orden continuarán operando y siendo una amenaza constante al proceso de
reforma y regeneración”.[52]
Respecto a la segunda razón nos dice
lo siguiente:
“Por la tremenda
represión a la que hemos sido sometidos, es casi imposible hacer una revolución
política o social. Estamos tan acorralados por toda clase de regulaciones
injustas que difícilmente podemos movernos como un movimiento social o político”.[53]
“Así, dada la falta de
frentes donde podemos pelear con el régimen con algún éxito, la esfera
espiritual es un muy buen comienzo pues provoca el más amplio apoyo entre los
birmanos; y de todas las batallas, esa es la batalla que podemos ganar. Si esto
puede traducirse en un gobierno pragmático capaz de manejar complejos problemas
políticos y económicos es un asunto diferente que no puedo responder en esta
coyuntura”.[54]
Esto no quiere decir que los
miembros de la Liga Nacional
para la Democracia
tengan como actividad principal meditar en sus casas, en las pagodas o en los
monasterios. Los militantes públicamente organizan festividades que celebran
todos los birmanos y que normalmente son religiosas. Por otro lado, la batalla
espiritual contra la dictadura se traduce en una cercanía muy grande de Suu Kyi
y su partido con la comunidad de monjes budistas. En ese campo social,
cultural, religioso es donde le han ganado la batalla a la dictadura.
La práctica de la meditación de
Suu Kyi y de los líderes de la LND
La meditación es
imprescindible en el camino al nirvana, es un aspecto fundamental del budismo
aunque no necesariamente es algo que practican todos los budistas. Suu Kyi era
de las budistas que no practicaban la meditación. Pero las consecuencias de su
lucha política la orillaron a practicarla. Ella dijo:
“Como muchos de mis
colegas budistas, decidí utilizar bien mi tiempo de arresto practicando
meditación. No fue un proceso fácil. Yo no tenía un maestro y mis intentos
iniciales fueron un poco frustrantes. Hubo días en que me enfurecía tanto por
mis fracasos en disciplinar mi mente, en conformidad con las prácticas de
meditación prescritas, que sentí que me estaba haciendo más daño que bien.
Pienso que me habría rendido de no haber sido por el consejo de un famoso
maestro budista: se quiera o no practicar la meditación, uno debe hacerlo por
su propio bien. Así que tuve las agallas para continuar, frecuentemente con
desánimo. Entonces mi marido me dio una copia del libro de Sayadaw U Pandita, En esta misma vida. Las enseñanzas de Buda
sobre la liberación. Al estudiar cuidadosamente este libro, aprendí cómo
superar las dificultades de la meditación y darme cuenta de sus beneficios.
Aprendí cómo la práctica de la meditación incrementó mi conciencia en la vida
cotidiana una y otra vez”.[55]
“Supongo que uno busca
grandeza a través de dominar las propias pasiones. ¿No es cierto que hay un
dicho que dice: es mucho más difícil conquistarte a ti mismo que conquistar al
resto del mundo? Así que yo pienso que dominar
las propias pasiones, en la manera de pensar budista, es el camino principal a
la grandeza, no importa cuáles sean las circunstancias. Por ejemplo, muchos
de los nuestros (prisioneros políticos) meditan cuando están en prisión, en
parte porque tienen tiempo y en parte porque es muy sensato hacerlo. Es decir,
si no tienes contacto con el mundo externo y no puedes hacer nada por él,
entonces haces lo que puedes con tu mundo interior para ponerlo bajo tu control”
“En verdad estoy muy
agradecida con el SLORC porque me permitió en este periodo practicar mi
meditación”. “El arresto domiciliario me ha dado la oportunidad de tratar de
superar mis propias fallas y debilidades, especialmente a través de la
meditación”. Y “pienso que a muchos de nosotros en la organización se nos ha
dado la oportunidad de desarrollar fuerza espiritual porque hemos sido forzados
a utilizar muchos años en nosotros mismos bajo arresto y en prisión. En cierto
modo, se lo debemos a esa gente que nos puso aquí”.[56]
La
dictadura militar no sólo acorraló al movimiento popular de oposición en el
ámbito espiritual sino también a sus líderes. Ellos mismos tuvieron que
realizar su propia revolución espiritual. Suu Kyi dio una breve descripción de
lo que le pasó a ella, pero tal vez acudir a la experiencia en prisión que nos
relata U Tin U, presidente de la LND, nos pueda ayudar a
entender mejor las condiciones y la manera en que pusieron orden a su mundo
interior a través de la meditación:
“Durante mi
primer periodo en la cárcel, de 1976
a 1981, mis condiciones en la prisión eran duras,
extremadamente duras (…) Estaba en un terrible estado mental, solo, en
aislamiento, sin alguien con quien discutir las cosas. A veces estaba furioso,
verdaderamente loco. Y no tenía la habilidad de controlar mi mente. Sabía muy
poco de meditación en esa época y mi convicción sobre la enseñanza budista
(dharma) no era muy fuerte. Tú sabes, yo había sido entrenado para ser soldado,
yo era un combatiente enfurecido.
En
reclusión solitaria me sentía como animal enjaulado, furioso. Peor todavía,
después de mi despido como jefe de personal del ejército, recibí como
indemnización unos cuantos meses de sueldo y fue todo. Me quitaron mi pensión y
mi nombre fue borrado de los anales de la historia del ejército de Birmania.
Mis fotografías y mis discursos que pronuncié durante el periodo de mi servicio
fueron destruidos.
Además,
ellos emitieron una orden que establecía que nadie se podía dirigir a mí como
“general”, sólo como U Tin U. De hecho, si alguien se dirigía a mí por mi
rango, sería castigado. Luego, el Partido del Programa Socialista de Birmania
(BPS, por sus siglas en inglés) publicó un libro mordaz retratándome como un
notable criminal. Al mismo tiempo yo pensaba en mi mujer y en que difícil sería
para ella vivir sin un ingreso. La situación como la sentía e prisión era la de
una olla de presión. Estaba listo para explotar. De repente padecí una muy
severa y dolorosa diarrea. El dolor de estómago me hacía doblarme y mi furia
empeoraba mi dolor. La combinación de estas dos formas de sufrimiento, sin
alivio, fue terrible. Me senté en el piso de mi celda y sentí que iba a llorar.
“Justo sucedió que me
había llevado a prisión un folleto de Mahasi Sayadaw sobre la meditación
vipassana. Tomé el folleto y empecé a leer atentamente las instrucciones. El
sugería que uno simplemente debería observar todas las experiencias en la
medida en que se presentaran. Si era dolor, estar conscientes del dolor. Si era
alegría, bueno, estar conscientes de la alegría y así sucesivamente. Aquí que
me senté en el piso con las piernas cruzadas… le puse atención a mi dolor y a
mi furia. Fue como un milagro. Después de diez minutos o más de meditación se
incrementaron mi furia y mi dolor y pensé: esto nada más está creando más
dolor. Pero me mantuve y después de una hora, las dos simplemente
desaparecieron. Así que puedes imaginarte cómo me sentí. En ese momento gané un
amigo en prisión, a mí mismo, a mi conciencia. Así que cuando salí de la
soledad en 1981 fui ordenado en el monasterio de Mahasi y aprendí a meditar
bajo la guía de un maestro.
