El sentido de la vida de Aung San Suu Kyi


Una mujer budista, en un país muy pobre, sometido a la dictadura militar


 Por Arturo Michel Pérez

Vivir para Birmania (Myanmar)

Birmania es uno de los países más pobres del planeta y padece una de las peores dictaduras de la Tierra; es el lugar que Aung San Suu Kyi eligió para darle un sentido a su vida.
Ella fue Premio Nobel de la Paz en 1991 y ha sido la dirigente de la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido opositor más sobresaliente en las últimas décadas contra la junta militar que gobierna ese país, llamado oficialmente Myanmar. Salvo durante pequeños intervalos, la dictadura la ha mantenido en prisión domiciliaria en Rangún, de 1989 a la fecha, 2010.
            El 19 de julio de 1947, cuando Suu tenía sólo dos años de vida, su padre, el general Aung San, líder de la independencia de Birmania, fue asesinado por tres paramilitares. En ese momento estaba reunido con los miembros del gabinete del gobierno de transición. Su rival político y antiguo primer ministro U Saw, decidió su muerte con el probable respaldo de altos funcionarios ingleses conservadores que se oponían a que Aung San gobernara la Birmania independiente, ya que lo consideraban demasiado anti-imperialista y traidor a Inglaterra, por haber respaldado inicialmente la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial pues habían ofrecido la independencia a Birmania.
            Aung San fue sustituido por U Nu, líder del Partido Revolucionario del Pueblo, dirigente al que los ingleses decidieron entregarle el gobierno de la Unión de la República de Birmania, que nació como nuevo Estado el 4 de enero de 1948.
            Suu no pudo conocer a su padre a través de la convivencia cotidiana; tuvo que hacerlo a través del relato de su madre, de sus amigos, de los periódicos y de largas investigaciones que emprendió como estudiante de grado y postgrado en Oxford, Inglaterra. De esta manera no sólo heredó la vida biológica que le dieron su padre y su madre, sino también sus ideales de vida política. Al conocer a su padre, Suu entendió que debía vivir para Birmania, aunque a veces no supiera cómo concretar esta decisión.
            Al profesor británico Michael Aris, su esposo, le escribió varias cartas en este sentido antes de casarse:

            Sólo te pido una cosa, que si mi gente me necesita, tú me ayudarás a cumplir mi deber.”
            “¿Te importaría mucho si esa situación se presenta? No sé cómo pueda suceder, pero probablemente lo hará.”
            “Algunas veces me invade el miedo de que circunstancias y consideraciones nacionales nos separen justo cuando estemos muy felices juntos y la separación sea un tormento. Y sin embargo esos miedos son inútiles e inconsecuentes: si nos apreciamos y nos queremos el uno al otro como podamos y mientras podamos, estoy segura que el amor y la compasión triunfarán al fin.[1]
            La decisión de vivir para Birmania fue una decisión budista, no sólo porque ella entiende que lo que une y ha unido a Birmania ha sido el budismo, sino también porque la meta vital del nirvana (la unión consciente con todo lo que existe, la vivencia total de integración), para ella pasa a través de una lucha no violenta con el objeto de alcanzar la unidad y la libertad de su país.
            En este escrito vamos a ocuparnos del sentido budista de la vida de Aung San Suu Kyi, tal y como lo ha expresado con palabras, acciones y creencias. Esta tarea requerirá que nos adentremos en una manera de pensar diferente a la que estamos acostumbrados, porque el budismo es otro modo de percibir la realidad y de interactuar en ella.
            Como Suu no inventó la manera budista de vivir, pero sí su manera de vivir el budismo, al tratar de entender su vida y su experiencia tenemos que retomar primero a su modelo.

El sentido budista de la realidad

El Buda enseñó que las tres características de todo lo que existe son:[2]

1) La impermanencia (anicca): nada es, todo está siendo;[3] cada cosa está en un proceso de cambio, y si quiero atrapar y conservar lo que existe, es como intentar recoger agua con una red. Nadie es rico o pobre, bello o feo, poderoso o débil, inteligente o tonto, sino que por el momento vive así. Si la realidad fuera fija entonces sí el rico no podría empobrecer, ni el poderoso debilitarse, ni el bello afearse, ni el vivo morir.
 2) La no-entidad (anatta):  todo es relación con lo demás, nada es en sí y por sí. El hijo es relación, vínculo con padre y madre; pero no nada más es hijo, sus relaciones no se agotan ahí, es hermano, alumno, ciudadano, etc. Cada existente “es” las múltiples relaciones que mantiene con el resto de los existentes. El límite de cada realidad es aparente, es sólo el límite que establezco con mi percepción y acción limitadas. Pero ese límite, esa separación no corresponde a la realidad que es interconexión de todo, integración de todo. Nada existe, todo coexiste; nadie vive, todos conviven.[4]
3) El sufrimiento (dukka) es consecuencia de la ignorancia (avijja) de las dos primeras características. Sufrimos por no vivir de acuerdo a la transitoriedad de lo que existe (deseamos que no se acabe lo que nos está dando placer y bienestar; y deseamos que no llegue ningún displacer o malestar. Esto es un apego y un deseo excesivo); y sufrimos por vivir el aislamiento y la separación de la realidad, y no la interconexión e integración. Todo límite nos duele (este deseo exclusivo de placer y bienestar nos adhiere, nos apega a una parte y nos aísla, rompe la interconexión con la realidad).
            La “religión” que fundó el Buda la llamó “doctrina y disciplina” (dharma-vinaya), es el camino que descubrió y enseñó para que la gente se liberara del sufrimiento. Su enseñanza la refiere más que a una fe, a que cada quien compruebe que lo que dice es cierto. La disciplina implica que la liberación del sufrimiento es responsabilidad de cada quien. Nadie nos va a liberar, nadie hará las cosas por nosotros.

            Las “Cuatro Nobles Verdades” del budismo son: 1) el sufrimiento es una parte inevitable de la existencia. 2) La raíz de todo sufrimiento está en el deseo excesivo y el apego, productos de la ignorancia. 3) Para liberarse del sufrimiento es necesario liberarse de esa raíz. 4) La liberación puede obtenerse a través de la sabiduría, la virtud y la concentración propuestas en el  Noble Óctuple Camino.

El óctuple camino que conduce a la liberación del sufrimiento se describe así:

“1) La recta opinión (modo correcto de ver y comprender las cosas)
  2) El recto propósito (modo correcto de pensar y querer)
       que constituyen la sabiduría.
3) La recta palabra (no mentir, calumniar, injuriar, etc.)
4) La recta conducta (abstenerse de actos dañinos para el prójimo y para sí mismo), y
5) El recto sustentamiento (no ganarse con actividades inmorales o ilícitas)
    que constituyen la virtud o moralidad.
6) El recto esfuerzo (perseverancia y empeño en el cultivo de la atención y la
    concentración),
7) La recta atención (observación atenta de los fenómenos para percibirlos y vivirlos tal
    como son en realidad, sin distorsiones emotivas o intelectuales)
8) Recta concentración (la concentración mental imprescindible para serenar la mente y
    agudizar la percepción) que constituyen la concentración meditativa”.[5]

Sabiduría, virtud y concentración meditativa se implican mutuamente. No puedo meditar bien si no tengo virtud y sabiduría. No puedo actuar virtuosamente si no tengo sabiduría y medito. No soy sabio si no actúo virtuosamente y medito. Y estas tres cosas están en función de la liberación del sufrimiento, del acceso al nirvana.
            El nirvana es vivir en unidad, no en dualidad. Si hay unidad ya no hay un otro a quien temer, ni algo que desear. En el nirvana una forma de vida es más vida que forma, por así decirlo. Si hay unidad, no hay nada que quede fuera o dentro; no hay ser ni nada. Al reflexionar sobre esto Raimon Panikkar nos dice: si “su esencia es el agua y no su limitación en la gota, entonces, cuando la gota vuelve al mar, no se puede decir de ella que haya dejado de ser agua ni que se haya, por lo tanto, perdido. ¿Qué somos pues: la gota de agua o el agua de la gota? La mística habla del vaciamiento de sí mismo, de la desaparición del propio ego, como condición esencial para alcanzar el Absoluto, Dios, la otra orilla, el nirvana”.[6]
            Se podría decir, entonces, que el que no reconoce el sentido del sufrimiento (su existencia, su origen, su caducidad y la manera de acabar con él) no es budista. Aunque el mismo Buda vio sus enseñanzas y su disciplina como algo transitorio, como algo que hay que recorrer y dejar pasar.

            Suu Kyi es budista y decidió vivir para Birmania, así que para encaminarnos a la comprensión del sentido de su vida examinaremos primero a Birmania, que es el objeto de amor de Suu, la realidad a la que le está dedicando su vida. Posteriormente nos ocuparemos de sus actos, palabras y creencias.

Las preguntas pertinentes para entender a Suu Kyi y a Birmania dentro del sentido budista de realidad, serían dos: ¿qué sentido tiene el sufrimiento de Suu? y ¿qué sentido tiene el sufrimiento de los birmanos? En los dos casos se trata de determinar el sufrimiento, sus causas  y la manera en que se está actuando para acabar con él.

Los cambios en la dominación del territorio birmano

Se podría decir que Birmania comenzó a existir como tal con el rey Anawratha (1044-1077) que extendió su reino a mucho de lo que hoy es el territorio de Birmania y adoptó como religión el budismo theravada[7] que es el que se practica hasta le fecha (actualmente 89% de la población es budista).
            Pero la mayor parte del tiempo el territorio de Birmania estuvo controlado por pequeños reinos.[8] Los otros dos períodos de unificación, aparte de la realizada por Anawratha, fueron de 1540-1581, con el rey Tabinshwehti (1531-1551) y con el rey Bayinnaung (1551-1581); y la tercera unificación de Birmania se dio con el rey Alaungpaya (1752-1760).
            Dentro de la fragmentación de poderes regionales hay que señalar que porciones de Birmania han estado también bajo dominio de potencias extranjeras. Mongoles y Chinos en diferentes momentos controlaron territorios birmanos. También lo hicieron los portugueses, pero fueron los ingleses los que lograron apropiarse de todo el territorio y convertirlo en su colonia.
            La primera adquisición británica fue al terminar triunfante la primera guerra anglo-birmana (1824-1826); la segunda con la guerra de 1852; y la tercera en 1885. Con esta última guerra los ingleses adquirieron el control de toda Birmania. Ese año fue arrestado el último de los reyes y enviado a la India. Desde entonces Birmania fue administrada como provincia de la India Británica, hasta el año de 1937 en que se le concedió un gobierno colonial propio.
            La invasión japonesa (1942-1945) interrumpió la dominación británica y la sustituyó con una todavía menos deseable, impulsando así los anhelos de independencia birmanos tanto de los japoneses como de los británicos.
            Desde su fundación hasta la fecha actual, Birmania ha sido un país predominantemente agrícola, así que todas las conquistas y dominaciones han sido por la apropiación de recursos humanos, agrícolas y naturales.
            Se podría decir que el territorio de Birmania no es, ni ha sido, una unidad política sólida; más bien ha subsistido como tierra y gente con poderes fragmentados. Incluso con los sesenta años de dominación británica ha quedado claro que el poder con dominio territorial amplio ha sido el más precario de todos. Una Birmania unificada bajo un gobierno, históricamente ha tendido ha ser una formalidad impuesta con violencia.
            Esta unificación territorial impuesta de manera violenta, ha mantenido un agudo y doloroso conflicto entre gobernantes y gobernados. Esto ha sido así durante más de cien años, aunque los gobernantes se llamen: ingleses, japoneses o militares birmanos.

La independencia de Birmania y sus problemas

En un fragmento de su discurso el día de la independencia (4 de enero de 1947), el primer ministro, U Nu, proclamaba:

Desde los días oscuros y distantes envueltos en la niebla de la antigüedad, nacidos de la misma madre: los shan, kachin, karen, chin, mon y los hermanos birmanos han vivido en amorosa amistad, en una unidad que no puede ser destrozada y en una libertad que no puede ser constreñida. La libertad que hemos ganado no es la libertad para unos cuantos privilegiados. Esta libertad es para toda la población autóctona, para que la disfruten todos los hijos e hijas de nuestro sagrado suelo. Ninguna comunidad, ninguna lengua, ningún credo, ninguna secta nos divide, somos uno. La Unión de la República de Birmania se ha convertido en un Estado independiente y soberano.”[9]

Dos meses después de que se formulara esta situación ideal y estos buenos deseos, se dividió la gobernante Liga Antifascista por la Libertad del Pueblo (AFPFL por sus siglas en inglés), que había encabezado Aung San y que “agrupaba a 200 mil miembros y 10 partidos que iban desde la extrema izquierda a la extrema derecha”[10]   El Partido Comunista Bandera Blanca incitó a la rebelión contra el gobierno y el primer ministro, U Nu ordenó el arresto de sus líderes. Varios regimientos del ejército que habían sido infiltrados por los comunistas se amotinaron. Durante los meses siguientes, se aceleró la dinámica de oposición al gobierno.
            Las minorías étnicas: karen, mon, Pa-O y rakhine, también se levantaron en armas. Durante 1948 y 49, casi la mitad del ejército birmano, con todo su equipo militar, se pasó al lado de los diferentes grupos que se habían rebelado contra el gobierno. Todas las ciudades de Birmania fueron quedando en manos de diferentes grupos rebeldes. El gobierno de U Nu no llegaba más allá de la ciudad de Rangún, la capital, y sólo contaba con doce mil hombres
            Para complicar más las cosas, algunos residuos del derrotado ejército nacionalista de Chiang Kai Sek, invadieron el estado de Shan  en 1950 y se mantuvieron ahí por décadas, incluso con el apoyo de Estados Unidos, con el objetivo de regresar a China y derrotar a los comunistas.
A principios de 1950 el gobierno de Estados Unidos veía a Birmania como algo que había llegado a su fin casi acabando de nacer. El ex primer ministro de Gran Bretaña, Sir Winston Churchill, estaba enojado porque creía que la independencia había sido un error: Inglaterra había perdido su colonia y lo único que se había logrado era que Birmania cayera en un estado de anarquía y corriera el peligro de pasar al bloque soviético.[11]
Sin embargo los grupos rebeldes no sólo fueron incapaces de unirse en un frente común sino que se dividieron ellos mismos. Esto le dio al gobierno y al general Ne Win la oportunidad para reconstituir las fuerzas armadas y prevalecer contra los opositores.
El fortalecimiento militar del gobierno, sin embargo, no fue suficiente para acabar con la oposición armada y durante los últimos 62 años han continuado los enfrentamientos armados con periodos de más y menos intensidad. Los grupos aparecen, se transforman o desaparecen, pero siempre están ahí, presentando combate. El Ejército Unido del Estado de Wa, por ejemplo, se ha transformado notablemente. Actualmente cuenta con veinte mil hombres (UWSA por sus siglas en inglés). Anteriormente apoyaba al Partido Comunista Birmano, pero desde que este decidió dejar de enfrentar al gobierno, los Wa decidieron mantener independiente a su ejército, para seguir controlando la producción y el tráfico de drogas. Ahora, en esta tarea, provisionalmente cuentan con la complicidad de los militares birmanos.[12]
Se calcula que la guerra contra los grupos armados de las etnias minoritarias ha causado que más de dos millones de personas abandonen sus hogares y huyan de Birmania a través de Tailandia. En el año 2004 la BBC calculó que en estas décadas de conflicto 200 mil personas de la etnia karen han abandonado sus casas y 120 mil se han refugiado en Tailandia, en la frontera.[13]

Todos los gobernantes birmanos, civiles o militares, han mantenido dos objetivos políticos muy claros:
 1) Conservar la independencia no sometiéndose a ningún gobierno extranjero (ni comunista, ni capitalista, ni de ningún tipo); y
2) evitar la secesión o la independencia de los territorios habitados por las minorías étnicas y que constituyen más de la mitad del territorio birmano.

La lucha por cumplir con estos dos objetivos se ha traducido en 48 años de dictadura militar y en una oposición gubernamental a la industrialización de país (Birmania tiene como principal actividad económica a la agricultura que ocupa 2/3 de la población económicamente activa y contribuye en un 40% al producto interno bruto).
La lucha por mantener la independencia llevó a los gobiernos civiles y militares a combatir a los aliados internos de las potencias extranjeras.
Para evitar caer en manos de los comunistas de la Unión Soviética o los de China, peleó contra los comunistas birmanos que buscaban hacerse del poder por la vía armada y contra los que querían conquistarlo por la vía electoral. El hecho de que el izquierdista Frente Unido Nacional (liderado por un hermano del héroe de la independencia Aung San) obtuviera 37% de los votos en las elecciones de abril de 1956 fue un momento decisivo[14] para que los gobernantes en turno devaluaran la viabilidad de la democracia como sistema de gobierno y revaloraran el papel de los militares en la vida política.
Por otro lado, para evitar caer en manos de Estados Unidos o de nuevo en manos de Inglaterra, se bloqueó el desarrollo del capitalismo. A este sistema económico se le vio siempre como un medio que tenían los extranjeros para dominar al país.
El primer gobierno independiente nacionalizó la industria, fomentó las cooperativas y repartió la tierra. El gobierno militar, después del golpe de Estado en 1962, continuó por la misma línea en lo que llamó: “El camino birmano hacia el socialismo”.
Por esta orientación anticapitalista, primero atacó a los empresarios privados, que prácticamente eran chinos, hindúes o pakistaníes que habían llegado a Birmania con el apoyo de los ingleses, para impulsar la economía, ya que se consideraba a los birmanos como poco afines al nuevo sistema económico. Por la campaña de persecución contra “residentes extranjeros” y la nacionalización de las empresas privadas: 300 mil birmanos-hindúes huyeron del país. Lo mismo sucedió con los chinos, pero desconozco el número de los que emigraron en estas circunstancias.[15]
“El camino birmano al socialismo” fue el sistema ideal que encontraron los militares para desaparecer cualquier institución o poder ciudadano independiente que pudiera desafiar exitosamente al gobierno. Se trataba de crear una situación muy desventajosa, en la que el individuo enfrentara al Estado en la soledad y el aislamiento. Nadie estaría ahí para apoyarlo o reforzarlo en sus derechos y obligaciones. Se quiso reducir cualquier oposición a la impotencia, para asegurar la continuidad del gobierno militar. En los últimos 48 años, esta estrategia ha dado el resultado esperado.

Hasta hoy, no hay empresa nacional que no pertenezca también a los militares en co-propiedad; hasta hace poco no había escuela de cualquier grado que no perteneciera al gobierno; no hay medio de comunicación que pueda difundir sus mensajes sin previa censura; no ha habido partidos políticos de oposición que puedan funcionar en la legalidad y la normalidad; no hay ni siquiera organismos asistenciales extranjeros cuyo personal no haya sido aprobado por los gobernantes. Cualquier ascenso o descenso en la escala social depende de los militares. El control es tal que incluso está prohibido, bajo pena de cárcel, que los birmanos hablen de política con los turistas extranjeros. El Consejo para la Promoción del Turismo en Myanmar ordenó a los funcionarios locales en 2001, limitar el “contacto innecesario” entre extranjeros y la gente común.[16]
Esta soledad y aislamiento del gobernado permite que el gobernante pueda hacer cualquier cosa con arbitrariedad e impunidad. La víctima de este poder puede ser cualquiera: un rico o un pobre, un general o un soldado, un monje o un laico, un funcionario gubernamental o un ciudadano. Cualquiera está desamparado frente al oficial superior. El desamparo, la desprotección y el miedo son los diferentes uniformes que se le imponen a la gente para salir a la calle o entrar a sus casas.

Incluso el general Ne Win, el hombre que tuvo más tiempo el poder en Birmania y que fue el creador o promotor de todos los gobiernos que han existido desde la independencia del país hasta hoy; incluso él, fue víctima de la dictadura militar que instauró en el país desde 1962: murió a los 91 años, cuando estaba bajo arresto domiciliario y a su funeral (en el año 2002) sólo acudieron 30 personas. No hubo honores ni reconocimientos, sólo silencio e indiferencia. Era un hombre en desgracia, mal visto por el mando militar en turno. Ya no significaba nada.

La dictadura militar, a pesar de todos sus esfuerzos y propósitos, no ha podido acabar con el poder independiente de la comunidad de monjes budistas (sangha), ni con el de las etnias minoritarias. Son los únicos espacios en que no hay tanta soledad, aislamiento o dependencia completa del gobierno. Son espacios de identidad, desafío y oposición a la dictadura. Son fuentes de renovación y reorganización que han estado más allá del poder destructivo y uniformador de los militares.

El proyecto realizado de convertir a Birmania en una prisión

Si se examinan las condiciones económicas, políticas y jurídicas en que viven los Birmanos se puede llegar a la conclusión que el proyecto de nación que ha ejecutado la dictadura militar fue el de convertir a Birmania en una prisión: afuera dejaron al resto del mundo y adentro están los prisioneros: muy vigilados, maltratados y castigados. Esa fue la manera que los militares encontraron para mantener “unido” al país y conservarse en el poder.
            La percepción de Birmania como una prisión no es una metáfora extravagante sino sentido común. Por eso, Aung San Suu Kyi, al cancelar la manifestación planeada para el 19 de julio de 1989, es decir, un día antes de su arresto domiciliario y después de muchas limitaciones a sus actividades, escribió: “dejemos que el mundo sepa que, bajo esta administración militar, somos prisioneros en nuestro propio país”.[17]
            El antropólogo Gustaaf Houtman señala que la palabra más usada en Birmania para referirse a la prisión es htaung y significa poner una trampa o estar atrapado o enjaulado, pero también significa erigir o construir bardas que encierren o agrupen. Se utiliza para el concepto de casamiento que literalmente significa “caer en una casa erigida”. El viejo concepto de prisión tiene así un significado de unir y vincular, “la casa que ata o vincula”.[18]
            Pero una prisión aísla al individuo para que pueda estar controlado día y noche. Eso es lo que ha hecho la dictadura militar con los birmanos. La unidad o vínculo de los prisioneros se ha impuesto contra la voluntad de éstos. El prisionero aspira a salirse del control y a unirse de nuevo con sus seres queridos. Por eso mismo los opositores piensan que Birmania es como un volcán que puede hacer erupción en cualquier momento.
            El volcán ya ha hecho erupción de manera intempestiva en varias ocasiones, pero ninguna ha sido efectiva y liberadora. Después de cada una de las explosiones, las condiciones de vida han empeorado.
            Una memorable, pero muy focalizada, fue en diciembre de 1974 y se desató en los funerales del ex secretario de la ONU, U Thant. Fue un conflicto de valores, esencialmente simbólico: estudiantes y militares se disputaron el ataúd. Los primeros se apoderaron del féretro y lo llevaron, para honrarlo, al lugar donde había sido dinamitado el edificio de la Unión de Estudiantes después del golpe de Estado de 1962. Los militares irrumpieron en el campus el 11 de diciembre, mataron algunos estudiantes, recuperaron el ataúd y lo enterraron al pie de la pagoda Shwedagon. U Than había pertenecido al grupo gobernante que había sido desalojado del poder por el general Ne Win.
            Este incidente reforzó la carga de resentimiento entre los estudiantes, pues meses antes, la dictadura había “solucionado” una huelga de trabajadores en cien fábricas disparando contra trabajadores y estudiantes el 6 de junio de 1974.[19]
            Otra erupción, la más importante, se dio en 1988. Empezó como una protesta contra la policía que había maltratado y asesinado a unos estudiantes, pero después se transformó en una lucha por instaurar un gobierno democrático. En esta ocasión, la movilización se dio a escala nacional e involucró a toda la población.
            La última erupción, muy significativa, fue la que encabezaron los monjes budistas en 2007, también se dio a nivel nacional, y prendió a partir de lo que se consideró como un excesivo aumento del precio de los combustibles y alimentos.
            En ninguno de estos casos los birmanos lograron salir de la prisión, porque el alto mando del ejército enfrentó suficientemente unido a una población apabullantemente mayoritaria, pero desarmada. Se enfrentaron balas contra propuestas, torturas contra diálogo, cárcel contra asambleas. Provisionalmente ganaron las balas, las torturas y la cárcel.
            Los generales han coincidido en que las protestas y las demandas de la población deben ser respondidas con represión violenta, cárcel y torturas. Cualquier diálogo o satisfacción mínima a las demandas de los opositores ha quedado descartada. No han visto la necesidad de tomar en cuenta lo que la gente quiere. Al contrario, la dictadura ha aprovechado estas oportunidades para repetir el mensaje de que allá abajo, en el lugar de los gobernados, nada es significativo, nada puede hacer la diferencia, todo vale nada.
            El cambio va a llegar a Birmania, otra vez, con un fuerte empujón de fuera. El poder de otros países va a irrumpir progresivamente para conseguir lo que este país tiene y a ellos les hace falta. Los militares ya no cuentan con tanto tiempo como antes para detener este proceso. Hasta finales de los años 80 lograron mantenerse aislados de la comunidad internacional porque su anticomunismo les permitió que Estados Unidos los considerara como una garantía en una época en el que el sudeste asiático se había convulsionado: la guerra de corea, la de Vietnam, la de Camboya, etc. No había preocupación de que el comunismo se extendiera a Birmania, los militares estaban ahí para evitarlo.
            Con el derrumbe de la URSS, a principios de los años 90 y el desarrollo del capitalismo en China desde los 80, el anticomunismo de los militares birmanos dejó de ser significativo y se convirtió en algo irrelevante. Perdieron su importancia y empezaron a ser considerados como un obstáculo para la expansión de la economía de mercado. Las potencias extranjeras consideran deben participar en la economía de Birmania, en la transformación adecuada de sus enormes recursos naturales en mercancías (petróleo, gas, madera, piedras preciosas, etc.).
            El viejo sueño que tenían los militares de mantener a Birmania independiente de cualquier poder extranjero, sea comunista o capitalista, está a punto de terminar, aunque este final es totalmente imprevisible en cuanto al tiempo y al modo, sobre todo porque no se sabe qué es lo que está pasando al interior del ejército. Sólo se conocen algunas purgas periódicas, promovidas por el general en jefe que de esa manera se protege de sus rivales y se prolonga en el poder.
            Nadie sabe cuándo llegará el fin, ni cómo será, pero todo mundo está seguro de que será. Por lo pronto el alto mando corre el peligro de dividirse en torno a la elección del aliado que quiere para desarrollar su economía y su mercado interno: pueden elegir a los chinos (que han sido hasta hoy sus aliados más importantes), a los japoneses o a los estadounidenses y europeos. Ese proceso puede dividirlos y con ello pueden perder el control del país.
            La decisión que tomen afectará a su sistema de gobierno, a la economía y alterará la relación entre gobernantes y gobernados. El cambio, por supuesto, no vendrá sólo del movimiento popular o de los militares o de las potencias extranjeras. Cada uno tendrá su papel. Lo cierto es que los militares ya no podrán aislarse del mundo y, por eso mismo, ya no podrán aislar fácilmente a sus gobernados para tenerlos controlados.
            Ya caducó el proyecto de convertir y mantener a Birmania como una prisión. Esa forma de sufrimiento será sustituida por otra. El paso siguiente no puede ser la liberación del sufrimiento, porque eso significaría que toda la población accedería al nirvana. Lo que sí se puede esperar es la concreción de otra forma política y social, condicionada, limitada y, por tanto, dolorosa.