Durante
el movimiento por la democracia, en 1988, mis colegas me urgían a que me
dirigiera al público, pero al principio no quise hacerlo. Yo quería continuar
viviendo tranquilamente practicando la meditación vipassana. Pienso que estaba
un poco apegado a la tranquilidad y la paz de esa práctica. Pero mis colegas no
se rindieron y después de muchas discusiones llegamos al acuerdo de formar una
liga a la que llamamos: “Los Viejos Camaradas Patrióticos de Toda Birmania”.[57]
(una organización de ex-oficiales del ejército que se incorporó al movimiento
democrático).[58]
U Kyi Maung es otro miembro del
Comité Ejecutivo de la Liga Nacional
para la Democracia,
también es budista y practicante de la meditación. Fue oficial del ejército de
la independencia de Birmania y fue obligado a retirarse de las fuerzas armadas
en 1963, con el grado de Coronel, pero poco después fue arrestado y mantenido
en prisión durante siete años. En 1988 lo arrestaron nuevamente por un mes en
los inicios del movimiento y en 1990 después de encargarse de su partido LND en
las elecciones de mayo de ese año, fue arrestado y sentenciado a 20 años de
prisión, aunque fue liberado en 1995. Meses después de ser liberado fue
entrevistado por Alan Clements. En una de las preguntas Alan mostró escepticismo
por la completa falta de miedo y sentido del humor con que algunos líderes del
LND enfrentaban el arresto y la prisión. A esto le contestó U Kyi Maung:
“Eso puede explicarse
por el hecho de que el narrador no lamenta nada de lo que ha pasado. El “yo” y
el “mi” del pasado están muertos e idos. De igual modo, el narrador del
presente no está preocupado por lo que puede pasarle a “él” en el futuro. De
hecho, “él” no es estado de conciencia. Por lo que lucho es por vivir una vida
de completa conciencia de momento a momento y proporcionar el mejor servicio
que pueda dar a todos los seres vivientes sin discriminación y sin tener apegos
mentales”.[59]
U Kyi Maung de nuevo estuvo
brevemente en prisión en 1996; y en 1997, después de una discusión con Suu Kyi
dejó el partido y se retiró también de la política hasta su muerte, a los 85
años de edad, por un ataque al corazón en el año 2004.
A
pesar de la ruptura con la LND
y Suu Kyi siguió siendo muy respetado por la gente debido a sus aportaciones al
movimiento democrático y porque después de la ruptura no se pasó al bando de la
junta militar.[60]
Las elecciones del 2010, sin
propaganda ni partidos
El gobierno de
Birmania se dispone a celebrar elecciones nuevamente en este año 2010 como lo
hizo en 1990. Los militares han trabajado durante veinte años con la esperanza
de seguir gobernando pero ahora con la cara de un “gobierno pluripartidista”.
Es
la misma idea que tenían en 1990, pero que no pudieron realizar porque la
votación no se dispersó entre los 200 partidos registrados, como ellos
esperaban, sino que se concentró mayoritariamente en la Liga Nacional para la Democracia (LND). Se
rehusaron a entregarle el poder a la
LND porque en esas condiciones el gobierno tendría la cara y
el poder del partido democrático y no una cara indefinida por la participación
en el gobierno de muchos partidos, situación que los militares podrían utilizar
a su antojo.
Los
militares van hacia las elecciones no por su iniciativa y voluntad, sino porque
se sienten obligados por las presiones internacionales. Su objetivo en los
últimos años ha sido conciliar las exigencias internacionales con sus propias
exigencias de poder. Para ello han estado trabajando en diferentes áreas y
esperan, como resultado de sus esfuerzos, llegar a lo que ellos llaman una
“democracia disciplinada”.
Con
este objeto procuraron una adecuada ley general que conformara el gobierno y
las relaciones políticas, así que convocaron (en enero de 1993) a una
Convención Nacional para que redactara una nueva constitución (hay que recordar
que en estos momentos la mayoría de los dirigentes políticos estaba en
prisión). La redacción fue hecha al gusto de los militares y sin la
participación de partidos importantes como el de Suu Kyi, la LND. Se terminó de
redactar en octubre del 2007 y fue aprobada en un referéndum nacional por un
poco más del 90 por ciento de los votos el 10 de mayo del 2008.[61]
La
nueva constitución prohíbe la libertad de expresión, asociación y reunión;
reserva a los militares el 25% de los asientos en la cámara alta y en la cámara
baja del parlamento; establece que el comandante en jefe de los servicios de
defensa designará al ministro de defensa, al ministro de asuntos internos y de
seguridad, y al ministro de asuntos fronterizos; establece que no podrán
vigilarse los asuntos de defensa ni los gastos militares; el presidente podrá
decretar estado de emergencia y el comandante en jefe de los servicios de
defensa asumirá los poderes ejecutivos, legislativo y judicial (se legaliza así
el golpe de Estado); las fuerzas armadas son los garantes de la constitución
que no podrá ser modificada a menos que tenga el 75% de los votos en las dos
cámaras y si después de eso se obtiene más de 50% de los votos populares en un
referéndum (lo cual hace casi imposible cualquier modificación sin el permiso
de los militares); tampoco se puede efectuar ninguna acción legal contra los
dirigentes militares (se otorgan inmunidad contra cualquier crimen cometido “en
cumplimiento del deber”; se prohíbe que sea presidente alguien que esté preso
en el momento de las elecciones o tenga hijos extranjeros (Suu Kyi tiene estas
dos condiciones, así que por ley no puede ser presidente). La nueva
constitución no promueve ni protege los derechos de las minorías étnicas, ni
tampoco les concede ningún grado de autonomía política administrativa.[62]
Los
militares aceptan pues que se celebren elecciones, pero sin libertad de
expresión, asociación, ni reunión, es decir, sin partidos políticos reales.
Sólo tienen validez oficial las organizaciones promovidas por el gobierno y las
que no representen a nadie. Eso es lo que ha estado en vigencia en los últimos
20 años y es lo que más ha padecido Suu.
Aung
San Suu Kyi ha vivido en prisión domiciliaria durante 15 de los últimos 20
años, porque no ha dejado de hablar libremente, ni de promover la expansión de
su partido, ni de realizar reuniones públicas, todo ello considerado ilegal. En
este sentido ha sido tres veces reincidente.[63]
Parece ser que cada vez que la liberaban de su condena, los militares esperaban
tener a una líder de oposición más suave, más dispuesta a complacer a los
gobernantes, pero invariablemente se encontraban a una mujer que seguía
luchando por los derechos humanos y la libertad.