Los años de formación de Suu Kyi

Suu vivió los primeros dieciséis años de vida en Birmania, con su madre, en una casa grande de dos pisos que regaló el gobierno de U Nu. Está ubicada en la avenida Universidad, a la orilla del lago Inya en una zona de Rangún habitada por la clase alta. Ahí murió ahogado, a los ocho años de edad, el hermano menor, Aung San Lin, y ahí es donde ha vivido incomunicada, en sus quince años de intermitente arresto domiciliario.
            Su madre, Daw Khin Kyi, después de estudiar la preparatoria, se graduó como enfermera y partera, y se convirtió en jefa de enfermeras del Hospital General de Rangún durante la II Guerra Mundial. En esa época conoció y cuidó brevemente a Aung San. Ambos se casaron en septiembre de 1942 después de un breve noviazgo.[20]
            Suu escribió en la biografía de su padre: “Aung san se casó con una mujer que no sólo tuvo la valentía y la calidez que necesitaba de una compañera de vida sino también la firmeza y la dignidad para sostener sus ideales después de su muerte (…) Al tener a su lado una compañera que fue capaz de compartir una vida dura y peligrosa indudablemente lo reforzó en la tarea trascendental que tenía por delante”.[21]
            Daw Khin Kyi era de inteligencia y decisión rápidas, tenía grandes poderes de persuasión y un tacto diplomático que le permitieron salvar situaciones o evitar desastres. Era muy discreta y poseía un juicio refinado. Las historias que contaba de las experiencias en que ponía en juego sus cualidades sirvieron también como modelo de comportamiento a su hija.[22]
            También transmitió los ideales del padre y educó a sus hijos en el budismo y en los valores morales y sociales de los birmanos. Suu aprendió los usos y costumbres apropiados a su cultura: vestía el longyi (una falda larga), untaba su cara con thanakha para proteger su piel del sol, preparaba el arroz con “curry” y otros alimentos, se reunía con familia y amigos para ofrecer comida a los monjes (en lo que se llama el hsoongway) y a oír los sermones y a cantar las oraciones en común; aprendió los gestos adecuados, la pequeña inclinación del cuerpo cuando se pasa frente a los mayores, el tono de voz y el lenguaje que implican respeto. Los rasgos distintivos de los birmanos no los perdió a pesar de los 27 años que vivió fuera de su país (de 1961 a 1988).[23]
            En 1961 Daw Khin Kyi fue nombrada embajadora de Birmania en la India y Suu ingresó en el Lady Sri Ram College de Nueva Delhi. Suu aprendió la manera de hacer arreglos florales japoneses, tuvo lecciones particulares de piano en su casa y tomó clases de equitación donde conoció a Rajiv y Sanjay, nietos del primer ministro Nerhu e hijos de Indira Gandhi. Además era una apasionada lectora.[24]
            Estudió su licenciatura en filosofía, política y economía en el St. Hugh's College de la Universidad de Oxford de los años 1964 a 1967. Esta institución, en esa época era exclusiva para mujeres. Suu se convirtió en parte de la familia del diplomático británico, Sir Paul Gore-Booth y de su esposa Patricia, con los que su madre había hecho amistad cuando el primero fue embajador en Birmania y cuando estuvo en Delhi como alto comisionado. En las reuniones de la familia Gore, Suu conoció a Michael Aris, con el que se casaría después, y también tuvo la oportunidad de conocer a políticos y funcionarios del gobierno inglés y aprender de su conducta, lenguaje y apariencia.[25] Pero sus amistades en la escuela eran más que nada hindúes y africanas.[26]
            Ann Pasternak, amiga de Suu, la recuerda como una mujer bella, delgada, limpia, justa, determinada, curiosa y de una pureza feroz. Además la señala moralmente como una tradicionalista oriental pura. Cuenta que una vez una compañera le preguntó: “Pero ¿no quieres acostarte con alguien?”. Y Suu contestó indignada: “No, yo nunca iré a la cama con nadie, excepto con mi marido. ¿Ahora? Voy a la cama y abrazo mi almohada”. La respuesta provocó la risa burlona de las amigas que estaban ahí.[27]
            Sobre bases religiosas tampoco tomaba alcohol ni fumaba. Aunque una vez por curiosidad, para saber qué se sentía, compró una botella de alcohol y la bebió. Las nauseas, los vómitos y la desagradable experiencia confirmaron su rechazo.[28]
            Al terminar su licenciatura se fue a estudiar un postgrado en asuntos internacionales en la Universidad de Nueva York, con el profesor Frank Trager que recién había publicado su libro: “Birmania: del reino a la república”. Su tía adoptiva, Ma Than E, con la que vivía en Manhattan, la convenció de que suspendiera sus estudios de postgrado y trabajara, como ella, en la ONU. Así se evitaría los largos trayectos de autobús a la universidad que la mareaban, y los peligros de cruzar sola el parque hasta Washingon Square y adquiriría experiencia en un trabajo que estaba a seis minutos de su casa. Suu aceptó la propuesta y logró entrar al equipo que apoyaba al Consejo Asesor de Cuestiones Administrativas y Presupuestales de la ONU. Ahí estuvo laborando de 1969 a 1971. Para su ingreso en el trabajo ayudó el que en ese tiempo fuera secretario general de la ONU, U Thant, un birmano amigo de la familia.[29]
            A finales de su tercer año de servicio, en 1971, Suu “decidió que tener un marido e hijos era preferible a una carrera en Naciones Unidas, por muy prometedora que fuera”.[30] Regresó a Inglaterra y se casó el 1 de enero de 1972 con Michael Laris, con el que había llevado, en los últimos años, una especie de noviazgo por correspondencia. Después de la boda se fueron a vivir al reino de Bután donde su esposo había sido contratado desde el año anterior como tutor de la familia real y traductor del gobierno. Regresaron al año siguiente a Inglaterra para que Michael iniciara su doctorado en la Universidad de Londres y naciera su hijo Alexander.
            De enero de 1972 a principios de 1988, Suu los dedicó a la vida familiar, a leer mucho, a aprender japonés y a escribir sobre su padre y Birmania; y, a mediados de los 80, a hacer su doctorado en literatura Birmana en la Universidad de Londres.
            Durante esa época la pequeña casa de la familia constantemente se llenaba de invitados y visitas de amigos, parientes birmanos y conocidos de Bután. A Suu se le veía pedaleando por las calles, con la canasta de su bicicleta llena de vegetales y frutas. También se le podía ver en su casa cocinando platillos japoneses de pescado barato o en su máquina de cocer con una ondulante sábana de algodón color amarillo o haciendo cortinas o ropa para sí misma.
            Se le pudo ver tensa y preocupada porque a Kim, su segundo hijo, nacido en 1977, no pudo darle pecho sino biberón o relajada al darle a su hijo un masaje con aceite.[31]
            Pero todo ese tiempo tuvo en mente la necesidad de hacer algo por su país. Esa convicción le dio orientación a su vida. Tal vez en base a esa experiencia después escribió en uno de sus artículos académicos:

            “Acciones sin ideas pierden su potencia tan pronto como la situación que la convocó deja de ser válida. Un movimiento a largo plazo no puede sostenerse con una serie de movimientos pragmáticos desconectados por falta de una visión que les dé continuidad”.[32]

Por esa razón, las labores domésticas y familiares incluyeron siempre el estudio y conocimiento de Birmania con libros, conversaciones, visitas y reflexiones. Suu explica esta pasión de la siguiente manera:

            “Mucha gente me pregunta cómo me involucré en este movimiento nacional por la democracia. Como la hija del hombre que es considerado como el padre de la Birmania moderna fue inevitable que me compenetrara de las corrientes políticas que hay en mi país. Desde la infancia me interesé profundamente en la historia del movimiento de independencia y en el desarrollo político y social de la Unión de Birmania.  Como mi padre murió cuando yo tenía dos años, no se puede decir que lo conociera. Se me enseñó a pensarlo como un padre amoroso e indulgente y como un hombre recto y honorable que puso el bienestar de su país por encima de sus propios intereses. Sólo hasta que crecí y empecé a colectar material sobre su vida y sus logros fue cuando empecé a comprender cómo había sido realmente y cuánto había logrado en sus 32 años de vida. No sólo concebí entonces una gran admiración por él como patriota y estadista, sino que desarrollé un fuerte sentido de empatía al descubrir muchas semejanzas en nuestras actitudes. Es quizás por este vínculo tan fuerte que llegué a sentir un profundo sentido de responsabilidad hacia el bienestar de mi país”.[33]

            El momento de hacer algo por Birmania le llegó de la manera más inesperada, por una simple coincidencia. En marzo de 1988, por un lado, los estudiantes iniciaron una serie de protestas de largo aliento contra la dictadura; por el otro, a la madre de Suu, diabética, le dio un infarto. Inmediatamente dejó su casa y sus estudios en Oxford, Inglaterra, y se fue a cuidar a su madre a Rangún, ciudad que era el escenario de continuas manifestaciones a favor de la democracia.

La incorporación de Suu al movimiento popular del 8-8-88

Una de las múltiples causas del movimiento popular de 1988 contra la dictadura fue que el general Ne Win le dio un significado astrológico a los kyats (nombre de los billetes de banco) que circulaban en las transacciones económicas. Creyó que si retiraba unos billetes que no podían dividirse entre 9 y quedar enteros, como los de 75 y 25 que recientemente había introducido, podría vivir 90 años; y así lo hizo en septiembre de 1987 aunque con sus medidas entorpeciera el funcionamiento de la economía. La decisión provocó violentas protestas estudiantiles en Rangún y de trabajadores y monjes en Mandalay (la segunda ciudad más importante de Birmania).[34]
            Para empeorar más las cosas a finales de 1987 y principios de 1988 obligó a los campesinos a venderle arroz al gobierno por debajo de los precios del mercado. Con esta medida el gobierno quería adquirir más recursos y provocó violentas protestas rurales.
            La devaluación arbitraria del arroz y la eliminación de papel moneda útil crearon un gran malestar en la mayoría de la población. Si a esto se le agrega el descontento profundo por 26 años de políticas económicas equivocadas, se tiene un ambiente propicio para la gran movilización antigubernamental de 1988.
            La chispa desde la que se incendiaron todos los ánimos opositores brotó el 12 de marzo de 1988. Ese día, estudiantes del Instituto Tecnológico de Rangún (RIT, por sus siglas en inglés) discutieron con otros jóvenes por la música que debía tocarse mientras bebían en el Sanda Win. Cuando se desató la pelea entre ellos, el hijo de un funcionario del partido oficial hirió a uno de los estudiantes y fue detenido por la policía, pero rápidamente fue dejado en libertad. Esto indignó a muchos y al día siguiente hubo una nueva protesta. La policía antimotines llegó rápidamente para enfrentar a los estudiantes. Fue una lucha de piedras contra balas. Uno de los disparos mató al estudiante Phone Maw y a partir de ahí se desataron más protestas y más violencia.
En la siguientes semanas murieron 200 más, incluidos 40 estudiantes asfixiados por haber sido amontonados en una camioneta de la policía Los arrestados fueron golpeados y torturados y algunas mujeres violadas.
Cuando el 9 de mayo se dio a conocer los resultados de una investigación gubernamental que informó que sólo tres estudiantes habían sido asesinados y se omitió cualquier referencia a los detenidos, se desató una nueva ola de manifestaciones en todo el país. Los estudiantes y  monjes budistas desfilaron por toda Birmania exigiendo el fin de la dictadura y la instauración de una democracia pluripartidista. En sus pancartas decían: “26 años fueron suficientes”. En muchas manifestaciones era frecuente ver que la gente portaba los retratos de Aung San, el héroe de la independencia birmana.
Los meses de abril, mayo y junio, Suu Kyi había estado cuidando a su madre en el hospital. Como vio que el estado de salud de su madre no mostraba signos de una buena recuperación y que los cuidados del hospital no aportaban nada significativo, decidió cuidarla en casa.
El 23 de julio, dadas las imparables manifestaciones de protesta en todo el país, el Partido del Programa Socialista de Birmania (BSPP por sus siglas en inglés) celebró una sesión extraordinaria. Ahí el general Ne Win declaró:

Creo que los disturbios y la sangre derramada en marzo y junio fueron maniobras de aquellos que participaron en los disturbios y de aquellos que están detrás de estos, ambos con la intención de mostrar su falta de confianza en el gobierno y en el partido que lo sostiene. Es necesario evaluar si detrás de los que no confían en el gobierno está una mayoría o una minoría del país. Creo que un referéndum sobre lo que quiere la gente –un sistema uni partidista o pluripartidista- podrá darnos la respuesta, así que le pido al Congreso del Partido que haga el referéndum”.[35]
            Al mismo tiempo advirtió que si los “disturbios” continuaban se tendría que llamar al ejército: “Me gustaría declarar aquí que si el ejército dispara no tiene la tradición de hacerlo al aire, dispara a dar en el blanco”. De manera congruente con esta idea, designó para “sucederlo” en la jefatura del gobierno, al general Sein Lwin conocido como el “carnicero de Rangún”.
Después de que Ne Win se retirara al fondo de la escena, para seguir maniobrando desde ahí, la casa de Suu Kyi se convirtió en el centro de reunión de toda clase de activistas y políticos de diversas tendencias y generaciones. La familia y el nombre de Aung San seguían simbolizando las más altas aspiraciones de los birmanos.
Michael Leris escribió sus impresiones sobre lo que hizo su mujer esos meses:

            “Yo nunca entenderé completamente cómo ella se las arregló para dividir sus esfuerzos equitativamente entre el devoto cuidado a su incapacitada y moribunda madre y toda la actividad que trajo su liderazgo en la lucha por los derechos humanos y la democracia en su país. Eso tiene que ver con su inflexible sentido del deber y su seguridad sobre lo que está bien y está mal, cualidades que para algunos hombros caen como peso muerto, pero que ella las lleva con mucha gracia”.[36]

El 3 de agosto las autoridades impusieron la ley marcial de 8 am a 4 pm y prohibieron las reuniones de más de cinco personas, pero la gente no la respetó. De hecho se convocó a una huelga general y a grandes manifestaciones en todo el país para el día 8 de agosto (8-8-88). Ese día los manifestantes de Rangún se congregaron en el centro de la ciudad, acudieron desde todos los barrios. Muchos campesinos fueron a protestar a la capital porque estaban enojados contra las políticas económicas. Por su parte el general Sein Lwin también vio la necesidad de contar con más apoyo y mandó traer a Rangún tropas que estaban en el combate de rutina contra las guerrillas de las minorías étnicas.
            Aunque en la manifestación del 8 de agosto en Rangún sólo hubo un muerto durante el día, por el disparo que realizó un nervioso policía de tránsito que huyó; desde la noche y en los siguientes cinco días, el ejército se movió a lo largo de todo el país para aplastar las manifestaciones arrestando y disparando contra la gente. Se pudieron contar entre dos mil y tres mil muertos. Las protestas iniciaban pacíficamente y terminaban violentamente. La policía anti-motines agredía, los manifestantes respondían con piedras, dardos venenosos, bombas molotov y con lo que tenían a mano; la policía disparaba a matar.
            La violencia no fue exclusiva de la capital, se extendió a más de cuarenta lugares en todo el país y en la mayoría de ellos hubo muchos muertos, pero nunca se dio a conocer el número de fallecidos.
            El 10 de agosto, soldados dispararon, en el Hospital General de Rangún, contra enfermeras y doctores que estaban atendiendo a manifestantes heridos. La radio oficial, por su parte, reportó que se había arrestado a 1,451 “saqueadores y promotores de disturbios”.
            Ese mismo 10 de agosto, el comité de sayadaws (abades de monasterios budistas) hizo el siguiente llamado:

            La gente del país, la comunidad de monjes (sangha) y los laicos, deben vivir pacíficamente dentro del marco de la ley y presentar sus justas aspiraciones por medios pacíficos … se le ha hecho una petición especial al gobierno para que cumpla en lo posible con las aspiraciones legales de la gente”.[37]

            El 12 de agosto, quizá como consecuencia del llamado de los sayadaws a solucionar de manera pacífica el conflicto, renunció el general Sein Lwin como jefe de gobierno.
            Tres días después, el 15 de agosto, como fruto de las constantes reuniones en su casa, Aung San Suu Kyi intervino públicamente presentando una iniciativa suya y de un grupo de personajes notables de Birmania, para que se formara un Comité Consultivo del Pueblo con gente no partidista pero de conocida reputación en los campos de la política, la economía y los asuntos civiles. El objetivo que tendría sería el instrumentar de manera pacífica los cambios que estaba pidiendo la mayoría de la gente.
            El 19 de agosto, en sintonía con lo que parecía ser el nuevo ambiente de conciliación y de búsqueda de salidas al conflicto, se designó como cabeza de gobierno a un civil, al Dr. Maung Maung, biógrafo del general Ne Win. Pero como no se veía que el gobierno diera un paso decisivo en una dirección de cambio, el 22 de agosto se reanudaron las manifestaciones en todo el país. En Mandalay hubo una de 100 mil participantes y en Sittwe de 50 mil.