La
última vez que la arrestaron estuvieron a punto de matarla. Fue en mayo del
2003. Recién había celebrado un año en libertad cuando decidió hacer una gira
por el estado Kachin. Al llegar a la ciudad de Shwebo fue recibida
calurosamente por la gente a pesar de que las autoridades habían advertido que
no la recibieran. También se oían los insultos que le lanzaban los partidarios
de la junta militar. Cuando se disponía a cruzar el puente de Mytikyina, en la
capital del Estado, 300 miembros de la Asociación para el Desarrollo y la Unión Solidaria (USDA, por sus
siglas en inglés), una organización paramilitar patrocinada por el
gobierno, le impidieron el paso y
comenzaron a lanzar toda clase de objetos pequeños. Los militantes de la liga
(LND) le pidieron a chofer que diera la vuelta y sacara a Suu para protegerla.
Pero ella no quiso abandonar a sus seguidores. Después de que había sido herida
en el cuello y de que el carro en el que iban había recibido un balazo, el
chofer la sacó del lugar contra su voluntad, por su seguridad.[64]
En
este ataque, los paramilitares mataron a 70 partidarios de Suu Kyi y muchos más
resultaron seriamente heridos. Esta vez el gobierno encarceló a Suu en la
prisión estatal Insein. Se le dejó en una pequeña celda y no se le permitió
cambiar de ropa por más de un mes. Después de cuatro meses en prisión fue
hospitalizada para una cirugía y en su recuperación se le permitió regresar a
su casa bajo arresto domiciliario. Se justificó su encarcelamiento porque había
puesto en peligro la seguridad nacional.
Este
incidente no es un hecho aislado, fue y es parte fundamental de la política
gubernamental. Para proteger el proceso político el régimen militar fundó en
1993 la Asociación
para el Desarrollo y la Unión Solidaria
(USDA) y en el 2001 la designó como la organización nacional que dirigiría a la
gente en la construcción de “una nación desarrollada, moderna y pacífica”. El manual gubernamental de la “estrategia de
guerra del pueblo” establece como quinto paso en la guerra de masas, la
movilización de un núcleo de personas para crear una crisis premeditada y
agitar a las masas para un violento ataque contra el enemigo”, que fue lo que
se hizo contra Suu Kyi en mayo del 2003.[65]
Desde
ese año han estado cerradas las oficinas de la LND en todo el país y sus principales dirigentes
en prisión. La apuesta es que después de muchos años de aislamiento social la Liga Nacional para la Democracia (LND) no
obtenga la mayoría de los asientos en el parlamento como lo hizo en las
elecciones de 1990.
Parece
difícil que los militares respeten de nuevo los resultados electorales como en
aquella ocasión y se abstengan de presionar a la gente en las votaciones. Si el
referéndum es el modelo se puede esperar votaciones no secretas y que los jefes
militares de cada zona tengan cuotas que cumplir en la votación a favor de
algún o algunos partidos políticos.
Los militares están convencidos que
son la única organización que puede evitar que Birmania se desintegre.
Consideran que el país se puede deshacer tanto por las disputas entre partidos
políticos como por las disputas de poder entre las minorías étnicas y los
birmanos. Todo lo que contribuya a debilitar a la junta militar y a las fuerzas
armadas se considera, por eso, como un acto de traición a la patria. Suu Kyi
está clasificada como enemiga del país y agente de las potencias extranjeras,
particularmente de Estados Unidos e Inglaterra. Es uno de los enemigos a
vencer, pero con quien inevitablemente hay que parlamentar.
El capitalismo también es un enemigo
para ellos, porque en la medida en que se desarrolle el mercado se constituirán
centros de poder independientes de los militares. Los empresarios nacionales y
extranjeros, por ejemplo, se irán fortaleciendo en el país y sus intereses
tendrán mayor importancia nacional que el de los militares. En vez de gastar
tanto dinero en armamento y pago de tropa, se invertirá en infraestructura:
para que cuando se descuelgue el teléfono con toda seguridad se obtenga línea;
para que cuando se necesite luz eléctrica baste con oprimir un botón y se prendan
los focos y los aparatos; para que cuando alguien se enferme de gravedad no
necesite ir a un hospital de Tailandia; para que cuando alguien quiera viajar
en coche sepa que va encontrar una carretera y no un lodazal; para que los
estudiantes sepan que no se va a cerrar su escuela o su universidad durante
meses porque el gobierno considera que el clima político le es adverso; para
que cuando se necesite información se obtengan cifras reales y no las que
simplemente complacen al superior, etc.
Hasta
ahora los militares han sido los propietarios de Birmania. Desde hace pocos
años ya han ido compartiendo poco a poco la propiedad, y en unos años más serán
desplazados hasta llegar a convertirse en insignificantes co-propietarios junto
a grandes organizaciones nacionales e internacionales.
Por lo pronto hay una organización
que no ha dejado nunca de rivalizar con los militares en la conducción de la
vida cotidiana de los birmanos: la comunidad de monjes budistas. 300 mil monjes
y 500 mil soldados están en Birmania para orientar el modo de vida en
direcciones no necesariamente compatibles.
Birmania: tierra de conflicto
entre monjes y militares[66]
La comunidad de
monjes budistas ha estado muy presente a lo largo de todas las crisis
nacionales que se han presentado en Birmania y de manera particular en los
últimos veinte años. La exhortación a la paz que hicieron en agosto de 1988 y
la recomendación al gobierno de que atendiera las justas demandas de la
población tuvieron un gran peso para la celebración de las elecciones de 1990.
Hace tres años volvieron a
intervenir en forma espectacular y significativa: en lo que se conoce como la
“revolución azafrán” (por los colores de sus hábitos). Los monjes rompieron con
el gobierno militar, pero las consecuencias de su intervención y de su postura
anti-gubernamental todavía no se han desarrollado del todo y, por eso mismo,
algunas de ellas están todavía por verse.
El 15 de agosto del 2007 la junta
militar decidió retirar los subsidios al diesel y la gasolina con lo que duplicaron
su precio y el gas natural subió 500%. Al principio, desde el 19 de agosto, las
marchas de protesta fueron organizadas por estudiantes y no contaron con muchos
participantes, pero el número fue creciendo debido a las detenciones y a la
violencia policial.
El 18 de septiembre miles de monjes
salieron a marchar pacíficamente en Rangún y en varias ciudades: Pegu, Magwe y
Mandalay (de las provincias centrales). Durante varios días fue creciendo el
número de monjes que salía a la calle a protestar por los aumentos de precios.
Muchos monjes iniciaron un boicot contra los miembros del Consejo para la Paz y el Desarrollo (SPDC, por
sus siglas en inglés)[67]
y sus familiares. En las protestas los monjes llevaban sus cuencos negros boca
abajo simbolizando su rechazo a aceptar limosnas de los miembros del Consejo.