El inicio de su liderazgo

El 26 de agosto Suu Kyi se habló por primera vez en un mitin. Fue en la explanada de la Pagoda Shwedagon, en Rangún, frente a 500 mil personas. Ahí dijo:

“Yo creo que le gente que se ha reunido aquí, vino, sin excepción, con el firme deseo de luchar por y ganar un sistema democrático pluri-partidista. Con el fin de llegar a este objetivo, toda la gente debe marchar unida y disciplinadamente a la meta de la democracia.
            (…) la crisis actual es asunto de toda la nación. Y yo, como hija de mi padre no puedo permanecer indiferente a lo que está sucediendo. Esta crisis nacional de hecho podría llamarse la segunda lucha por la independencia.
            (…) Para lograr la democracia, la gente debe permanecer unida. Está muy claro, es un hecho obvio, que si no hay unidad de propósito no seremos capaces de lograr nada. Si la gente se divide, ninguna ideología ni forma de gobierno podrá traer beneficio al país. Sin disciplina, ningún sistema tiene éxito. Por lo tanto, la gente debe permanecer unida y disciplinada.
            (…) No me gustaría ver una división y luchas entre el ejército que mi padre construyó y la gente que ama tanto a mi padre. ¿Se me permitiría pedir, desde esta plataforma, al personal de las fuerzas armadas que tenga reciprocidad con esta clase de entendimiento y simpatía? ¿Se me permitiría llamar a las fuerzas armadas a convertirse en aquello en que la gente pueda poner su confianza? ¿Las fuerzas armadas podrían convertirse en las que sostienen el honor y la dignidad de nuestro país?
            (…) No necesitamos un referéndum. Necesitamos un sistema pluripartidista. Debe introducirse lo más rápidamente posible por medio de elecciones libres y justas. Para celebrarlas se deben crear las condiciones necesarias en todo el país. La gente perdió la confianza en el gobierno actual. Si la preparación de elecciones libres y justas requiere un gobierno interino, entonces debe crearse ese gobierno”.[38]

El partido gobernante (BSPP por sus siglas en inglés) celebró un congreso en septiembre y 75% de los delegados de todo el país (968 de 1080) votaron, ahora sí, por un sistema pluripartidista de gobierno. Se anunció entonces que se organizaría una elección nacional.
Los partidos de oposición demandaron la renuncia inmediata del gobierno y la formación de un gobierno provisional para organizar las elecciones.
El BSPP rechazó las dos peticiones y entonces se reanudaron las protestas diarias en las calles el 12 de septiembre. Para entonces ya se había dado un acercamiento y mayor convivencia entre manifestantes, policías y soldados. Pero rápidamente el gobierno instrumentó un mayor distanciamiento, montó provocaciones y las manifestaciones se tornaron violentas de nuevo.
            Sobre esta situación de provocaciones, Suu Kyi declaró en esos días:

            Se ha dado mucha publicidad a los saqueos, a los incendios provocados y a otros actos de vandalismo. Ha sido evidente que los peores incidentes han sido y son instigados por la facción gubernamental. Es una situación extraña y horrorosa que la gente esté intentando conservar el orden y la unidad mientras que la facción del gobierno hace su mejor esfuerzo por promover la anarquía. Tiene mucho crédito el movimiento popular democrático de que las cosas no sean peores de lo que son. Algunos miembros del presente régimen están obviamente determinados, por razones que están más allá de la comprensión de una persona responsable, a resistir la voluntad del pueblo. Sus acciones parecen estar dirigidas solamente a la creación del caos y de un máximo de sufrimiento a la gente que los ha rechazado con una unanimidad pocas veces vista en el curso de la historia nacional”.[39]

La represión contra el movimiento democrático

Pocos días después Suu Kyi pudo entender el sentido del caos que había estado promoviendo el gobierno en las manifestaciones. Era el ambiente que preparaba y servía de “justificación” para acabar con las ilusiones de la gente acerca de un cambio hacia la democracia. El 18 de septiembre asumió el poder el Consejo para la Restauración del Estado, el Orden y la Ley (SLORC por sus siglas en inglés). El gobierno anunció la creación de este nuevo órgano de poder  en interés del pueblo: “con el fin de detener oportunamente el deterioro de las condiciones en todas partes a lo largo del país”.[40]
            El Consejo, encabezado por el general Saw Maung, abolió todos los órganos de poder estatal formados bajo la constitución de 1974, pero se sabía que el general Ne Win seguía al mando de todo el proceso de reorganización gubernamental. Básicamente los militares hicieron ajustes en sus aparatos de gobierno, control y represión. Dentro de los ajustes efectuados, el partido oficial perdió relevancia como instrumento de poder y los comandantes regionales del ejército incrementaron su importancia política. Se abolieron todas las instituciones judiciales existentes, se prohibieron las reuniones de más de cuatro personas y se estimularon los arrestos sin orden de detención ni juicios posteriores.
            El general Saw Maung, en su primer discurso, dijo que debido a las condiciones de ingobernabilidad, el ejército era incapaz de actuar con buena voluntad (cettana)[41] hacia la gente, pero señaló que el SLORC no tenía interés por conservar el poder por mucho tiempo y que pronto establecería una democracia pluripartidista, para lo cual el Estado había acordado la realización de elecciones pluripartidistas en conformidad con la petición hecha el 10 de agosto pasado por el comité de sayadaws (abades de los monasterios budistas). Prometió, además que las elecciones serían libres y justas y que los militares no usarían ni su autoridad ni su rango para influenciar las elecciones.[42]
            Para el SLORC la promesa de elecciones pluripartidistas estaba ligada a la desarticulación de la movilización nacional para la democracia, así que se propuso acabar rápidamente con las manifestaciones por medio de la ley marcial y una represión despiadada. Se dio a la tarea de matar, herir, perseguir, encarcelar, torturar, amenazar y crear una situación de miedo paralizante.
En la primera semana, las instrucciones del SLORC se tradujeron en la muerte de 1,500 personas, principalmente estudiantes y monjes. A finales de septiembre el número de muertos en Rangún había llegado ya a los tres mil. El número de heridos y detenidos fue también de varios miles, aunque de esto no se tienen cifras confiables. Había mucha confusión y ninguno de los grupos opositores tenía en esos momentos la capacidad y el tiempo de llevar un registro. Después, con la información de la que pudo allegarse, Amnistía Internacional calculó que entre el 18 de septiembre y el 1 de julio de 1989 se detuvo a tres mil personas que se convirtieron así en prisioneros políticos.[43]
            Como respuesta a la reorganización represiva del gobierno y a la promesa de elecciones, el 24 de septiembre de 1988, Aung San Suu Kyi, los ex generales Tin U, Aung Gyi, el ex coronel U Kyi Maung y con el apoyo de miles de birmanos,  fundaron un nuevo partido: la Liga Nacional para la Democracia. Los tres ex oficiales del ejército habían roto con Ne Win y habían sido encarcelados en varias ocasiones por disentir del régimen.
            Suu explicó que el objetivo del partido no era luchar por un gobierno interino, ni participar en las elecciones sino lograr la vigencia de los derechos humanos básicos “lo más pronto posible”, pues si se logra esto, “uno de los derechos –elecciones libres y justas- se materializará”.[44]

Su campaña de desobediencia civil en defensa de los derechos humanos

A lo largo de seis meses los birmanos habían sido capaces de romper el aislamiento que les había impuesto el gobierno del general Ne Win durante 26 años. La mayoría de la población se unió para repudiar a un gobierno autoritario e ineficiente y demandar la formación de uno democrático. Casi cualquier gobierno de cualquier país habría sido incapaz de sobrevivir sin el sostén activo o pasivo de los de abajo, y menos aún si lo sacuden de manera casi unánime para deshacerse de él. Pero un gobierno, como el de Birmania, que había eliminado cualquier poder independiente, cualquier alternativa, podía mantenerse con la pura fuerza de las armas.
Al gobierno lo sostenía el ejército y sus armas, y mientras no los perdiera, podía elegir si mantenía la forma de gobierno o la cambiaba. Decidió no cambiarla sino realizar ajustes, utilizar nuevos instrumentos, y desunir a los que abajo se habían unido.
La primera división que trazó, y que dejó muy clara, fue la separación entre vivos y muertos. Del lado de los muertos quedaron los desobedientes anónimos. El mensaje de la muerte fue dirigido al azar: “Si no me obedeces, te mato”. Disparar a matar a los que se unían en la calle era subrayar el desprecio a los opositores y a los gobernados. No importa quién seas, cómo te llames, qué hagas, simplemente eres un estorbo que puede ser eliminado. De esta manera realizó una primera clasificación de los ciudadanos: los eliminados y los eliminables. Bastaba con existir en Birmania para ser ubicado al azar o arbitrariamente en cualquiera de las dos clases.
La segunda gran división fue separar a los vivos en dos clases: los que vivían en una cárcel estatal y los que no. Esta división se hacía de una manera menos azarosa, más selectiva y con una clara identificación del encarcelado. El mensaje aquí era: “Te tengo en mis manos” estás unido a mí y a nadie más; y la clasificación era sobre la manera de estar en la mano: puedes estar en mi mano abierta o atrapado en mi mano cerrada.
La tercera gran división fue separar a los líderes políticos de la oposición y a sus seguidores. Era una manera de precisar un poco más la división anterior. El objetivo era evitar la comunicación entre dirigentes y dirigidos de la oposición o hacerla extremadamente difícil: por vía oral, escrita o por cualquier medio. Por eso la prohibición de mítines, manifestaciones y reuniones de más de cuatro. Por eso la prohibición de distribuir impresos con propaganda política. Por eso la imposibilidad de transmitir sus mensajes por radio, prensa o televisión.
En la nueva situación política Suu era eliminable y atrapable, pero su eliminación y su captura era un asunto que podía complicarse mucho. Era una mujer opositora, pero también un símbolo de una Birmania diferente y mejor. Al ser una realidad, pero también la representación de otra cosa, los militares no la tenían del todo en la punta del fusil, ni en sus manos. La presencia era eliminable y atrapable, pero no la representación. Y tal vez el aspecto más importante de Suu era la representación. Al morir, su padre se había convertido en el símbolo de la Birmania independiente. Y la hija, al asumir el liderazgo de la oposición a la dictadura militar, había heredado el simbolismo de su padre. Era ya no sólo la hija biológica, sino también la hija simbólica. Era la representante de su padre y, por tanto, la representante de la Birmania independiente. Era ella la que simbolizaba la unidad del país y no los militares, o por lo menos había una seria disputa acerca de quién de los dos simbolizaba al país.
Pero Suu también simbolizaba la oposición pacífica, el compromiso con la no-violencia, la lucha por la vigencia de los derechos humanos y la política de conciliación entre militares y civiles. Proponía un ejército profesional que se mantuviera neutral, que no tomara partido por un grupo. Todo esto era algo que los altos mandos del ejército no estaban dispuestos a descartar tan fácilmente. Ninguno de ellos se atrevía tampoco a cargar con la responsabilidad de su muerte. Sabían y saben que cargar con la culpa de su muerte sería una carga fatal también para ellos mismos.
La muerte de la madre de Suu, después de una prolongada enfermedad de diabetes y corazón, se dio el 27 de diciembre de 1988 y fue enterrada el 2 de enero de 1989. Esos días fueron una ocasión importante para que más de veinte mil personas mostraran que estaban con ella en su dolor y en su lucha.
Durante un año Suu estuvo en manos de los militares, pero éstos no se atrevieron a cerrar la mano y atraparla, a pesar de que los desobedecía abiertamente haciendo una campaña a favor de la democracia y congregando en sus mítines a miles de personas por todo el país. Era la única líder que podía andar circulando, haciendo política sin respetar las disposiciones de las nuevas autoridades agrupadas en el SLORC.
Cada mitin era un desacato a la orden militar que prohibía las reuniones públicas de más de cuatro personas. Suu desobedecía y en cada ciudad y en cada pueblo, miles de personas desobedecían a pesar de las advertencias gubernamentales de no hacerlo o de atenerse a las consecuencias.
Cuando Suu terminaba su gira política en un pueblo o en una ciudad, había nuevos arrestos, nuevos presos. Era el precio que pagaban los que querían oírla y estar con ella. Era el precio que pagaban los que querían manifestar así su deseo de otro gobierno y otra forma de vivir.
Pero las giras de Suu no sólo eran una campaña a favor de la democracia; también era la oportunidad que tenía el gobierno de hacer propaganda con el objetivo de re-simbolizar a esa mujer. A cada lugar que ella llegaba, era precedida por una campaña gubernamental en la que se le señalaba con los peores atributos. Se le acusaba de poco birmana, de estar casada con un extranjero y haber vivido poco en el país, de ser una pervertida sexual, de ser comunista, de ser blasfema, de ser agente de gobiernos extranjeros, de querer la división del ejército, de ser saboteadora de la paz y la tranquilidad, de incitar a la ilegalidad, etc.
Suu Kyi y el gobierno lucharon por modificar la opinión pública: ella a favor de la democracia, y el gobierno haciendo todo lo posible por devaluarla, de convertirla en un símbolo de lo peor, de la anti-patria.
La agresión gubernamental no se dirigió exclusivamente a transformar su imagen popular, también se dirigió contra su integridad física, aunque a final de cuentas sólo se quedara como simple amenaza. El incidente más notable en este sentido se dio en abril, en una gira por el distrito de Irrawaddy. Cuando caminaba por la calle con sus compañeros de partido, seis soldados al mando de un capitán saltaron de su jeep para impedir que llegara a su mitin. Se arrodillaron y le apuntaron con sus armas, amenazándola con disparar si seguía caminando. Ella le pidió a sus amigos que la esperaran en la banqueta y siguió caminando en dirección a los soldados. El disparo de los soldados habría sido un acto normal, lo habían hecho muchas veces en el último año, pero en ese momento intervino un mayor que andaba por ahí y le ordenó al capitán que revocara la orden de disparar. Fue una desobediencia al filo de la muerte. Cada bando expresó su mensaje. Los soldados le recordaron a ella que la podían matar y Suu les mostró que no les tenía miedo, que no se dejaba intimidar, pero en esas tensas demostraciones es fácil que la situación se salga de control y suceda una desgracia.[45]
Uno de los aspectos más notables de su campaña de desobediencia civil a favor de los derechos humanos y por la democracia fue su manera de persuadir a la gente para que se comprometiera con el cambio político. Para ello desarrolló toda una serie de interpretaciones en las que mostraba cómo había compatibilidad entre budismo y la lucha por los derechos humanos y la democracia. Además analizaba la decadencia de Birmania desde el punto de vista budista. Se esforzaba siempre en vincular la cultura tradicional y las tareas actuales de la sociedad.
            Los militares terminaron por ver que su campaña contra Suu Kyi no estaba dando resultado, porque entre más la atacaban, más gente se adhería a su partido. Vieron también que la presencia de esta mujer a lo largo del país impedía que se cumpliera el objetivo que se habían propuesto: desarticular a la gente y a los opositores. Decidieron entonces cerrar su mano y dejarla atrapada e inmóvil.
            El momento que consideraron oportuno para acabar con las actividades políticas de Suu fue el 19 de julio de 1989, Día de los Mártires. Ella y los opositores habían planeado una ceremonia de aniversario en homenaje a Aung San asesinado ese día con seis ministros de su gabinete. El gobierno mandó un mensaje muy claro de que no estaba dispuesto a tolerar un nuevo desacato. El 16 de julio había emitido una nueva disposición en la que autorizaba a oficiales militares de menor rango a arrestar a políticos que protestaran y a “administrar inmediatamente una de las siguientes tres sentencias: tres años de trabajo forzado, prisión de por vida o ejecución”.[46]
            El gobierno además trasladó a Rangún a doce batallones de infantería ligera y ordenó toque de queda para el 19 de julio desde las 6 de la mañana a las 6 de la tarde.
            Suu decidió entonces cancelar el acto argumentando que su partido no tenía la intención de “conducir a la gente a un campo de muerte”. Pero cuando ese día se disponía asistir de manera privada al mausoleo de su padre, catorce camiones llenos de militares le impidieron seguir adelante. La casa fue rodeada y custodiada. Al día siguiente se le hizo saber que estaba bajo arresto domiciliario y que sólo podría tener acceso a los miembros inmediatos de la familia. Se cortaron los teléfonos y otros medios de comunicación.
            Como Suu se enteró de que se había apresado a muchos más activistas (el Times de Londres calculó que fueron arrestados dos mil miembros de la LND) inició una huelga de hambre el 20 de julio por la tarde, para exigir que se la trasladara al Insein (la cárcel estatal) donde estaban sus compañeros de lucha y para pedir también que se respetara la integridad física de los encarcelados y se les llevara un proceso legal, pues se sabía que la tortura se usaba rutinariamente con los presos políticos. El 1 de agosto suspendió la huelga cuando se le prometió solemnemente que sus demandas serían satisfechas (aunque no estaba en condiciones de poder comprobar si eso era cierto).
            El día de su arresto estaban viviendo con ella sus hijos Alexander y Kim. Su marido llegó tres días después, pero se le permitió ver a su mujer hasta 22 días después, cuando prometió que no se relacionaría con la embajada británica. El marido y los hijos regresaron a Inglaterra el 2 de septiembre para proseguir con sus actividades académicas. Días después de su llegada, la embajada de Birmania en Londres le informó a Michael Aris que a sus hijos se les había cancelado el pasaporte birmano porque el gobierno les había retirado la ciudadanía.
            El arresto de Suu Kyi y de los dirigentes de la Liga Nacional para la Democracia (LND) no evitó que casi un año después, el día de las elecciones prometidas y convocadas por el SLORC, el 27 de mayo de 1990, la LND ganara 392 de 485 asientos en el parlamento.
            Para sorpresa de todos, los militares permitieron una votación libre, no se realizó un fraude, no hubo un solo incidente de violencia o mal trato y se contaron justamente los votos. El partido de los militares que en el momento de las elecciones se llamaba el Partido de la Unidad Nacional (PUN) no ganó nada en Rangún y perdió incluso en los distritos donde los votantes militares rebasaban con mucho a los civiles, y también perdieron donde era candidato el líder del partido.
            Los militares se decepcionaron con los resultados. Habían esperado que con 200 partidos en las listas electorales, el voto se dispersara y ellos siguieran controlando la situación. Como les falló su cálculo se negaron a entregar el poder al partido victorioso: la LND cuya dirigente era Suu Kyi.

El premio Nóbel de la Paz y los primeros años de prisión y reflexión

Aunque su partido ganó las elecciones de 1990 gracias a su campaña política por los derechos humanos a lo largo del país, desde finales de 1988 y los primeros seis meses y medio de 1989, a ella no se le permitió ser candidata. Vivió las elecciones desde el aislamiento que le había sido impuesto.
Los años posteriores a su arresto domiciliario fueron de soledad y meditación. Se acostaba a las 9 de la noche y se levantaba a las 4:30 de la mañana para hacer meditación durante una hora. Tenía un estricto régimen de ejercicio, estudio de piano, lecturas y memorización de sutras budistas (es decir, de las enseñanzas de Buda).
Una de las reflexiones que hizo durante esa época la publicó tiempo después en un artículo titulado “En busca de la democracia”. Ahí se preguntaba cómo era posible que Birmania con toda su riqueza en recursos naturales y en gente no fuera uno de los países con más energía y desarrollo del sudeste asiático:

            La gente de Birmania, que no tiene acceso a material académico sofisticado, va al corazón del asunto acudiendo a las palabras de Buda sobre las cuatro causas del declive y la decadencia: fracaso al recuperar lo que se ha perdido, la omisión de reparar lo que ha sido dañado, desprecio a la necesidad de una economía razonable y la elevación al liderazgo de hombres sin moralidad ni aprendizaje. Trasladado esto a términos contemporáneos: cuando se perdieron los derechos democráticos bajo la dictadura militar no se hicieron esfuerzos suficientes para recuperarlos; se ha permitido que se deterioren los valores morales y políticos sin un intento concertado para salvar la situación; la economía ha sido mal administrada y el país ha sido gobernado por hombres sin integridad ni visión[47]

            Ella añadía que en la visión budista de la historia del mundo, cuando una sociedad cae en el caos moral y social:

            debe elegirse un rey que restaure la paz y la justicia. El gobernante es conocido por tres títulos: Mahasammata “porque es nombrado con el consentimiento del pueblo”, Khattiya “porque tiene el dominio de la tierra agrícola” y Raja “porque se gana el afecto del pueblo con la observancia del dharma (virtud, justicia y ley). El acuerdo de reciprocidad que se establece en una cosecha de arroz, representa la versión budista del contrato social”.[48]

            Respecto a la propaganda oficial que enfrentó y que en oposición a ella afirmaba que los derechos humanos era algo totalmente ajeno a los valores tradicionales de los birmanos, escribió en ese mismo artículo:

            El budismo, el fundamento de la cultura birmana tradicional, ubica el valor más grande en el ser humano, quien es el único de todos los seres que puede lograr el supremo estado de Buda. Cada hombre tiene el potencial de realizar la verdad a través de su propia voluntad y esfuerzo y de ayudar a otros a realizarla. La vida humana es, por tanto, infinitamente preciosa”
            (…) Pero los gobiernos despóticos no reconocen el precioso componente humano del Estado, ve a los ciudadanos únicamente como una masa de gente sin rostro, sin mente –y desamparada- lista para ser manipulada a voluntad. Es como si la gente fuera algo incidental a la nación en vez de su auténtica sangre vital. El patriotismo, que debería ser el amor vital y el cuidado de la gente de la propia tierra, es degradado en una histérica pantalla de humo que esconde las injusticias de los gobernantes autoritarios que definen el interés del Estado en términos de sus propios limitados intereses. Los gobernantes han requerido que el credo oficial se acepte con una fe incuestionable de una manera más acorde con las religiones bíblicas que con la actitud budista más liberal”.[49]

            No es casualidad tampoco que el miedo ocupara el centro de sus reflexiones. En uno de sus ensayos escribió: “En un sistema que rechaza la existencia de los derechos humanos básicos, el miedo tiende a estar a la orden del día: miedo a la prisión, miedo a la tortura, a la muerte, a perder amigos, familia, propiedad y medios de vida; miedo a la pobreza, al aislamiento y al fracaso”.
            En ese mismo ensayo añadía: “No es el poder el que corrompe sino el miedo. El miedo al azote del poder es el que corrompe a aquellos que están sujetos a él y es el miedo a perder el poder el que corrompe a aquellos que lo ejercen”. Para ella, la peor forma de miedo y la más corruptora es la que se presenta como sentido común o como sabiduría; la que califica como inútiles o insignificantes los pequeños actos de valor que de hecho ayudan a conservar el auto-respeto y la dignidad del que los hace.
            Suu Kyi tiene su interpretación del movimiento democrático que cambió su vida:

            Es cierto que años de políticas incoherentes, medidas oficiales ineptas y descenso en los ingresos reales hicieron que el país cayera en las ruinas. Pero lo que acabó con la paciencia de la gente fue también la humillación de un modo de vida desfigurado por la corrupción y el miedo. Los estudiantes protestaron no nada más contra la muerte de sus camaradas sino contra un gobierno que les negaba su derecho a vivir, que los privaba de un presente con sentido y no les daba ninguna esperanza para el futuro. Las protestas estudiantiles articularon las frustraciones de todo el pueblo y por eso las manifestaciones rápidamente se convirtieron en movimiento nacional”.[50]

            Alexander, su hijo, en el discurso de aceptación del Premio Nóbel de la Paz que se le otorgó a su madre el 10 de diciembre de 1991, afirmó que Aung San Suu Kyi pensaba que el premio no era sólo para ella sino para todos los birmanos que se habían unido al movimiento democrático y que, incluso en ese momento, “continuaban sacrificando su bienestar, su libertad y sus vidas en busca de una Birmania democrática”. Y señaló además:

            “Aunque mi madre frecuentemente ha sido descrita como disidente política que lucha por un cambio democrático por medios pacíficos, nosotros debemos recordar que su búsqueda es básicamente espiritual. Como ella lo ha dicho: “La revolución por excelencia es la del espíritu” y ella ha escrito acerca de las “metas esencialmente espirituales” de la lucha. La realización de esto depende exclusivamente de la responsabilidad humana. En la raíz de esa responsabilidad yace, y la cito: “el concepto de perfección, la urgencia de realizarla, la inteligencia para encontrar el camino hacia ella, y la voluntad de seguir por ese camino, si no hasta el fin, por lo menos hasta llegar al punto elevado en que se va más allá de la limitación individual. “Para vivir una vida plena” dice ella “uno debe tener la valentía de asumir la responsabilidad por las necesidades de otros … uno debe querer asumir esa responsabilidad”.[51]

            Suu Kyi ha subrayado la revolución del espíritu por dos razones: primera porque ve que es la garantía para un auténtico cambio; y, segunda, porque el trabajo en ese campo es el único que el gobierno no ha podido controlar del todo. Respecto a la primera razón nos dice ella:

            Una revolución que tiene como objetivo simplemente cambiar las instituciones y políticas oficiales con la visión puesta en el mejoramiento de las condiciones materiales tiene pocas probabilidades de un éxito genuino. Sin una revolución del espíritu, las fuerzas que produjeron las injusticias del viejo orden continuarán operando y siendo una amenaza constante al proceso de reforma y regeneración”.[52]

            Respecto a la segunda razón nos dice lo siguiente:

Por la tremenda represión a la que hemos sido sometidos, es casi imposible hacer una revolución política o social. Estamos tan acorralados por toda clase de regulaciones injustas que difícilmente podemos movernos como un movimiento social o político”.[53]

            Así, dada la falta de frentes donde podemos pelear con el régimen con algún éxito, la esfera espiritual es un muy buen comienzo pues provoca el más amplio apoyo entre los birmanos; y de todas las batallas, esa es la batalla que podemos ganar. Si esto puede traducirse en un gobierno pragmático capaz de manejar complejos problemas políticos y económicos es un asunto diferente que no puedo responder en esta coyuntura”.[54]

            Esto no quiere decir que los miembros de la Liga Nacional para la Democracia tengan como actividad principal meditar en sus casas, en las pagodas o en los monasterios. Los militantes públicamente organizan festividades que celebran todos los birmanos y que normalmente son religiosas. Por otro lado, la batalla espiritual contra la dictadura se traduce en una cercanía muy grande de Suu Kyi y su partido con la comunidad de monjes budistas. En ese campo social, cultural, religioso es donde le han ganado la batalla a la dictadura.

La práctica de la meditación de Suu Kyi y de los líderes de la LND

La meditación es imprescindible en el camino al nirvana, es un aspecto fundamental del budismo aunque no necesariamente es algo que practican todos los budistas. Suu Kyi era de las budistas que no practicaban la meditación. Pero las consecuencias de su lucha política la orillaron a practicarla. Ella dijo:

“Como muchos de mis colegas budistas, decidí utilizar bien mi tiempo de arresto practicando meditación. No fue un proceso fácil. Yo no tenía un maestro y mis intentos iniciales fueron un poco frustrantes. Hubo días en que me enfurecía tanto por mis fracasos en disciplinar mi mente, en conformidad con las prácticas de meditación prescritas, que sentí que me estaba haciendo más daño que bien. Pienso que me habría rendido de no haber sido por el consejo de un famoso maestro budista: se quiera o no practicar la meditación, uno debe hacerlo por su propio bien. Así que tuve las agallas para continuar, frecuentemente con desánimo. Entonces mi marido me dio una copia del libro de Sayadaw U Pandita, En esta misma vida. Las enseñanzas de Buda sobre la liberación. Al estudiar cuidadosamente este libro, aprendí cómo superar las dificultades de la meditación y darme cuenta de sus beneficios. Aprendí cómo la práctica de la meditación incrementó mi conciencia en la vida cotidiana una y otra vez”.[55]

            Supongo que uno busca grandeza a través de dominar las propias pasiones. ¿No es cierto que hay un dicho que dice: es mucho más difícil conquistarte a ti mismo que conquistar al resto del mundo? Así que yo pienso que dominar las propias pasiones, en la manera de pensar budista, es el camino principal a la grandeza, no importa cuáles sean las circunstancias. Por ejemplo, muchos de los nuestros (prisioneros políticos) meditan cuando están en prisión, en parte porque tienen tiempo y en parte porque es muy sensato hacerlo. Es decir, si no tienes contacto con el mundo externo y no puedes hacer nada por él, entonces haces lo que puedes con tu mundo interior para ponerlo bajo tu control

            En verdad estoy muy agradecida con el SLORC porque me permitió en este periodo practicar mi meditación”. “El arresto domiciliario me ha dado la oportunidad de tratar de superar mis propias fallas y debilidades, especialmente a través de la meditación”. Y “pienso que a muchos de nosotros en la organización se nos ha dado la oportunidad de desarrollar fuerza espiritual porque hemos sido forzados a utilizar muchos años en nosotros mismos bajo arresto y en prisión. En cierto modo, se lo debemos a esa gente que nos puso aquí”.[56]

La dictadura militar no sólo acorraló al movimiento popular de oposición en el ámbito espiritual sino también a sus líderes. Ellos mismos tuvieron que realizar su propia revolución espiritual. Suu Kyi dio una breve descripción de lo que le pasó a ella, pero tal vez acudir a la experiencia en prisión que nos relata  U Tin U, presidente de la LND, nos pueda ayudar a entender mejor las condiciones y la manera en que pusieron orden a su mundo interior a través de la meditación:

Durante mi primer periodo en la cárcel, de 1976 a 1981, mis condiciones en la prisión eran duras, extremadamente duras (…) Estaba en un terrible estado mental, solo, en aislamiento, sin alguien con quien discutir las cosas. A veces estaba furioso, verdaderamente loco. Y no tenía la habilidad de controlar mi mente. Sabía muy poco de meditación en esa época y mi convicción sobre la enseñanza budista (dharma) no era muy fuerte. Tú sabes, yo había sido entrenado para ser soldado, yo era un combatiente enfurecido.
            En reclusión solitaria me sentía como animal enjaulado, furioso. Peor todavía, después de mi despido como jefe de personal del ejército, recibí como indemnización unos cuantos meses de sueldo y fue todo. Me quitaron mi pensión y mi nombre fue borrado de los anales de la historia del ejército de Birmania. Mis fotografías y mis discursos que pronuncié durante el periodo de mi servicio fueron destruidos.
            Además, ellos emitieron una orden que establecía que nadie se podía dirigir a mí como “general”, sólo como U Tin U. De hecho, si alguien se dirigía a mí por mi rango, sería castigado. Luego, el Partido del Programa Socialista de Birmania (BPS, por sus siglas en inglés) publicó un libro mordaz retratándome como un notable criminal. Al mismo tiempo yo pensaba en mi mujer y en que difícil sería para ella vivir sin un ingreso. La situación como la sentía e prisión era la de una olla de presión. Estaba listo para explotar. De repente padecí una muy severa y dolorosa diarrea. El dolor de estómago me hacía doblarme y mi furia empeoraba mi dolor. La combinación de estas dos formas de sufrimiento, sin alivio, fue terrible. Me senté en el piso de mi celda y sentí que iba a llorar.
“Justo sucedió que me había llevado a prisión un folleto de Mahasi Sayadaw sobre la meditación vipassana. Tomé el folleto y empecé a leer atentamente las instrucciones. El sugería que uno simplemente debería observar todas las experiencias en la medida en que se presentaran. Si era dolor, estar conscientes del dolor. Si era alegría, bueno, estar conscientes de la alegría y así sucesivamente. Aquí que me senté en el piso con las piernas cruzadas… le puse atención a mi dolor y a mi furia. Fue como un milagro. Después de diez minutos o más de meditación se incrementaron mi furia y mi dolor y pensé: esto nada más está creando más dolor. Pero me mantuve y después de una hora, las dos simplemente desaparecieron. Así que puedes imaginarte cómo me sentí. En ese momento gané un amigo en prisión, a mí mismo, a mi conciencia. Así que cuando salí de la soledad en 1981 fui ordenado en el monasterio de Mahasi y aprendí a meditar bajo la guía de un maestro.
            Durante el movimiento por la democracia, en 1988, mis colegas me urgían a que me dirigiera al público, pero al principio no quise hacerlo. Yo quería continuar viviendo tranquilamente practicando la meditación vipassana. Pienso que estaba un poco apegado a la tranquilidad y la paz de esa práctica. Pero mis colegas no se rindieron y después de muchas discusiones llegamos al acuerdo de formar una liga a la que llamamos: “Los Viejos Camaradas Patrióticos de Toda Birmania”.[57] (una organización de ex-oficiales del ejército que se incorporó al movimiento democrático).[58]