El boicot se conoce con el nombre Pali de patta-nikkujjana,
que significa poner el cuenco de mendicante boca abajo. Esta medida se aplica
en circunstancias especiales, como cuando está en peligro la vida de los
monjes.
La Alianza de Todos los
Monjes Budistas de Birmania (organización que no representa a todos los monjes
como sí lo hace el comité de sayadaws) publicó el 21 de septiembre, un
comunicado en el que calificó al gobierno militar de “enemigo del pueblo” y
aseguró que continuarían las protestas hasta que hubieran barrido a la
dictadura militar. Las movilizaciones continuaron por todo el país.
El sábado 22 de septiembre 500
monjes manifestantes llegaron hasta la casa de Suu Kyi y la policía los dejó
pasar en uno de sus controles. La líder salió de su casa acompañada de otras
mujeres, habló con unos monjes y rezó con ellos durante unos minutos. Los
monjes cantaron la oración de Metta Sutta
(Canto de Bondad) y la gente gritó: “¡Que tengas buena salud! ¡Que pronto seas
liberada!”
El lunes 24 la manifestación en
Rangún ya era de 30 mil personas; en Mandalay se manifestaron diez mil y la
junta militar, en consecuencia, advirtió que estaba lista para pasar a la
acción.
El martes 25 de septiembre algunas
minorías étnicas se unieron al movimiento de protesta, como la Liga Democrática de Arakan, La Unión Nacional Karen y
representantes del Estado Shan.
El 26 y 27 de septiembre el gobierno
ya estaba disparando contra los manifestantes para dispersarlos y también
apaleaba a los participantes y usaba gases lacrimógenos. También iniciaron las
redadas y detenciones en los monasterios. En el de Ngwe Kyar Yan se detuvo a 70
de los 150 monjes que lo habitaban.
Por temor a un golpe de Estado y a
caer en la desgracia, la familia del general Than Shwe salió volando de
Birmania.
El 28 de septiembre el gobierno
rodeó los cinco monasterios más importantes de Rangún e impidió cualquier
acceso a ellos. Este día por la noche, en las afueras de Rangún, empezaron las
cremaciones de los muertos.
El sábado 29 de septiembre se
manifestaron 30 mil personas, encabezadas por mil monjes, en Kyaukpadaung, en
la división de Mandalay, pero en todo el país había ya menos protestas por la
gran represión que se estaba ejerciendo. Se contaban 200 muertos y más de mil
monjes detenidos sólo en Rangún, sin contar los de otras ciudades y poblados.
De hecho los militares rodearon todos los monasterios para evitar que salieran
de ahí. Otra medida que tomó fue mandar a los monjes con sus familias, a sus
respectivos lugares.
El 30 de septiembre se dio a conocer
que militares estaban saqueando monasterios. Se habló específicamente de los de
Ngwwe Kyar Yan en Rangún y el de Wei-za-yan-tar. En este último los monjes
primero fueron desalojados y trasladados en transportes de carga. De los 200
que había sólo dejaron a diez.
La BBC informó que se calculaba que la última semana
de septiembre fueron detenidos cuatro mil monjes budistas y que fueron
encarcelados en el norte del país. Muchos estaban esposados y despojados de su
ropa.[68]
Los monjes encarcelados se negaban a comer y al hacerlo mantenían
simbólicamente su boicot contra el régimen.
El
4 de octubre diplomáticos de Estados Unidos visitaron 15 monasterios y los
encontraron vacíos; a los demás los vieron protegidos, con barricadas, por
soldados.
El 12 de octubre el gobierno
organizó una manifestación de apoyo a sí mismo.
Por este movimiento de protesta
fueron encarcelados más líderes de la Liga
Nacional para la Democracia y por la represión, el gobierno de
Estados Unidos y otros más impusieron nuevas sanciones económicas.
A pesar de la gran represión
ejercida desde finales de septiembre, el 31 de octubre todavía hubo más de cien
monjes budistas que marcharon en el centro de la ciudad de Palokku, porque el
gobierno todavía no había satisfecho las demandas originales de los monjes:
bajar los precios de las mercancías, encaminarse a la reconciliación nacional y
liberar a Aung San Suu kyi y a todos los prisioneros políticos.
La lucha de los monjes por su
supervivencia
¿Por qué se
movilizaron los monjes para protestar a escala nacional? Tal vez la respuesta
la ilustra muy bien un monje de Mandalay, cuyo monasterio no participó en las
manifestaciones: “Como monjes, nosotros vemos todo. Cuando salimos a las casas
a pedir por nuestra comida vemos cómo viven ricos y pobres, vemos cómo todo ha
ido empeorando. Más y más gente lucha para poder darnos arroz. Ellos quieren
hacerlo, pero tienen que alimentarse a sí mismos”.[69]
La pésima administración económica del
país ha llevado a trastornar la relación entre monjes y laicos. En Birmania hay
un acuerdo entre los dos: los primeros proporcionan servicios espirituales a la
población y los segundos los alimentan en pago por sus servicios. Con la
inflación y la pobreza creciente la población ya no está en condiciones de
cumplir con su parte y de esta manera queda amenazada la existencia del
monacato tal y como se ha practicado hasta ahora. Los monjes luchaban,
entonces, por su propia supervivencia, defendían sus medios de subsistencia.
El
boicot de limosnas a la junta militar significa que ya no los consideran
budistas, es una especie de excomunión. Esto orilla a los gobernantes a una
situación muy grave, porque los birmanos reconocen su identidad en el budismo y
los militares sostienen que son los defensores de la identidad y la existencia
birmana. Al quedar excomulgados pierden toda legitimidad, se han convertido en
un gobierno desalmado a los ojos de la gente. Y no sólo por el boicot de
limosnas que es eminentemente simbólico, sino porque todo mundo pudo darse
cuenta de las manifestaciones de protesta de los monjes contra el gobierno y de
los asesinatos, arrestos, ocupación de monasterios, saqueos y todo tipo de
maltrato a los monjes. El gobierno no tuvo ningún reparo en cometer el peor
crimen birmano: utilizar la violencia contra los monjes, contra los guardianes
del alma de Birmania.
Eso
fue algo muy grave a nivel cultural y psicológico, pero aparentemente la junta
militar venció a los monjes como gobierno de facto. Se corrió el rumor de
división al interior de las fuerzas armadas y de hecho se arrestó a cinco
generales y algunas tropas por rehusarse a cumplir órdenes de disparar y
violentar a los monjes. La familia del dictador huyó del país con temor, pero
el poder, finalmente, no cambió de manos. Todavía sigue donde estaba, pero con
más rechazo popular.
Las
protestas y la represión del 2007 expresaron la ruptura entre monjes y
militares. En los últimos 60 años de independencia del país se había dado una
especie de complicidad entre las dos organizaciones, porque ambos rechazaban al
comunismo y al capitalismo. Los monjes consideraban que esos dos sistemas eran
incompatibles con el budismo y los militares los consideraban incompatibles con
la soberanía y la independencia. Coincidían en lo mismo por diferentes motivos.
Pero los últimos años demostraron que la religión budista, tal y como se
practica en Birmania, corre peligro no sólo con el comunismo y el capitalismo
sino también con la dictadura militar que se autoproclama la única capaz de
sostener la existencia del país.
Mucho
de la lucha por la independencia se debió a los monjes budistas. Ellos fueron
los que iniciaron la oposición más seria al imperio inglés en Birmania, porque
los valores capitalistas a favor del ego, las ganancias y la apropiación, que
promovían los ingleses, estaban en contra de las enseñanzas de Buda respecto a
lo que es el ser humano y la realidad. La práctica del desapego a los bienes no
forma buenos capitalistas. Esto lo entendieron los ingleses y por eso
favorecieron la inmigración de hindúes, chinos y musulmanes. La llegada de
estos a las ciudades alarmó todavía más a los budistas. La decisión del
gobierno colonial les quedó muy clara: se trataba de desplazar o acabar con el
budismo y los budistas en las principales actividades del país. Contra esto se
rebelaron y contra esto triunfaron.
Hasta
hoy el budismo en Birmania ha sobrevivido en una economía agrícola, y el ideal
económico, político y social ha sido crear las condiciones que permitan al
individuo meditar, contemplar y llegar al nirvana.[70]
Se trata de ganar más tiempo para la meditación. Los reyes budistas
sintonizaban más o menos con ese ideal. Los ingleses eran totalmente ajenos a
estos objetivos. Los militares, por su parte, han convertido las prisiones como
lugares de meditación, pero solamente para unos cuantos líderes políticos
ilustrados.
Los
birmanos están atravesando una profunda crisis nacional. El desafío no es sólo
económico, político y militar sino también cultural y religioso. Una de las
preguntas que tienen que contestar es ¿cómo ser budista birmano en el mundo
actual? La vida de Suu Kyi ha sido un intento de integración del budismo en las
condiciones actuales de la existencia. Esa es la revolución espiritual que está
queriendo efectuar en sí misma y promover en su país.
La lucha de las fuerzas armadas
por su supervivencia
Por otro lado, las
fuerzas armadas mismas están en peligro de extinción política por estar
destruyendo al país que se han propuesto defender. Han fracasado en los campos:
económico, político, social, cultural e internacional. Al fracasar han hecho a
Birmania un país poco viable y le puede suceder lo mismo que a la URSS, Yugoslavia,
Checoslovaquia y demás: se han deshecho para dar paso al nacimiento de nuevos
países.
Su
última muestra de incapacidad se dio el 3 de mayo del 2008 cuando el ciclón
Nagris mató a más de 100 mil personas, acabó con 700 mil casas y con ¾ del
ganado en el delta del río Irrawaddy. Más de dos mil kilómetros cuadrados
quedaron bajo el agua. A pesar de la magnitud del desastre no concentró sus
esfuerzos en aliviar la situación de la gente sino que siguió trabajando en el
referéndum de la constitución que tenía programado de antemano y que se efectuó
el 10 de mayo del 2008 en todo el país.
Con
un desastre tan grande cualquier gobierno habría sido rebasado, pero la junta
militar de Birmania ni siquiera tuvo una organización mínima adecuada para
recibir la ayuda internacional que se le ofreció. Es decir, incluso su
capacidad de ser ayudada es muy limitada.
Lo
que sostiene a los militares como organización, además de las armas, es el
miedo que generan hacia fuera y hacia dentro, pero también es muy importante la
complicidad que existe en los altos mandos para desarrollar la corrupción y el
enriquecimiento personal.
Por
otro lado, ser soldado es estar sometido a innumerables malos tratos y bajos
salarios. Su nivel de vida corresponde al de la población en general. La única
ventaja que tienen es que la humillación que reciben de sus superiores, la
descargan después con la población que tienen a la mano.
Ser oficial del ejército es más atractivo,
pero supone una condición de desamparo frente a los oficiales superiores. No
hay nada que pueda proteger a un oficial del juicio arbitrario de su superior:
no hay reglamento ni obediencia que sean suficientes. Se sobrevive por la
cadena que existe hasta los altos mandos, pero eso no es ninguna garantía
porque hay purgas frecuentes y la caída de uno de los de arriba puede arrastrar
a muchos de abajo. Ya vimos que ni siquiera el general Ne Win se escapó de caer
en la nada. El mismo general Saw Maung que dio el golpe de estado e impuso como
órgano de gobierno al Consejo para la Restauración del Orden y la Ley del Estado (SLORC) tuvo
que renunciar el 23 de abril de 1992 por “motivos de salud”. Se sabe que lo que
se deterioró fue la salud mental: se creía rey. Después de que murió en el
olvido el 15 de noviembre de 1997, hubo una purga: varios generales miembros
del SLORC fueron arrestados y sentenciados a 44 años de prisión bajo los cargos
de corrupción, pero en realidad su crimen era representar un desafío para el
general Than Shwe.
Cualquier
diferencia es un atentado contra el uniforme y la uniformidad. Varios generales
han terminado en prisión por atreverse a proponer cambios en la política
económica o por pedir información más confiable. El silencio y el temor de los
subordinados conducen a que el alto mando pierda el sentido de realidad y así
sus respuestas a los problemas se conviertan en palos de ciego.
El deterioro avanza, pero las
agonías pueden ser muy prolongadas.
El sentido de la vida de Suu Kyi
Cada quien contamos
con material propio para hacer nuestras vidas. Muchos no estamos contentos con
el que tenemos a la mano. Creemos que la obra va a depender de esa materia y no
de nuestra habilidad para darle la forma adecuada; una obra de arte puede
hacerse con un pobre material.
En una discusión pesimista de los
materiales que nos va proporcionando la vida, Rosario Castellanos hizo un poema
que nombró: “Comentario al escultor”. Ahí decía: “El que se lamentaba de hacer
su propia estatua con arcilla que pruebe las materias que nosotros usamos.
Nosotros, es decir, los marginales: memoria, ensueños, humo, sueño, esperanza.
Nada”.
Lo primero que sorprende de la vida
de Suu Kyi es su decisión de formar su vida con el miserable material que le
proporciona Birmania: uno de los países más pobres y más aplastados del mundo.
Pudo haberse quedado a vivir cómodamente en Oxford o en Londres respondiendo a
las exigencias académicas e intelectuales de su entorno. Pero decidió quedarse
en su país para enfrentar la crisis nacional.
Después, cuando estaba cumpliendo la
primera sentencia de seis años de arresto domiciliario, pudo haber regresado a
su casa en Inglaterra con su esposo, el doctor Michael Aris y sus hijos
Alexander y Kim. De hecho eso era lo que le pedía la junta militar, que
abandonara Birmania. Le abrían las puertas para que fuera a visitar a su
familia o a recoger los premios internacionales que le otorgaban. La idea era
aprovechar la oportunidad de su salida e impedirle para siempre su regreso.