            U Kyi Maung es otro miembro del Comité Ejecutivo de la Liga Nacional para la Democracia, también es budista y practicante de la meditación. Fue oficial del ejército de la independencia de Birmania y fue obligado a retirarse de las fuerzas armadas en 1963, con el grado de Coronel, pero poco después fue arrestado y mantenido en prisión durante siete años. En 1988 lo arrestaron nuevamente por un mes en los inicios del movimiento y en 1990 después de encargarse de su partido LND en las elecciones de mayo de ese año, fue arrestado y sentenciado a 20 años de prisión, aunque fue liberado en 1995. Meses después de ser liberado fue entrevistado por Alan Clements. En una de las preguntas Alan mostró escepticismo por la completa falta de miedo y sentido del humor con que algunos líderes del LND enfrentaban el arresto y la prisión. A esto le contestó U Kyi Maung:

            Eso puede explicarse por el hecho de que el narrador no lamenta nada de lo que ha pasado. El “yo” y el “mi” del pasado están muertos e idos. De igual modo, el narrador del presente no está preocupado por lo que puede pasarle a “él” en el futuro. De hecho, “él” no es estado de conciencia. Por lo que lucho es por vivir una vida de completa conciencia de momento a momento y proporcionar el mejor servicio que pueda dar a todos los seres vivientes sin discriminación y sin tener apegos mentales”.[59]

            U Kyi Maung de nuevo estuvo brevemente en prisión en 1996; y en 1997, después de una discusión con Suu Kyi dejó el partido y se retiró también de la política hasta su muerte, a los 85 años de edad, por un ataque al corazón en el año 2004.
A pesar de la ruptura con la LND y Suu Kyi siguió siendo muy respetado por la gente debido a sus aportaciones al movimiento democrático y porque después de la ruptura no se pasó al bando de la junta militar.[60]

Las elecciones del 2010, sin propaganda ni partidos

El gobierno de Birmania se dispone a celebrar elecciones nuevamente en este año 2010 como lo hizo en 1990. Los militares han trabajado durante veinte años con la esperanza de seguir gobernando pero ahora con la cara de un “gobierno pluripartidista”.
Es la misma idea que tenían en 1990, pero que no pudieron realizar porque la votación no se dispersó entre los 200 partidos registrados, como ellos esperaban, sino que se concentró mayoritariamente en la Liga Nacional para la Democracia (LND). Se rehusaron a entregarle el poder a la LND porque en esas condiciones el gobierno tendría la cara y el poder del partido democrático y no una cara indefinida por la participación en el gobierno de muchos partidos, situación que los militares podrían utilizar a su antojo.
Los militares van hacia las elecciones no por su iniciativa y voluntad, sino porque se sienten obligados por las presiones internacionales. Su objetivo en los últimos años ha sido conciliar las exigencias internacionales con sus propias exigencias de poder. Para ello han estado trabajando en diferentes áreas y esperan, como resultado de sus esfuerzos, llegar a lo que ellos llaman una “democracia disciplinada”.
Con este objeto procuraron una adecuada ley general que conformara el gobierno y las relaciones políticas, así que convocaron (en enero de 1993) a una Convención Nacional para que redactara una nueva constitución (hay que recordar que en estos momentos la mayoría de los dirigentes políticos estaba en prisión). La redacción fue hecha al gusto de los militares y sin la participación de partidos importantes como el de Suu Kyi, la LND. Se terminó de redactar en octubre del 2007 y fue aprobada en un referéndum nacional por un poco más del 90 por ciento de los votos el 10 de mayo del 2008.[61]
La nueva constitución prohíbe la libertad de expresión, asociación y reunión; reserva a los militares el 25% de los asientos en la cámara alta y en la cámara baja del parlamento; establece que el comandante en jefe de los servicios de defensa designará al ministro de defensa, al ministro de asuntos internos y de seguridad, y al ministro de asuntos fronterizos; establece que no podrán vigilarse los asuntos de defensa ni los gastos militares; el presidente podrá decretar estado de emergencia y el comandante en jefe de los servicios de defensa asumirá los poderes ejecutivos, legislativo y judicial (se legaliza así el golpe de Estado); las fuerzas armadas son los garantes de la constitución que no podrá ser modificada a menos que tenga el 75% de los votos en las dos cámaras y si después de eso se obtiene más de 50% de los votos populares en un referéndum (lo cual hace casi imposible cualquier modificación sin el permiso de los militares); tampoco se puede efectuar ninguna acción legal contra los dirigentes militares (se otorgan inmunidad contra cualquier crimen cometido “en cumplimiento del deber”; se prohíbe que sea presidente alguien que esté preso en el momento de las elecciones o tenga hijos extranjeros (Suu Kyi tiene estas dos condiciones, así que por ley no puede ser presidente). La nueva constitución no promueve ni protege los derechos de las minorías étnicas, ni tampoco les concede ningún grado de autonomía política administrativa.[62]
Los militares aceptan pues que se celebren elecciones, pero sin libertad de expresión, asociación, ni reunión, es decir, sin partidos políticos reales. Sólo tienen validez oficial las organizaciones promovidas por el gobierno y las que no representen a nadie. Eso es lo que ha estado en vigencia en los últimos 20 años y es lo que más ha padecido Suu.
Aung San Suu Kyi ha vivido en prisión domiciliaria durante 15 de los últimos 20 años, porque no ha dejado de hablar libremente, ni de promover la expansión de su partido, ni de realizar reuniones públicas, todo ello considerado ilegal. En este sentido ha sido tres veces reincidente.[63] Parece ser que cada vez que la liberaban de su condena, los militares esperaban tener a una líder de oposición más suave, más dispuesta a complacer a los gobernantes, pero invariablemente se encontraban a una mujer que seguía luchando por los derechos humanos y la libertad.
La última vez que la arrestaron estuvieron a punto de matarla. Fue en mayo del 2003. Recién había celebrado un año en libertad cuando decidió hacer una gira por el estado Kachin. Al llegar a la ciudad de Shwebo fue recibida calurosamente por la gente a pesar de que las autoridades habían advertido que no la recibieran. También se oían los insultos que le lanzaban los partidarios de la junta militar. Cuando se disponía a cruzar el puente de Mytikyina, en la capital del Estado, 300 miembros de la Asociación para el Desarrollo y la Unión Solidaria (USDA, por sus siglas en inglés), una organización paramilitar patrocinada por el gobierno,  le impidieron el paso y comenzaron a lanzar toda clase de objetos pequeños. Los militantes de la liga (LND) le pidieron a chofer que diera la vuelta y sacara a Suu para protegerla. Pero ella no quiso abandonar a sus seguidores. Después de que había sido herida en el cuello y de que el carro en el que iban había recibido un balazo, el chofer la sacó del lugar contra su voluntad, por su seguridad.[64]
En este ataque, los paramilitares mataron a 70 partidarios de Suu Kyi y muchos más resultaron seriamente heridos. Esta vez el gobierno encarceló a Suu en la prisión estatal Insein. Se le dejó en una pequeña celda y no se le permitió cambiar de ropa por más de un mes. Después de cuatro meses en prisión fue hospitalizada para una cirugía y en su recuperación se le permitió regresar a su casa bajo arresto domiciliario. Se justificó su encarcelamiento porque había puesto en peligro la seguridad nacional.
Este incidente no es un hecho aislado, fue y es parte fundamental de la política gubernamental. Para proteger el proceso político el régimen militar fundó en 1993 la Asociación para el Desarrollo y la Unión Solidaria (USDA) y en el 2001 la designó como la organización nacional que dirigiría a la gente en la construcción de “una nación desarrollada, moderna y pacífica”.  El manual gubernamental de la “estrategia de guerra del pueblo” establece como quinto paso en la guerra de masas, la movilización de un núcleo de personas para crear una crisis premeditada y agitar a las masas para un violento ataque contra el enemigo”, que fue lo que se hizo contra Suu Kyi en mayo del 2003.[65]
Desde ese año han estado cerradas las oficinas de la LND en todo el país y sus principales dirigentes en prisión. La apuesta es que después de muchos años de aislamiento social la Liga Nacional para la Democracia (LND) no obtenga la mayoría de los asientos en el parlamento como lo hizo en las elecciones de 1990.

Parece difícil que los militares respeten de nuevo los resultados electorales como en aquella ocasión y se abstengan de presionar a la gente en las votaciones. Si el referéndum es el modelo se puede esperar votaciones no secretas y que los jefes militares de cada zona tengan cuotas que cumplir en la votación a favor de algún o algunos partidos políticos.
            Los militares están convencidos que son la única organización que puede evitar que Birmania se desintegre. Consideran que el país se puede deshacer tanto por las disputas entre partidos políticos como por las disputas de poder entre las minorías étnicas y los birmanos. Todo lo que contribuya a debilitar a la junta militar y a las fuerzas armadas se considera, por eso, como un acto de traición a la patria. Suu Kyi está clasificada como enemiga del país y agente de las potencias extranjeras, particularmente de Estados Unidos e Inglaterra. Es uno de los enemigos a vencer, pero con quien inevitablemente hay que parlamentar.

            El capitalismo también es un enemigo para ellos, porque en la medida en que se desarrolle el mercado se constituirán centros de poder independientes de los militares. Los empresarios nacionales y extranjeros, por ejemplo, se irán fortaleciendo en el país y sus intereses tendrán mayor importancia nacional que el de los militares. En vez de gastar tanto dinero en armamento y pago de tropa, se invertirá en infraestructura: para que cuando se descuelgue el teléfono con toda seguridad se obtenga línea; para que cuando se necesite luz eléctrica baste con oprimir un botón y se prendan los focos y los aparatos; para que cuando alguien se enferme de gravedad no necesite ir a un hospital de Tailandia; para que cuando alguien quiera viajar en coche sepa que va encontrar una carretera y no un lodazal; para que los estudiantes sepan que no se va a cerrar su escuela o su universidad durante meses porque el gobierno considera que el clima político le es adverso; para que cuando se necesite información se obtengan cifras reales y no las que simplemente complacen al superior, etc.
           
Hasta ahora los militares han sido los propietarios de Birmania. Desde hace pocos años ya han ido compartiendo poco a poco la propiedad, y en unos años más serán desplazados hasta llegar a convertirse en insignificantes co-propietarios junto a grandes organizaciones nacionales e internacionales.

            Por lo pronto hay una organización que no ha dejado nunca de rivalizar con los militares en la conducción de la vida cotidiana de los birmanos: la comunidad de monjes budistas. 300 mil monjes y 500 mil soldados están en Birmania para orientar el modo de vida en direcciones no necesariamente compatibles.

Birmania: tierra de conflicto entre monjes y militares[66]

La comunidad de monjes budistas ha estado muy presente a lo largo de todas las crisis nacionales que se han presentado en Birmania y de manera particular en los últimos veinte años. La exhortación a la paz que hicieron en agosto de 1988 y la recomendación al gobierno de que atendiera las justas demandas de la población tuvieron un gran peso para la celebración de las elecciones de 1990.
            Hace tres años volvieron a intervenir en forma espectacular y significativa: en lo que se conoce como la “revolución azafrán” (por los colores de sus hábitos). Los monjes rompieron con el gobierno militar, pero las consecuencias de su intervención y de su postura anti-gubernamental todavía no se han desarrollado del todo y, por eso mismo, algunas de ellas están todavía por verse.
            El 15 de agosto del 2007 la junta militar decidió retirar los subsidios al diesel y la gasolina con lo que duplicaron su precio y el gas natural subió 500%. Al principio, desde el 19 de agosto, las marchas de protesta fueron organizadas por estudiantes y no contaron con muchos participantes, pero el número fue creciendo debido a las detenciones y a la violencia policial.
            El 18 de septiembre miles de monjes salieron a marchar pacíficamente en Rangún y en varias ciudades: Pegu, Magwe y Mandalay (de las provincias centrales). Durante varios días fue creciendo el número de monjes que salía a la calle a protestar por los aumentos de precios. Muchos monjes iniciaron un boicot contra los miembros del Consejo para la Paz y el Desarrollo (SPDC, por sus siglas en inglés)[67] y sus familiares. En las protestas los monjes llevaban sus cuencos negros boca abajo simbolizando su rechazo a aceptar limosnas de los miembros del Consejo. El boicot se conoce con el nombre Pali de patta-nikkujjana, que significa poner el cuenco de mendicante boca abajo. Esta medida se aplica en circunstancias especiales, como cuando está en peligro la vida de los monjes.
            La Alianza de Todos los Monjes Budistas de Birmania (organización que no representa a todos los monjes como sí lo hace el comité de sayadaws) publicó el 21 de septiembre, un comunicado en el que calificó al gobierno militar de “enemigo del pueblo” y aseguró que continuarían las protestas hasta que hubieran barrido a la dictadura militar. Las movilizaciones continuaron por todo el país.
            El sábado 22 de septiembre 500 monjes manifestantes llegaron hasta la casa de Suu Kyi y la policía los dejó pasar en uno de sus controles. La líder salió de su casa acompañada de otras mujeres, habló con unos monjes y rezó con ellos durante unos minutos. Los monjes cantaron la oración de Metta Sutta (Canto de Bondad) y la gente gritó: “¡Que tengas buena salud! ¡Que pronto seas liberada!”
            El lunes 24 la manifestación en Rangún ya era de 30 mil personas; en Mandalay se manifestaron diez mil y la junta militar, en consecuencia, advirtió que estaba lista para pasar a la acción.
            El martes 25 de septiembre algunas minorías étnicas se unieron al movimiento de protesta, como la Liga Democrática de Arakan, La Unión Nacional Karen y representantes del Estado Shan.
            El 26 y 27 de septiembre el gobierno ya estaba disparando contra los manifestantes para dispersarlos y también apaleaba a los participantes y usaba gases lacrimógenos. También iniciaron las redadas y detenciones en los monasterios. En el de Ngwe Kyar Yan se detuvo a 70 de los 150 monjes que lo habitaban.
            Por temor a un golpe de Estado y a caer en la desgracia, la familia del general Than Shwe salió volando de Birmania.
            El 28 de septiembre el gobierno rodeó los cinco monasterios más importantes de Rangún e impidió cualquier acceso a ellos. Este día por la noche, en las afueras de Rangún, empezaron las cremaciones de los muertos.
            El sábado 29 de septiembre se manifestaron 30 mil personas, encabezadas por mil monjes, en Kyaukpadaung, en la división de Mandalay, pero en todo el país había ya menos protestas por la gran represión que se estaba ejerciendo. Se contaban 200 muertos y más de mil monjes detenidos sólo en Rangún, sin contar los de otras ciudades y poblados. De hecho los militares rodearon todos los monasterios para evitar que salieran de ahí. Otra medida que tomó fue mandar a los monjes con sus familias, a sus respectivos lugares.
            El 30 de septiembre se dio a conocer que militares estaban saqueando monasterios. Se habló específicamente de los de Ngwwe Kyar Yan en Rangún y el de Wei-za-yan-tar. En este último los monjes primero fueron desalojados y trasladados en transportes de carga. De los 200 que había sólo dejaron a diez.
            La BBC informó que se calculaba que la última semana de septiembre fueron detenidos cuatro mil monjes budistas y que fueron encarcelados en el norte del país. Muchos estaban esposados y despojados de su ropa.[68] Los monjes encarcelados se negaban a comer y al hacerlo mantenían simbólicamente su boicot contra el régimen.
El 4 de octubre diplomáticos de Estados Unidos visitaron 15 monasterios y los encontraron vacíos; a los demás los vieron protegidos, con barricadas, por soldados.
            El 12 de octubre el gobierno organizó una manifestación de apoyo a sí mismo.
            Por este movimiento de protesta fueron encarcelados más líderes de la Liga Nacional para la Democracia y por la represión, el gobierno de Estados Unidos y otros más impusieron nuevas sanciones económicas.
            A pesar de la gran represión ejercida desde finales de septiembre, el 31 de octubre todavía hubo más de cien monjes budistas que marcharon en el centro de la ciudad de Palokku, porque el gobierno todavía no había satisfecho las demandas originales de los monjes: bajar los precios de las mercancías, encaminarse a la reconciliación nacional y liberar a Aung San Suu kyi y a todos los prisioneros políticos.