Podía haber hecho política desde el exilio, como premio Nobel, pero no abandonó
su país ni para visitar a su marido cuando estuvo enfermo de cáncer de
próstata, ni cuando estaba agonizante. Él murió el 27 de marzo de 1999 sin haber
tenido contacto personal con ella los últimos cuatro años de su vida. Lo más
que pudo lograr Suu Kyi, para atender sus asuntos domésticos sin arriesgar su
compromiso político, fue platicar con su hijo Kim unas horas en el aeropuerto
de Rangún, un mes después de la muerte de su marido.
Cada uno de sus arrestos pudo
haberla llevado a renunciar a la inmediata lucha por los derechos humanos y la
democracia. Pudo haberse convencido de que no había condiciones objetivas ni
subjetivas para ganar la lucha en el corto plazo y retirarse silenciosamente
para esperar una situación más propicia, como lo había hecho en su juventud.
Pero quiso dejar muy clara su posición de rechazo a la junta militar y a las
condiciones que ésta le imponía a los birmanos y fue arrestada de nuevo dos
veces; y lleva ya siete años cumpliendo con la última sentencia que ha sido
renovada arbitrariamente, con pretextos burdos, para impedir su participación
en las elecciones del 2010.
No sabemos lo que Suu Kyi haya
reflexionado en estos últimos años de arresto, pero lo que ha vivido en las
últimas dos décadas parece ser la puesta en práctica de las ideas que publicó
en su ensayo: “Libertad del miedo”. Ahí escribió:
“En un sistema que
rechaza la existencia de los derechos humanos básicos, el miedo tiende a estar
a la orden del día. Miedo al encarcelamiento, miedo a la tortura, miedo a la
muerte, miedo a perder amigos, familia, propiedad o medios de vida, miedo a la
pobreza, miedo al aislamiento, miedo al fracaso. Una de las más traicioneras formas
de miedo es la que enmascara como sentido común e incluso como sabiduría,
condenando como tontos, imprudentes, insignificantes e inútiles los pequeños y
cotidianos actos de valentía que ayudan a conservar el autorrespeto del hombre
y la dignidad inherente al ser humano. No es fácil para una gente condicionada
por el miedo, bajo el principio de la regla de hierro, entender que puede ser
correcto liberarse a sí misma de la enervante pestilencia del miedo. Y sin
embargo, bajo la más aplastante maquinaria estatal, la valentía surge una y
otra vez, porque el miedo no es el estado natural del hombre civilizado”.[71]
La lucha política y
cultural se desarrolla también en el campo de lo psicológico y lo simbólico: la
dictadura quiere probar que el miedo es más fuerte que la valentía y Suu Kyi
que la valentía es más fuerte que el miedo. La difusión del miedo protege el
dominio de la junta militar, la difusión de la valentía protege el cambio hacia
la democracia. Esto lo saben ambos bandos, por eso unos buscan recrear el miedo
en cualquier circunstancia y los otros recrear valentía en cualquier
oportunidad que se presente. El objetivo, en ambos casos, es atraer a la mayor
cantidad de gente al propio campo, vez por vez.
El liderazgo en la lucha por la
vigencia de los derechos humanos y el cambio democrático no es algo que Suu se
hubiera propuesto lograr en sus años de formación. Ella tenía claro que quería
hacer algo por el bienestar de Birmania, pero le costaba trabajo identificar el
quehacer adecuado. Había pensado regresar a su país y fundar una serie de
bibliotecas y organizar un sistema de becas para estudiantes. Conocía muy bien
la política de su país y estaba preparada para participar, pero no había
descubierto la oportunidad de hacerlo.
Tampoco se convirtió en líder del
movimiento democrático simplemente por ser la hija del héroe de la
independencia Aung San. Si esto actuara como una fatalidad para los
descendientes, el liderazgo le habría correspondido más bien a su hermano mayor
Aung San Oo, pero no fue así; este hombre decidió renunciar a su ciudadanía
birmana y convertirse en estadounidense. Tampoco se interesó en la política,
estudió ingeniería y se dedicó a eso. Peor todavía, es alguien que está en
buenos términos con la junta militar y colabora con el gobierno en el trabajo
de complicar la vida de su hermana. Aunque perdió sus derechos respecto a la
casa del lago, donde vive arrestada Suu Kyi, inició un proceso legal contra su
hermana que puede terminar con una resolución que conceda la mitad de la propiedad
de la casa al Estado, con todos los problemas que se deriven de ello.
A pesar de que no se lo propuso como
proyecto de vida y de que no le sucedió como fatalidad familiar, pudo
convertirse en la líder demócrata que es, en gran parte por entender muy bien
el papel que juegan los símbolos en la vida nacional. Esta comprensión se la
debe a su pasión por la literatura y a los largos años de estudio para entender
lo que su padre simbolizaba.
En una carta que escribió a los
editores del Asian Survey les decía:
“Entre más aprendo sobre
la política moderna birmana más me doy cuenta del papel esencial que ha jugado
mi padre en mantener vivo el espíritu de verdad y justicia durante todos estos
años de régimen corrupto. Cuando honro a mi padre, honro a todos aquellos que
representan la integridad política en Birmania”.[72]
En su ensayo sobre “El verdadero
significado de Boh (fuerza)”
escribió:
“Los héroes de la gente
representan sus aspiraciones, mientras que sus líderes actuales reflejan el grado en que esas aspiraciones son
capaces de ser realizadas. En esos raros momentos de la historia en que
coinciden los dos hay una armonía interna y una climática liberación de fuerza
física y espiritual, que queda en la memoria y que constituye una reserva de
fuerza y orgullo a la que se puede acudir cuando los tiempos han empobrecido la
dignidad y las realizaciones.” (…)
“Aung San vio la vida como un peregrinaje en
búsqueda de verdad y perfección y tuvo la visión de llevar a su país con él en
la búsqueda. El que tuviera éxito en un grado sorprendente, en lo que
parecía una empresa quijotesca, fue un tributo tanto a la gente de Birmania
como a la habilidad de Aung San de convertir sus palabras en acción, para
demostrar que la integridad y la honestidad podían ser bases efectivas para la
política práctica”. [73]
Se podría decir que en sus primeros
42 años de vida (1945-1988) el sentido de la vida de Suu Kyi fue ser estudiante
de la cultura occidental y de la realidad Birmana, ser hija, amiga, esposa y
madre de dos hijos; y los últimos 22 años (1988-2010), ser un símbolo budista
de dignidad, libertad y unidad birmanas.
Los políticos occidentales cuidan la
imagen, los políticos orientales como Suu Kyi cuidan y desarrollan el símbolo.
La imagen aparece y desaparece sin mayor consistencia. Puede estar sostenida
por una realidad efímera o por pura ilusión. El símbolo en cambio no se
constituye de un día para otro, requiere de siglos o milenios de formación.
Tiene que renovarse para no desaparecer. Para seguir representando necesita
nuevas presencias que lo sostengan, presencias muy reales.
Aung San representó la fuerza de una
nación, predominantemente budista, que se quiso independiente y digna. Suu Kyi,
su hija, ha renovado esa representación. Los dos han sido símbolos del budismo,
de una manera de entender y vivir el budismo. Su meta ha sido la verdad (la
visión cabal de la realidad) y la perfección (vivir en la unidad, con la
conciencia de la unidad de todo lo que existe), es decir, su meta ha sido el
nirvana. Los dos son un esfuerzo de avanzar hacia el nirvana, siguiendo el
óctuple camino budista a su manera.
Buda es el símbolo del camino al
nirvana y cada budista auténtico es la renovación de ese símbolo.
El
camino hacia la unidad que se da en el nirvana, puede pasar por el camino hacia
la unidad nacional. En ese sentido, ella podría recitar un poema de
Rabindranath Tagore que le gustaba y que transcribió en su ensayo sobre “La
vida intelectual en Birmania y la
India bajo el colonialismo”:
“Donde mi mente no tiene
miedo y la cabeza se mantiene erguida; donde el conocimiento es libre; donde el
mundo no se ha roto en los fragmentos de las estrechas paredes domésticas;
donde las palabras se expresan desde la profunda verdad; donde los incansables
esforzados extienden sus brazos hacia la perfección; donde la clara corriente
de la razón no ha perdido su camino en la arena seca del desierto del hábito
muerto; donde la mente es conducida hacia Ti en la amplitud del pensamiento y
la acción. En ese cielo de libertad, Padre mío, deja que despierte mi país”.[74]
Suu Kyi sabe hacia dónde va, pero
también sabe dónde está. Como budista se sabe prisionera en el samsara (ciclo de la existencia), como
ciudadana es prisionera política y sabe que los birmanos están en una prisión
llamada Myanmar (el nombre oficial que la junta militar le dio a Birmania).
Su prisión y la de los demás es
parte de su conciencia cotidiana, como lo confesó en una de sus cartas de 1996:
“Este es el octavo
invierno que no he podido ir a la cama en la noche sin pensar en los
prisioneros de conciencia y otros encarcelados por todo Birmania. Cuando me
acuesto sobre mi buen colchón, protegida por el mosquitero, acurrucada en mis
cobijas, no puedo dejar de pensar que mis colegas políticos están acostados en
sus celdas inhóspitas con sus delgados cobertores a través de los cuales se
filtra el desagradable frío del piso de concreto. Su ropa y sus cobertores son
inadecuados y además no tienen la protección de un mosquitero. No hay tantos
mosquitos en invierno como en verano, pero el mosquitero puede proporcionarles
un poco de calor. Me pregunto cuántos prisioneros permanecen despiertos
temblando durante la noche, cuántos de los viejos sufren dolor de huesos y
contracturas musculares, cuántos están soñando con una bebida caliente y otras
comodidades del hogar”.[75]
Respecto al futuro, ella no ha
querido hacerse ilusiones. Quizás hoy todavía piense lo mismo que hace 22 años
respecto al triunfo de la democracia, porque no se ve claro cuándo podría
llegar a Birmania:
“Incluso aunque no
sepamos qué sucederá, necesitamos avanzar de la mejor manera posible, sin
vacilaciones, a lo largo del camino correcto. Incluso aunque no sepamos qué
sucederá es correcto participar en esta lucha. Como creemos que es lo adecuado,
todos nos hemos incorporado. Si preguntas si conseguiremos la democracia o si
habrá elecciones generales, esto es lo que te digo: no pienses si esas cosas sucederán
o no. Sólo continúa haciendo lo que crees que es correcto. Después, los frutos de lo que tu haces aparecerán
por sí mismos. Uno sólo es responsable de hacer lo correcto”. (…)
“La
democracia es algo que uno tiene que alimentar toda su vida, si uno quiere que
permanezca viva y fuerte. Como la salud de una persona: incluso si los padres
han logrado que su hijo llegue sano a la edad adulta, si fracasa en el cuidado
de sí mismo, su salud se deteriorará. Si cada uno de nosotros tenemos en mente,
toda la vida, la responsabilidad que tenemos por el bienestar de nuestro país,
entonces no tendremos razón para preocuparnos de que se deteriore la salud de
nuestro país”.[76]
[1] Aung San Suu Kyi, Fredom from fear and other writings,
Penguin Books, New York,
1991, p.xvii
[2] Para la
exposición de la doctrina y disciplina budista me basé principalemente en los
siguientes libros: Amadeo Solé-Leris, La
meditación budista según las más antiguas enseñanzas, Ediciones Martínez
Roca, Barcelona, 1995; Raimon Panikkar, El
silencio de Buddha. Una inroducción al ateísmo religioso, Ediciones
Siruela, Madrid, 2000; Floyd H.Ross and Tynette Hills, The Great Religions by Which Men Live, Fawcett World Library, New
York, 1969; Daisaku Ikeda, La vida, un
enigma, Emecé editores, Buenos Aires, 1992
[3] “Para el
buddhismo, es un verbo y no un sustantivo; las cosas son, siendo,
pero no hay , esse, que las sostenga o que las ser”,
escribe Raimon Panikkar, Op.Cit. p. 192
[4] “La
relatividad radical nos dice que las
cosas sólo pueden ser constituitivamente relaciones mutuas si existe una
relación siempre más profunda que permita transcender la dualidad (…) La
relatividad radical es la apertura constitutiva de todo el universo en todas
sus relaciones”. Ibid.
P.238
[5] Amadeo Solé-Laris, Op.Cit., pp.
25-26
[6] Raimon Panikkar, Op.Cit., p. 275
[7] Theravada
quiere decir doctrina de los mayores o de los antiguos. Este budismo se ha
conservado en los países del sudeste asiático, principalmente en Sri Lanka,
Birmania y Tailandia. El budismo Mahayana (el gran vehículo) se extendió hacia
el norte: Tibet, China, Corea y Japón, pero también a Indonesia.
[8] Los datos
históricos de este apartado se tomaron del libro de Aung San Suu Kyi, Op.Cit.
pp.45-57 y de Internet en: http://en.wikipedia.org/wiki/Burma
[10] José
Steinsleger, Myanmar: budismo, nacionalismo y marxismo, en: La
Jornada, 10 de octubre de 2007
[11] Véase “U Nu of
Burma. Born Leader”. http://peoplewinthrough.com/. También vease “The House on Stilts”, en la
revista Time, August 30, 1954 y http://en.wikipedia.org/wiki/Anti-Fascist_People%27s_Freedom_league.
[14] Véase: Post
Independence Burma 1948-1962, en: http://en.wikipedia.org/wiki/Post-independence_Burma,_1948%E2%80%931962
[17] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., p.315
[18] Gustaaf Houtman, Mental Cultura in Burmese Crisis Politics.