La lucha de los monjes por su supervivencia

¿Por qué se movilizaron los monjes para protestar a escala nacional? Tal vez la respuesta la ilustra muy bien un monje de Mandalay, cuyo monasterio no participó en las manifestaciones: “Como monjes, nosotros vemos todo. Cuando salimos a las casas a pedir por nuestra comida vemos cómo viven ricos y pobres, vemos cómo todo ha ido empeorando. Más y más gente lucha para poder darnos arroz. Ellos quieren hacerlo, pero tienen que alimentarse a sí mismos”.[69]
            La pésima administración económica del país ha llevado a trastornar la relación entre monjes y laicos. En Birmania hay un acuerdo entre los dos: los primeros proporcionan servicios espirituales a la población y los segundos los alimentan en pago por sus servicios. Con la inflación y la pobreza creciente la población ya no está en condiciones de cumplir con su parte y de esta manera queda amenazada la existencia del monacato tal y como se ha practicado hasta ahora. Los monjes luchaban, entonces, por su propia supervivencia, defendían sus medios de subsistencia.
El boicot de limosnas a la junta militar significa que ya no los consideran budistas, es una especie de excomunión. Esto orilla a los gobernantes a una situación muy grave, porque los birmanos reconocen su identidad en el budismo y los militares sostienen que son los defensores de la identidad y la existencia birmana. Al quedar excomulgados pierden toda legitimidad, se han convertido en un gobierno desalmado a los ojos de la gente. Y no sólo por el boicot de limosnas que es eminentemente simbólico, sino porque todo mundo pudo darse cuenta de las manifestaciones de protesta de los monjes contra el gobierno y de los asesinatos, arrestos, ocupación de monasterios, saqueos y todo tipo de maltrato a los monjes. El gobierno no tuvo ningún reparo en cometer el peor crimen birmano: utilizar la violencia contra los monjes, contra los guardianes del alma de Birmania.
Eso fue algo muy grave a nivel cultural y psicológico, pero aparentemente la junta militar venció a los monjes como gobierno de facto. Se corrió el rumor de división al interior de las fuerzas armadas y de hecho se arrestó a cinco generales y algunas tropas por rehusarse a cumplir órdenes de disparar y violentar a los monjes. La familia del dictador huyó del país con temor, pero el poder, finalmente, no cambió de manos. Todavía sigue donde estaba, pero con más rechazo popular.
Las protestas y la represión del 2007 expresaron la ruptura entre monjes y militares. En los últimos 60 años de independencia del país se había dado una especie de complicidad entre las dos organizaciones, porque ambos rechazaban al comunismo y al capitalismo. Los monjes consideraban que esos dos sistemas eran incompatibles con el budismo y los militares los consideraban incompatibles con la soberanía y la independencia. Coincidían en lo mismo por diferentes motivos. Pero los últimos años demostraron que la religión budista, tal y como se practica en Birmania, corre peligro no sólo con el comunismo y el capitalismo sino también con la dictadura militar que se autoproclama la única capaz de sostener la existencia del país.
Mucho de la lucha por la independencia se debió a los monjes budistas. Ellos fueron los que iniciaron la oposición más seria al imperio inglés en Birmania, porque los valores capitalistas a favor del ego, las ganancias y la apropiación, que promovían los ingleses, estaban en contra de las enseñanzas de Buda respecto a lo que es el ser humano y la realidad. La práctica del desapego a los bienes no forma buenos capitalistas. Esto lo entendieron los ingleses y por eso favorecieron la inmigración de hindúes, chinos y musulmanes. La llegada de estos a las ciudades alarmó todavía más a los budistas. La decisión del gobierno colonial les quedó muy clara: se trataba de desplazar o acabar con el budismo y los budistas en las principales actividades del país. Contra esto se rebelaron y contra esto triunfaron.

Hasta hoy el budismo en Birmania ha sobrevivido en una economía agrícola, y el ideal económico, político y social ha sido crear las condiciones que permitan al individuo meditar, contemplar y llegar al nirvana.[70] Se trata de ganar más tiempo para la meditación. Los reyes budistas sintonizaban más o menos con ese ideal. Los ingleses eran totalmente ajenos a estos objetivos. Los militares, por su parte, han convertido las prisiones como lugares de meditación, pero solamente para unos cuantos líderes políticos ilustrados.
Los birmanos están atravesando una profunda crisis nacional. El desafío no es sólo económico, político y militar sino también cultural y religioso. Una de las preguntas que tienen que contestar es ¿cómo ser budista birmano en el mundo actual? La vida de Suu Kyi ha sido un intento de integración del budismo en las condiciones actuales de la existencia. Esa es la revolución espiritual que está queriendo efectuar en sí misma y promover en su país.

La lucha de las fuerzas armadas por su supervivencia

Por otro lado, las fuerzas armadas mismas están en peligro de extinción política por estar destruyendo al país que se han propuesto defender. Han fracasado en los campos: económico, político, social, cultural e internacional. Al fracasar han hecho a Birmania un país poco viable y le puede suceder lo mismo que a la URSS, Yugoslavia, Checoslovaquia y demás: se han deshecho para dar paso al nacimiento de nuevos países.
Su última muestra de incapacidad se dio el 3 de mayo del 2008 cuando el ciclón Nagris mató a más de 100 mil personas, acabó con 700 mil casas y con ¾ del ganado en el delta del río Irrawaddy. Más de dos mil kilómetros cuadrados quedaron bajo el agua. A pesar de la magnitud del desastre no concentró sus esfuerzos en aliviar la situación de la gente sino que siguió trabajando en el referéndum de la constitución que tenía programado de antemano y que se efectuó el 10 de mayo del 2008 en todo el país.
Con un desastre tan grande cualquier gobierno habría sido rebasado, pero la junta militar de Birmania ni siquiera tuvo una organización mínima adecuada para recibir la ayuda internacional que se le ofreció. Es decir, incluso su capacidad de ser ayudada es muy limitada.
Lo que sostiene a los militares como organización, además de las armas, es el miedo que generan hacia fuera y hacia dentro, pero también es muy importante la complicidad que existe en los altos mandos para desarrollar la corrupción y el enriquecimiento personal.
Por otro lado, ser soldado es estar sometido a innumerables malos tratos y bajos salarios. Su nivel de vida corresponde al de la población en general. La única ventaja que tienen es que la humillación que reciben de sus superiores, la descargan después con la población que tienen a la mano.
 Ser oficial del ejército es más atractivo, pero supone una condición de desamparo frente a los oficiales superiores. No hay nada que pueda proteger a un oficial del juicio arbitrario de su superior: no hay reglamento ni obediencia que sean suficientes. Se sobrevive por la cadena que existe hasta los altos mandos, pero eso no es ninguna garantía porque hay purgas frecuentes y la caída de uno de los de arriba puede arrastrar a muchos de abajo. Ya vimos que ni siquiera el general Ne Win se escapó de caer en la nada. El mismo general Saw Maung que dio el golpe de estado e impuso como órgano de gobierno al Consejo para la Restauración del Orden y la Ley del Estado (SLORC) tuvo que renunciar el 23 de abril de 1992 por “motivos de salud”. Se sabe que lo que se deterioró fue la salud mental: se creía rey. Después de que murió en el olvido el 15 de noviembre de 1997, hubo una purga: varios generales miembros del SLORC fueron arrestados y sentenciados a 44 años de prisión bajo los cargos de corrupción, pero en realidad su crimen era representar un desafío para el general Than Shwe.
Cualquier diferencia es un atentado contra el uniforme y la uniformidad. Varios generales han terminado en prisión por atreverse a proponer cambios en la política económica o por pedir información más confiable. El silencio y el temor de los subordinados conducen a que el alto mando pierda el sentido de realidad y así sus respuestas a los problemas se conviertan en palos de ciego.
            El deterioro avanza, pero las agonías pueden ser muy prolongadas.

El sentido de la vida de Suu Kyi

Cada quien contamos con material propio para hacer nuestras vidas. Muchos no estamos contentos con el que tenemos a la mano. Creemos que la obra va a depender de esa materia y no de nuestra habilidad para darle la forma adecuada; una obra de arte puede hacerse con un pobre material.
            En una discusión pesimista de los materiales que nos va proporcionando la vida, Rosario Castellanos hizo un poema que nombró: “Comentario al escultor”. Ahí decía: “El que se lamentaba de hacer su propia estatua con arcilla que pruebe las materias que nosotros usamos. Nosotros, es decir, los marginales: memoria, ensueños, humo, sueño, esperanza. Nada”.
            Lo primero que sorprende de la vida de Suu Kyi es su decisión de formar su vida con el miserable material que le proporciona Birmania: uno de los países más pobres y más aplastados del mundo. Pudo haberse quedado a vivir cómodamente en Oxford o en Londres respondiendo a las exigencias académicas e intelectuales de su entorno. Pero decidió quedarse en su país para enfrentar la crisis nacional.
            Después, cuando estaba cumpliendo la primera sentencia de seis años de arresto domiciliario, pudo haber regresado a su casa en Inglaterra con su esposo, el doctor Michael Aris y sus hijos Alexander y Kim. De hecho eso era lo que le pedía la junta militar, que abandonara Birmania. Le abrían las puertas para que fuera a visitar a su familia o a recoger los premios internacionales que le otorgaban. La idea era aprovechar la oportunidad de su salida e impedirle para siempre su regreso. Podía haber hecho política desde el exilio, como premio Nobel, pero no abandonó su país ni para visitar a su marido cuando estuvo enfermo de cáncer de próstata, ni cuando estaba agonizante. Él murió el 27 de marzo de 1999 sin haber tenido contacto personal con ella los últimos cuatro años de su vida. Lo más que pudo lograr Suu Kyi, para atender sus asuntos domésticos sin arriesgar su compromiso político, fue platicar con su hijo Kim unas horas en el aeropuerto de Rangún, un mes después de la muerte de su marido.
            Cada uno de sus arrestos pudo haberla llevado a renunciar a la inmediata lucha por los derechos humanos y la democracia. Pudo haberse convencido de que no había condiciones objetivas ni subjetivas para ganar la lucha en el corto plazo y retirarse silenciosamente para esperar una situación más propicia, como lo había hecho en su juventud. Pero quiso dejar muy clara su posición de rechazo a la junta militar y a las condiciones que ésta le imponía a los birmanos y fue arrestada de nuevo dos veces; y lleva ya siete años cumpliendo con la última sentencia que ha sido renovada arbitrariamente, con pretextos burdos, para impedir su participación en las elecciones del 2010.
            No sabemos lo que Suu Kyi haya reflexionado en estos últimos años de arresto, pero lo que ha vivido en las últimas dos décadas parece ser la puesta en práctica de las ideas que publicó en su ensayo: “Libertad del miedo”. Ahí escribió:

            En un sistema que rechaza la existencia de los derechos humanos básicos, el miedo tiende a estar a la orden del día. Miedo al encarcelamiento, miedo a la tortura, miedo a la muerte, miedo a perder amigos, familia, propiedad o medios de vida, miedo a la pobreza, miedo al aislamiento, miedo al fracaso. Una de las más traicioneras formas de miedo es la que enmascara como sentido común e incluso como sabiduría, condenando como tontos, imprudentes, insignificantes e inútiles los pequeños y cotidianos actos de valentía que ayudan a conservar el autorrespeto del hombre y la dignidad inherente al ser humano. No es fácil para una gente condicionada por el miedo, bajo el principio de la regla de hierro, entender que puede ser correcto liberarse a sí misma de la enervante pestilencia del miedo. Y sin embargo, bajo la más aplastante maquinaria estatal, la valentía surge una y otra vez, porque el miedo no es el estado natural del hombre civilizado”.[71]

La lucha política y cultural se desarrolla también en el campo de lo psicológico y lo simbólico: la dictadura quiere probar que el miedo es más fuerte que la valentía y Suu Kyi que la valentía es más fuerte que el miedo. La difusión del miedo protege el dominio de la junta militar, la difusión de la valentía protege el cambio hacia la democracia. Esto lo saben ambos bandos, por eso unos buscan recrear el miedo en cualquier circunstancia y los otros recrear valentía en cualquier oportunidad que se presente. El objetivo, en ambos casos, es atraer a la mayor cantidad de gente al propio campo, vez por vez.