Aung San Suu Kyi and the Naional League for Democracy, Tokio University of
Foreign Studies, Tokio, (ICLA Study of Languages and Cultures of Asia and
Africa Monograph Series 33), 1999, p.195
[20] “A Tribute to the Late Daw Khin Kyi, beloved Wife of General Aung San”
en: http://www.voanews.com/burmese/archive/2003-01/a-2003-01-07-3-1.cfm?moddate=2003-01-07
[21] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., pp.18-19
[24] Ibid., pp. 247-248
[25] Ibid., p.248
[26] Ibid., p. 259
[27] Ibid., p.260
[28] Ibid., p.261
[29] Ibid., p.250-251
[31] Estos
detalles de la vida cotidiana de fueron descritos por su amiga y compañera de
escuela, Ann Pasternak Slater en su
artículo “Suu Burmese” que aparece en el libro de Aung San Suu Kyi, Op.Cit.,
pp.258-266
[32] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., p.296
[33] Ibid., p.211
[34] Los datos sobre el levantamiento popular de
1988 fueron tomados de las siguientes fuentes: http://en.wikipedia.org/wiki/State_Peace_and_Development_Council; http://en.wikipedia.org/wiki/8888_Uprising; http://www.abitsu.org/?p=32; http://en.wikipedia.org/wiki/Ne_Win; Aung San Suu Kyi, Op.Cit. pp.297-302; Arturo
Michel, Birmania: la rebelión estudiantil, en: Periódico Siglo 21, Guadalajara, 14/XII/1991;
[35] Aung San
Suu Kyi, Op.Cit. p. 193. En esa sesión extraordinaria el partido rechazó la
celebración del referéndum propuesto (¿en serio?) por el general Ne Win.
[36] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. p. xix
[37] Ibid., p.192
[41] Cettana es una palabra birmana que se traduce como
buena voluntad, pero más exactamente significa acuerdo mental en torno a un
objeto, propósito o inclinación, según el antropólogo Gustaaf Houtman
[42] Gustaaf Houtman, Op.Cit. p.159
[43] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. p. 300, y también http://en.wikipedia.org/wiki/State_Peace_and_Development_Council
y http://www.globalsecurity.org/military/world/war/slorc.htm
[45] Aung San
Suu Kyi, Op.Cit. pp.256 y 306, son dos versiones ligeramente diferentes del
mismo incidente
[46] Idem., p.314
[47] Aung San Suu Kyi, Op. Cit.
pp.168-69
[48] Ibid. pp.169-70
[49] Ibid. p. 174
[50] Esta cita
y las inmediatamente anteriores están tomadas de Fredom from Fear que es el discurso que leyó su hijo el 10 de julio
de 1991 en la enrega del premio Sajarov por la libertad de pensamiento. Fue
publicado en Aung San Suu Kyi, Op.Cit., pp. 180-185
[51]
http//nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/1991/kyi-acceptance.html
[52] http://www.gaia.com/quotes/aung_san_suu_kyi
[53] Houtman, Op.Cit., p.302
[54] Ibid. p.303
[55] http://www.enabling.org/ia/vipassana/Archive/K/Kyi/meditationSacraficeKyi.html
[58] Por ser
uno de los líderes del movimiento democrático fue condenado otra vez a prisión
de 1989 a
1995. Fue arrestado de nuevo en 2003 y liberado en días pasados, el 13 de
febrero del 2010.
[59] Referencia
tomada de Barbara E Reed en su reseña del libro The Voice of Hope, publicada en
http://www.buddhistethics.org/8/reed011.html
[60] Vease http:
//www.dassk.com/index.php?topic=5897.0
[61] La nueva
constitución se publicó en abril del 2008, un mes antes del referéndum, lo que
la hizo poco conocida. Además estaban prohibidas las campañas políticas en
torno a ella y la ley preveía tres años de prisión y una multa de 100 mil kyat
para cualquiera que se opusiera públicamente al referéndum. La votación no fue
secreta, cualquier funcionario, militar o paramilitar podía ver cómo votaba la
gente.
[62] Véase “2010 elections: a recipe for
continued conflicto”, en: http://burmacampaign.org.uk/images/uploads/2010-elections-recipe-for-continued-conflict.pdf
[63] Sus
periodos de arresto han sido: 1) del 20 de julio de 1989 al 10 de julio de
1995; 2) del 23 de septiembre de 2000 al 6 de mayo del 2002; del 30 de mayo del
2003 a
la fecha, 2010.
[64] EBO Burma News, 20 May 2003; en: http://www.burmalibrary.org/docs/EBO2003-05-20.htm y dassk.org/index.php?topic=1165.0;wap2
[65] Véase, Htet Aung, The USDA Role
Under The Constitution, December 21, 2009, en: http://www.irrawaddy.org/
[66] La información de este capítulo está tomada principalmente de http://images.google.com.mx/imgres?imgurl=https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-UPuYHbOBGNGAv6JwT5msYrPs7jPXwaPaHfdjKmiADWpP5kHOXdH8WokhnypbYfGlifkMYv8fuXc5w_pkv1BQ8F_k1wxIZH7Oh1j4D5a097lMeMsKQK7DkM9yqcRbHk7fpPZQb-Ho2azS/s400/Aung+San+Suu+Kyi.jpg&imgrefurl=http://carlos-enestemundo.blogspot.com/2007/09/aung-san-suu-kyi-saluda-los.html&usg=__c_7qg98jT7ZRPTS40dunNOQZAnc=&h=318&w=400&sz=25&hl=es&start=40&tbnid=vl568DjZFJ7p6M:&tbnh=99&tbnw=124&prev=/images%3Fq%3Daung%2Bsan%2Bsuu%2Bkyi%26gbv%3D2%26ndsp%3D20%26hl%3Des%26client%3Dfirefox-a%26rls%3Dorg.mozilla:es-ES:official%26sa%3DN%26start%3D20 y de
http:/en.wikipedia.org/Wiki/2007_burmese_anti-government_protest
[67] El SPDC
sustituyó en 1997 al SLORC, el órgano que fue creado para aplastar el
movimiento democrático del 88.
[68] El País, 1
de octubre del 2007, en: http://www.elpais.com/articulo/internacional/Cerca/4000/monjes/budistas/seran/encarcelados/Myanmar/elpepuint/20071001elpepuint_12/Tes
[69] Reena Sethi, “Burma
monks not Reddy to forgive”, en: BBC News, november 14, 2007, http://www.wwrn.org/article.php?idd=26892&sec=52&con=30
[70] Sobre este aspecto consultar a
Manuel Sarkisyanz, “On the Place of U Nu´s Buddhist Socialismo in Burma´s
History of Ideas”, en: University of Nebraska Press, Studies on Asia,
Series I Volume 2, 1961, pp. 53-62
[71] Aung San Suu Kyi, Freedom from
Fear, p.184
[76] Aung San Suu Kyi, Fredom form Fear,
pp.218-219.
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