            El liderazgo en la lucha por la vigencia de los derechos humanos y el cambio democrático no es algo que Suu se hubiera propuesto lograr en sus años de formación. Ella tenía claro que quería hacer algo por el bienestar de Birmania, pero le costaba trabajo identificar el quehacer adecuado. Había pensado regresar a su país y fundar una serie de bibliotecas y organizar un sistema de becas para estudiantes. Conocía muy bien la política de su país y estaba preparada para participar, pero no había descubierto la oportunidad de hacerlo.
            Tampoco se convirtió en líder del movimiento democrático simplemente por ser la hija del héroe de la independencia Aung San. Si esto actuara como una fatalidad para los descendientes, el liderazgo le habría correspondido más bien a su hermano mayor Aung San Oo, pero no fue así; este hombre decidió renunciar a su ciudadanía birmana y convertirse en estadounidense. Tampoco se interesó en la política, estudió ingeniería y se dedicó a eso. Peor todavía, es alguien que está en buenos términos con la junta militar y colabora con el gobierno en el trabajo de complicar la vida de su hermana. Aunque perdió sus derechos respecto a la casa del lago, donde vive arrestada Suu Kyi, inició un proceso legal contra su hermana que puede terminar con una resolución que conceda la mitad de la propiedad de la casa al Estado, con todos los problemas que se deriven de ello.
            A pesar de que no se lo propuso como proyecto de vida y de que no le sucedió como fatalidad familiar, pudo convertirse en la líder demócrata que es, en gran parte por entender muy bien el papel que juegan los símbolos en la vida nacional. Esta comprensión se la debe a su pasión por la literatura y a los largos años de estudio para entender lo que su padre simbolizaba.
            En una carta que escribió a los editores del Asian Survey  les decía:
            Entre más aprendo sobre la política moderna birmana más me doy cuenta del papel esencial que ha jugado mi padre en mantener vivo el espíritu de verdad y justicia durante todos estos años de régimen corrupto. Cuando honro a mi padre, honro a todos aquellos que representan la integridad política en Birmania”.[72]

            En su ensayo sobre “El verdadero significado de Boh (fuerza)” escribió:

            Los héroes de la gente representan sus aspiraciones, mientras que sus líderes actuales reflejan el grado en que esas aspiraciones son capaces de ser realizadas. En esos raros momentos de la historia en que coinciden los dos hay una armonía interna y una climática liberación de fuerza física y espiritual, que queda en la memoria y que constituye una reserva de fuerza y orgullo a la que se puede acudir cuando los tiempos han empobrecido la dignidad y las realizaciones.” (…)
            Aung San vio la vida como un peregrinaje en búsqueda de verdad y perfección y tuvo la visión de llevar a su país con él en la búsqueda. El que tuviera éxito en un grado sorprendente, en lo que parecía una empresa quijotesca, fue un tributo tanto a la gente de Birmania como a la habilidad de Aung San de convertir sus palabras en acción, para demostrar que la integridad y la honestidad podían ser bases efectivas para la política práctica”. [73]

            Se podría decir que en sus primeros 42 años de vida (1945-1988) el sentido de la vida de Suu Kyi fue ser estudiante de la cultura occidental y de la realidad Birmana, ser hija, amiga, esposa y madre de dos hijos; y los últimos 22 años (1988-2010), ser un símbolo budista de dignidad, libertad y unidad birmanas.
            Los políticos occidentales cuidan la imagen, los políticos orientales como Suu Kyi cuidan y desarrollan el símbolo. La imagen aparece y desaparece sin mayor consistencia. Puede estar sostenida por una realidad efímera o por pura ilusión. El símbolo en cambio no se constituye de un día para otro, requiere de siglos o milenios de formación. Tiene que renovarse para no desaparecer. Para seguir representando necesita nuevas presencias que lo sostengan, presencias muy reales.
            Aung San representó la fuerza de una nación, predominantemente budista, que se quiso independiente y digna. Suu Kyi, su hija, ha renovado esa representación. Los dos han sido símbolos del budismo, de una manera de entender y vivir el budismo. Su meta ha sido la verdad (la visión cabal de la realidad) y la perfección (vivir en la unidad, con la conciencia de la unidad de todo lo que existe), es decir, su meta ha sido el nirvana. Los dos son un esfuerzo de avanzar hacia el nirvana, siguiendo el óctuple camino budista a su manera.
            Buda es el símbolo del camino al nirvana y cada budista auténtico es la renovación de ese símbolo.
El camino hacia la unidad que se da en el nirvana, puede pasar por el camino hacia la unidad nacional. En ese sentido, ella podría recitar un poema de Rabindranath Tagore que le gustaba y que transcribió en su ensayo sobre “La vida intelectual en Birmania y la India bajo el colonialismo”:

            Donde mi mente no tiene miedo y la cabeza se mantiene erguida; donde el conocimiento es libre; donde el mundo no se ha roto en los fragmentos de las estrechas paredes domésticas; donde las palabras se expresan desde la profunda verdad; donde los incansables esforzados extienden sus brazos hacia la perfección; donde la clara corriente de la razón no ha perdido su camino en la arena seca del desierto del hábito muerto; donde la mente es conducida hacia Ti en la amplitud del pensamiento y la acción. En ese cielo de libertad, Padre mío, deja que despierte mi país”.[74]

            Suu Kyi sabe hacia dónde va, pero también sabe dónde está. Como budista se sabe prisionera en el samsara (ciclo de la existencia), como ciudadana es prisionera política y sabe que los birmanos están en una prisión llamada Myanmar (el nombre oficial que la junta militar le dio a Birmania).
            Su prisión y la de los demás es parte de su conciencia cotidiana, como lo confesó en una de sus cartas de 1996:

            Este es el octavo invierno que no he podido ir a la cama en la noche sin pensar en los prisioneros de conciencia y otros encarcelados por todo Birmania. Cuando me acuesto sobre mi buen colchón, protegida por el mosquitero, acurrucada en mis cobijas, no puedo dejar de pensar que mis colegas políticos están acostados en sus celdas inhóspitas con sus delgados cobertores a través de los cuales se filtra el desagradable frío del piso de concreto. Su ropa y sus cobertores son inadecuados y además no tienen la protección de un mosquitero. No hay tantos mosquitos en invierno como en verano, pero el mosquitero puede proporcionarles un poco de calor. Me pregunto cuántos prisioneros permanecen despiertos temblando durante la noche, cuántos de los viejos sufren dolor de huesos y contracturas musculares, cuántos están soñando con una bebida caliente y otras comodidades del hogar”.[75]

            Respecto al futuro, ella no ha querido hacerse ilusiones. Quizás hoy todavía piense lo mismo que hace 22 años respecto al triunfo de la democracia, porque no se ve claro cuándo podría llegar a Birmania:

            Incluso aunque no sepamos qué sucederá, necesitamos avanzar de la mejor manera posible, sin vacilaciones, a lo largo del camino correcto. Incluso aunque no sepamos qué sucederá es correcto participar en esta lucha. Como creemos que es lo adecuado, todos nos hemos incorporado. Si preguntas si conseguiremos la democracia o si habrá elecciones generales, esto es lo que te digo: no pienses si esas cosas sucederán o no. Sólo continúa haciendo lo que crees que es correcto. Después, los frutos de lo que tu haces aparecerán por sí mismos. Uno sólo es responsable de hacer lo correcto”. (…)
            “La democracia es algo que uno tiene que alimentar toda su vida, si uno quiere que permanezca viva y fuerte. Como la salud de una persona: incluso si los padres han logrado que su hijo llegue sano a la edad adulta, si fracasa en el cuidado de sí mismo, su salud se deteriorará. Si cada uno de nosotros tenemos en mente, toda la vida, la responsabilidad que tenemos por el bienestar de nuestro país, entonces no tendremos razón para preocuparnos de que se deteriore la salud de nuestro país”.[76]
































[1] Aung San Suu Kyi, Fredom from fear and other writings, Penguin Books, New York, 1991, p.xvii
[2] Para la exposición de la doctrina y disciplina budista me basé principalemente en los siguientes libros: Amadeo Solé-Leris, La meditación budista según las más antiguas enseñanzas, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1995; Raimon Panikkar, El silencio de Buddha. Una inroducción al ateísmo religioso, Ediciones Siruela, Madrid, 2000; Floyd H.Ross and Tynette Hills, The Great Religions by Which Men Live, Fawcett World Library, New York, 1969; Daisaku Ikeda, La vida, un enigma, Emecé editores, Buenos Aires, 1992
[3] “Para el buddhismo, es un verbo y no un sustantivo; las cosas son, siendo, pero no hay , esse, que las sostenga o que las ser”, escribe Raimon Panikkar, Op.Cit. p. 192
[4] “La relatividad radical nos dice que las cosas sólo pueden ser constituitivamente relaciones mutuas si existe una relación siempre más profunda que permita transcender la dualidad (…) La relatividad radical es la apertura constitutiva de todo el universo en todas sus relaciones”. Ibid. P.238
[5] Amadeo Solé-Laris, Op.Cit., pp. 25-26
[6] Raimon Panikkar, Op.Cit., p. 275
[7] Theravada quiere decir doctrina de los mayores o de los antiguos. Este budismo se ha conservado en los países del sudeste asiático, principalmente en Sri Lanka, Birmania y Tailandia. El budismo Mahayana (el gran vehículo) se extendió hacia el norte: Tibet, China, Corea y Japón, pero también a Indonesia.
[8] Los datos históricos de este apartado se tomaron del libro de Aung San Suu Kyi, Op.Cit. pp.45-57 y de Internet en: http://en.wikipedia.org/wiki/Burma
[10] José Steinsleger, Myanmar: budismo, nacionalismo y marxismo, en: La Jornada, 10 de octubre de 2007
[11] Véase “U Nu of Burma. Born Leader”.  http://peoplewinthrough.com/. También vease “The House on Stilts”, en la revista Time, August 30, 1954 y http://en.wikipedia.org/wiki/Anti-Fascist_People%27s_Freedom_league.
[17] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., p.315
[18] Gustaaf Houtman, Mental Cultura in Burmese Crisis Politics. Aung San Suu Kyi and the Naional League for Democracy, Tokio University of Foreign Studies, Tokio, (ICLA Study of Languages and Cultures of Asia and Africa Monograph Series 33), 1999, p.195
[19] Para la huelga y los funerales, véase: http://en.wikipedia.org/wiki/Ne_Win
[20]A Tribute to the Late Daw Khin Kyi, beloved Wife of General Aung San” en: http://www.voanews.com/burmese/archive/2003-01/a-2003-01-07-3-1.cfm?moddate=2003-01-07
[21] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., pp.18-19
[22] Ibid., p. 256
[23] Ibid., pp 77 -78 y 246-247
[24] Ibid., pp. 247-248
[25] Ibid., p.248
[26] Ibid., p. 259
[27] Ibid., p.260
[28] Ibid., p.261
[29] Ibid., p.250-251
[30] Ibid., p.253
[31] Estos detalles de la vida cotidiana de fueron descritos por su amiga y compañera de escuela, Ann  Pasternak Slater en su artículo “Suu Burmese” que aparece en el libro de Aung San Suu Kyi, Op.Cit., pp.258-266
[32] Aung San Suu Kyi, Op.Cit., p.296
[33] Ibid., p.211
[34] Los datos sobre el levantamiento popular de 1988 fueron tomados de las siguientes fuentes: http://en.wikipedia.org/wiki/State_Peace_and_Development_Council; http://en.wikipedia.org/wiki/8888_Uprising; http://www.abitsu.org/?p=32; http://en.wikipedia.org/wiki/Ne_Win; Aung San Suu Kyi, Op.Cit. pp.297-302; Arturo Michel, Birmania: la rebelión estudiantil, en: Periódico Siglo 21, Guadalajara, 14/XII/1991;
[35] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. p. 193. En esa sesión extraordinaria el partido rechazó la celebración del referéndum propuesto (¿en serio?) por el general Ne Win.
[36] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. p. xix
[37] Ibid., p.192
[38] Ibid., pp 198-204.
[39] Ibid.p.210
[41] Cettana es una palabra birmana que se traduce como buena voluntad, pero más exactamente significa acuerdo mental en torno a un objeto, propósito o inclinación, según el antropólogo Gustaaf Houtman
[42] Gustaaf Houtman, Op.Cit. p.159
[44] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. p. 304
[45] Aung San Suu Kyi, Op.Cit. pp.256 y 306, son dos versiones ligeramente diferentes del mismo incidente
[46] Idem., p.314
[47] Aung San Suu Kyi, Op. Cit. pp.168-69
[48] Ibid. pp.169-70
[49] Ibid. p. 174
[50] Esta cita y las inmediatamente anteriores están tomadas de Fredom from Fear que es el discurso que leyó su hijo el 10 de julio de 1991 en la enrega del premio Sajarov por la libertad de pensamiento. Fue publicado en Aung San Suu Kyi, Op.Cit., pp. 180-185
[51] http//nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/1991/kyi-acceptance.html
[52] http://www.gaia.com/quotes/aung_san_suu_kyi
[53] Houtman, Op.Cit., p.302
[54] Ibid. p.303
[55] http://www.enabling.org/ia/vipassana/Archive/K/Kyi/meditationSacraficeKyi.html
[56] Para este párrafo y el anterior ver a Houtman, Op.Cit. p.193
[57] Houtman, Op.Cit., p. 304
[58] Por ser uno de los líderes del movimiento democrático fue condenado otra vez a prisión de 1989 a 1995. Fue arrestado de nuevo en 2003 y liberado en días pasados, el 13 de febrero del 2010.
[59] Referencia tomada de Barbara E Reed en su reseña del libro The Voice of Hope, publicada en http://www.buddhistethics.org/8/reed011.html
[60] Vease http: //www.dassk.com/index.php?topic=5897.0
[61] La nueva constitución se publicó en abril del 2008, un mes antes del referéndum, lo que la hizo poco conocida. Además estaban prohibidas las campañas políticas en torno a ella y la ley preveía tres años de prisión y una multa de 100 mil kyat para cualquiera que se opusiera públicamente al referéndum. La votación no fue secreta, cualquier funcionario, militar o paramilitar podía ver cómo votaba la gente.
[62] Véase “2010 elections: a recipe for continued conflicto”, en: http://burmacampaign.org.uk/images/uploads/2010-elections-recipe-for-continued-conflict.pdf
[63] Sus periodos de arresto han sido: 1) del 20 de julio de 1989 al 10 de julio de 1995; 2) del 23 de septiembre de 2000 al 6 de mayo del 2002; del 30 de mayo del 2003 a la fecha, 2010.
[64] EBO Burma News, 20 May 2003; en: http://www.burmalibrary.org/docs/EBO2003-05-20.htm y dassk.org/index.php?topic=1165.0;wap2
[65] Véase, Htet Aung, The USDA Role Under The Constitution, December 21, 2009, en: http://www.irrawaddy.org/
[67] El SPDC sustituyó en 1997 al SLORC, el órgano que fue creado para aplastar el movimiento democrático del 88.
[68] El País, 1 de octubre del 2007, en: http://www.elpais.com/articulo/internacional/Cerca/4000/monjes/budistas/seran/encarcelados/Myanmar/elpepuint/20071001elpepuint_12/Tes
[69] Reena Sethi, “Burma monks not Reddy to forgive”, en: BBC News, november 14, 2007, http://www.wwrn.org/article.php?idd=26892&sec=52&con=30

[70] Sobre este aspecto consultar a Manuel Sarkisyanz, “On the Place of U Nu´s Buddhist Socialismo in Burma´s History of Ideas”, en: University of Nebraska Press, Studies on Asia, Series I Volume 2, 1961, pp. 53-62
[71] Aung San Suu Kyi, Freedom from Fear, p.184
[72] Ibid, p.186
[73] Ibid., pp.190 y 191
[74] Ibid., p.116
[75] Aung San Suu kyi, Cartas, en http: //www.dassk.com/contents.php?id=197
[76] Aung San Suu Kyi, Fredom form Fear, pp.218-219.

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